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¿Tienes idea de lo que la guerra te puede hacer? ¿La tienes? claramente no, por qué; demonios. Bakugou la vivía día a día, matando sin piedad a cualquier basura humana que se atreviera a desafiarlo (claramente también al enemigo) ¿Porque digo también? Debido a que este demonio andante incluso a sus compañeros les hacía temblar y alejarse con tan solo visualizarlo a lo lejos. No le dolía realmente por que con eso les hacia saber que no era cualquier tipo, a él le debían respeto, ya que si no fuese por él y su astucia tal vez no llevarían ni la mitad de sus triunfos y como buen soldado también tenía a su compañero, Kirishima, el domador de bestias.
Ellos eran el dúo dinámico, el complemento del otro, la chispa que encendía la bomba. Juntos eran los más temidos que se podían presentar en la guerra, en la primera fila como muchos llamaban, aquel lugar infernal donde las probabilidades de salir vivo eran casi nulas pero que ellos dos cambiaron con su llegada e inigualable voluntad de guerra, nadie supo de donde, cómo o cuando aquellos dos jóvenes, por que sí, eran jóvenes no apenas pasando los veintitantos años de edad, salieron a la luz.
Solo supieron que un día, como cualquier otro llegaron los nuevos reclutas, al principio solo parecían un para de críos que con la primera oleada terminarían ensuciando sus propios calzoncillos con sus heces. Equivocándose con éxito al ver que de todos, ellos fueron los que hicieron posible su victoria, pero a costa de verlos como unos a monstruos.
Kirishima siendo el caballo que pisoteaba y Bakugou el demonio de ojos carmesí que no se tentaba el corazón a la hora de degollarlos. De él se lo pasaron pues su terrible actitud no dejaba mucho que desear pero, del bello, alegre y sonriente Kirishima no se lo habían esperado.
Y menos en aquella vez en la que Bakugou fue herido por un maldito estadounidense que se atrevió a lastimar los bellos cabellos de Katsuki al atravesar con una daga su pierna derecha.
Fue un descuido departe de Kirishima el haber dejado a su lindo y tierno novio, así que al verlo ahí, sin poder levantarse o tan siquiera mallugar a ese mal nacido le hizo actuar de la manera más agresiva posible. Descuartizando por completo a ese imbécil y ante la mirada atónita de todos escucharon como el mismo Kirishima gruñía de coraje al momento de tomar su metralleta y descargar una carga completa contra todo su torso y cabeza.
Pero ellos no sabían lo que eso conllevaba.
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