una breve historia de dos corazones extraños.

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Ella era como un pequeño león enjaulado que miraba ansioso a sus presas, su melena color naranja y sus pecas resaltaban aquel rasgo felino que siento que no soy el único que lo notaba. Es una chica explosiva y tierna, no hay modo de entender cómo estas dos palabras se relacionan creando a uno solo, pero es verdad.

—Ey —me saludó Nerick sentándose frente a mi y tapando a la pequeña leona.

—Ey —respondí cubriendo en seguida mi cuaderno. Nerick se dio cuenta y me lo quitó. Al ver el dibujo él comenzó a reír y yo simplemente le arrebaté avergonzado la libreta.

—No entiendo cómo puede gustarte esa chica —se mofó.

—No me gusta —respondí sonrojado.

—¿Y por qué la dibujas? —me cuestionó arqueando una ceja. No supe qué responder a lo que él exclamó—: ¡JA!, lo sabía.

—Cierra la boca, Nerick —le dije enfadado.

—Vamos Elliot, no aguantas nada.

Nerick a los minutos se fue porque su novia lo esperaba para comer con él, quizás era feo ponerse feliz por quedarse solo pero prefería eso a estar con Nerick escuchando sus malos chistes o según él coqueteando con chicas soltando vulgares comentarios.

De nuevo me dispuse a dibujarla, mi cuaderno estaba repleto de sus pecas y lunares, ¿cómo pudo hipnotizarme así?.

×

Este era el último día de clases para después disfrutar de dos esperados meses de vacaciones, la gran mayoría de los profesores ya no daban clases, tan solo se limitaban a estar en sus respectivas sillas esperando y deseando que su hora se acabase rápido, todos veníamos con ese propósito, bueno, yo. Porque las otras muchas personas disfrutaban con sus amistades todo esto de no tener labores, de poder librarse de sus libros y tareas, de poder respirar sin culpa porque ya todo se fue a la mierda. Irse a la mierda...

Mire mi cuaderno y mire esos ojos que me sabía de memoria cómo eran por tanto dibujarlos, me dio un vuelco al corazón al ver a Ramona viendo mis dibujos con gran confusión.

—¿Acaso ésa soy...

—¿Qué?, No, que va, es, es una de un cómic que me gusta mucho —la interrumpí arrebatándole con nerviosismo mi cuaderno.

—¿Cómo se llama el cómic? —me preguntó con mirada desafiante. Vaya mirada.

—El Felino Seductor —dije sin pensar.

Ella me miró aún más confundida que antes y comenzó a reír.

—Vaya cómics los que lees —Y se fue.

Justo cuando empezaba a procesar todo, la campana sonó anunciando las vacaciones más largas del año. 

×

¿Cómo sabía que ella tenía ese carácter tan difícil?, bueno, es que yo tenía cierta intimidad con ella que me dejaba notar su personalidad a grandes rasgos. Éramos vecinos.

Posiblemente ella nunca se había percatado de eso, pues nunca me dejaba ver, ni siquiera cuando la observaba desde mi habitación, pues afortunadamente la ventana de su habitación me quedaba justo al frente, pero había un árbol que me daba ventaja y me cubría. Yo podía verla a todas horas en todas sus etapas.

Por las mañanas era una chica de fuego, podía escuchar sus gritos hasta mi cocina, mi madre siempre se quejaba diciendo "—Esa niña ya comenzó con sus rabietas desde temprano —mientras me servía más jugo de naranja". En la escuela era alegre, indiferente a su hogar donde se la pasaba discutiendo con su padrastro o llorando después de verle un golpe nuevo a su madre. Yo era sus ojos y sabía, toda la colonia lo sabía, que su familia era un caos. Por las noches la veía treparse a su techo escalando el árbol, se colocaba sus auriculares y se perdía mirando las estrellas, hasta altas horas de la madrugada cuando ya dejaba de escuchar gritos y reclamos, ella bajaba y se disponía a dormir. Así eran casi todos los días. Temía por ella, porque la escuela era su escape y ahora se avecinaban dos largos meses fuera de ella.

Efímero Descontrol RománticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora