--¿Alguna vez te preguntas qué piensan los demás de nosotros? --dijo una pequeña estrella fugaz, en un lugar muy lejano--. Yo sí. Y digo, quién no lo hace. Por que, si me lo preguntas, pienso que tal vez estamos perdiendo la cabeza.
--¿De qué demonios estás hablando? --replicó una galaxia, dueña de muchas otras estrellas, lunas y planetas--. Créeme que trato de entender tu punto de vista pero me es un poco difícil.
--Pero claro que te es difícil. ¿O acaso no has visto lo que eres? No creo que alguien como tú pueda bajar y nivelarse para entender la perspectiva de una pobre estrella--.
La estrella se fue sin nada mas que decir, dejando a la galaxia en duda, pero no le importaba, dado que la estrella sabía que la galaxia tenía muchísimos otros astros los cuales podrían sacarla de esa duda.
La estrella viajó por mucho tiempo, viendo como otras entidades se veían unidas, sin importar de dónde vinieran, sin importar cómo lucían, sin importar nada. Y fue ahí cuando se dio cuenta de algo importante. La galaxia quería estar con él. La estrella volvió de su ausencia pero cuando regresó, no encontró la galaxia. En lugar de eso encontró una nota enorme, compuesta de muchas otras estrellas, planetas y soles.
"Existen millones de estrellas a mi alrededor y yo sigo eligiendote a ti, porque nadie brilla igual que tú. Y si me lo preguntas, tal vez estamos perdiendo la cabeza, pero podemos hacerlo juntos".
La galaxia había salido a buscar a la pequeña estrella fugaz. Sin éxito, volvió y la encontró ahí, esperando.
--Todos tratan de llamar tu atención. ¿Qué oportunidad tengo para competir contra todos ellos que son mejores que yo? --le dijo la estrella.
--Quizá pienses que no eres nada, pero nadie, ni con todas las lunas del universo, será tan increíble como tú --replicó.
La pequeña estrella fugaz se disculpó por lo sucedido, y empezó a brillar tanto que parecía no había ninguna otra estrella en cielo. Bailaron a través de la vida. Sintieron la caída libre. Explotaron el amor.
