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Taehyung y Jungkook son mejores amigos y para su suerte vecinos. Desde que tienen memoria van jugando de una casa a la otra, inventando historias y siendo reyes de su gran imaginación.
Todas las personas que los rodean están consientes que su relación es más que una amistad. Aunque son apenas unos niños sus tratos son los de una pareja, se cuidan, se quieren y no pueden pasar ni un día separados.
Era domingo, el último domingo de las vacaciones, y Taehyung se quedaría, por séptima vez en la semana, a dormir en casa de Jungkook.
— Hyung, — dijo el menor una vez estaban camino a su casa. — Mamá dijo que iba a hacer pollo para que llevemos mañana al colegio.
— ¡Si! El pollo de tu mamá es el mejor.
— Lo se — Jungkook siguió caminando con la cabeza en alto, orgulloso de la cocina de su mamá.
Una vez llegaron a la casa de Jungkook, subieron corriendo las escaleras para dejar el bolso de Taehyung en el cuarto y salir a jugar.
— ¿A qué quieres jugar hoy, Tae?
— Mmm... ¡Ya se! Yo seré un tigre y tú serás un conejo, tendrás que correr porque el tigre tiene hambre, pero no puedes dejar que te coma.
— ¡Oh no! ¡Un tigre me quiere comer! — Gritó Jungkook riendo y empezó a correr para que el mayor no lo atrapara.
( ... )
Se quedaron jugando hasta tarde y tuvieron que volver a la casa, ducharse y dormir.
— Mamá, pero yo quiero seguir jugando. — se quejó Jungkook, al contrario de Taehyung que ya había ido a bañarse.
— Hijo llevan todas las vacaciones jugando hasta tarde, — explicó la mamá del menor. — mañana deben ir al colegio así que es mejor que se acuesten temprano.
— Señora Jeon, ¿Dónde dejó la toalla mojada? — preguntó un Taehyung con el cabello recién lavado.
— Dámela cariño, yo la pondré a secar. — respondió la mamá de Jungkook, recibiendo la toalla que Taehyung le extendía. — Deberías aprender de Taehyung hijo, mira que obediente, hasta trajo la toalla mojada.
Jungkook hizo morisquetas una vez su mamá había bajado las escaleras, Taehyung río por la ocurrencias del menor.
— Ya, Kookie, ve a ducharte para poder dormir.
— Pero no quiero. — se quejó el menor.
— Si te duchas ahora nos quedaremos hablando un rato antes de dormir.
