SIETE

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Thorn sabía que había muchas formas de moverse por Castillo Penumbra. Había muchos recintos abandonados y pasillos vacíos.

Tenías que evitar a toda costa el jardín de medusa: las hortensias de aquel lugar soltaban un olor que hacía que todo el que las oliese quedara convertido en piedra por toda la eternidad y más de un sirviente había terminado por ser parte de la decoración sólo por haber tomado el atajo.

Primero lo primero. — Thorn cogió una antorcha encendida de la pared. —debo de encontrar a Weyland.

Caminó por los pasillos dejando atrás a sirvientes y empleados que se encontraba por su camino, algunos le hacían una reverencia o saludaban al verlo y luego continuaban con su trabajo, al principio a Thorn le había gustado recibir reconocimiento pero ahora empezaba a fastidiarle; todo el mundo se le quedaba viendo como si fuera un zombi salido de ultratumba.

Thorn detuvo a uno de los sirviente que llevaba una enorme bandeja de bocadillos.

—Buscó al capitán Wayland.

El sirviente lo miró un momento. Luego sus ojos se abrieron anonadados.

—¿Es usted el famoso Thorn, destructor de navíos de nube?

No otra vez.

—Mira yo...

—Señor Thorn es un placer conocerlo. —El sirviente bajó la bandeja, infló el pecho y se paró más erguido. —Mi nombre es Alfred, he venido desde Villa Criptagris para volverme un escudero como usted. Me preguntaba si podría hablar con el sayón Tyrbun para que me entrenara o me diera algunos consejos. Ya sabe, un simple favor de escudero a escudero.

Thorn suspiró, nunca le había gustado ser el centro de atención. Cuando nadie sabe quien eres puedes escabullirte y desaparecer sin levantar sospechas; en cambio cuando eres el alma de todo, es imposible pasar desapercibido.

—Si claro, trataré de hablar con Tyburn al respecto, pero ahora tengo algo de prisa. ¿Sabes dónde puedo encontrar al capitán Weyland?

—Si, claro. —Alfred señaló por un pasillo continuo —Lo vi en los establos de la Puerta del Muerto, seguro sigue ahí.

Thorn susurró un gracias y bajó saltando dos escalones a la vez hasta la Puerta del Esqueleto. Los soldados, la famosa Guardia Negra de Gehenna, sus máscaras esculpidas, en señal de reconocimiento en el cuerpo de élite, adornaban el patio y junto a ellos los escuderos mayores se entrenaban practicando. Unos cuantos disparaban flechas con sus arcos y otros más se enfrascaban en duelos con espadas y escudos.

En cuanto se percataron de su presencia todos guardaron silencio.

Bien. Ya me vieron.

—Capitán Weyland —gritó Thorn.

Uno soldado de la Guardia Negra dejó de combatir y le entregó el escudo a su compañero. Llevaba puesta una coraza única de cuero negro; tenía la marcha ágil de un hombre acostumbrado a la armadura y la espada en su mano derecha era simple, ancha y mortal. Se levantó el visor del yelmo y el rostro que apareció debajo era tan rudo como su arma. Sonrió al ver a Thorn.

—Thorn ¡Qué alegría verte otra vez!—dijo Weyland enfundando la espada en su cinturón de cuero también negro. —Aunque dudo que sean buenas noticias.

Thorn miró al resto de los escuderos y guardia negra. Las palabras de Tyburn rondaban por su mente.

Podrían tener infiltrados en Castillo Penumbra.

—¿Que pasa? —Preguntó Weyland siguiéndole la mirada.

—Tal vez deberíamos hablar en un lugar más privado.

************

—¿Y bien?—dijo Weyland saliendo por la Puerta del Muerto del caminando por un pasillo continuo.

Thorn lo siguió. Saco el sobre sellado y se lo entregó a Weyland

—Un mensaje de Tyburn.

El soldado tomó la nota. A medida que la leía, sus cejas se fueron arquean, su boca se abrió de la sorpresa. Finalmente alzó la vista hacia Thorn.

—¿Es acaso algún tipo de broma?

—Ojalá —dijo Thorn. —Tyrbun cree que los Tenebrae tienen algo que ver.

—Eso sólo nos lo complica aún más. —dijo Weyland masticando sus bigotes. —Porque... No creerás quién a escogido Lady Sombra como su caballero personal.

—¿A quién?

—A Lynch Tenebrae.

El corazón de Thorn dejó de latir. Todos los sonidos del mausoleo se desvanecieron y fueron remplazados por un fuerte zumbido en sus oídos, como si un millón de mosquitos volaran a su alrededor. Según Tyburn, Lynch podría tener algo que ver en la supuesta conspiración contra la Casa Sombra y si él era el caballero de Lily entonces no pasaría mucho tiempo hasta de Lynch la acuchillara por la espalda.

Eso, sí no lo están ya.

Se le hizo hielo la sangre.

—¿Dónde está Lily ahora?

Weyland se mordió el bigote.

—Lo siento Thorn, pero no puedes verla ahora. Debemos permanecer neutrales y no levantar sospechas entre los nobles, aún en Gehenna Lady Sombra tiene toda clase de enemigos y cualquiera podría estar viéndonos, incluso en estos momento.

A Thorn se le erizó el bello de la nuca.

—¿Crees que alguien nos esté observando ahora?

—No estoy seguro. —contestó Weyland. —Tengo varios sospechosos.

Genial.

Thorn escudriñó el pasillo de derecha a izquierda pero no vio a nadie merodeador entre las sombras.

—¿Tienes a alguien en mente que pudiera querer deshacerse de Lily?

—No. Pero quizás alguno de las compañías de los representantes podría saber algo o incluso los mismos representantes. Y no querrían que yo compartiese información contigo, pero esto es importante. Tienes que decirle a Tyburn que vigile a...

¡Zas!

Las palabras apenas habían salido de su boca cuando se escuchó el sonido vibrante de la cuerda de un arco. Thorn se volvió en el momento justo en que una flecha pasó zumbando por el lado derecho de su mejilla, a quince centímetros de su rostro. El dardo se incrusto en el pecho de Weyland a más de la mitad, justo en el corazón.

Weyland se tambalea hacia atrás hasta chocar contra la pared. Cayó y resbaló al piso.

—Vaya. —Weyland escupió sangre. —No me esperaba morir hoy.

La cabeza le colgó hacia abajo. Su armadura de cuero se torno más oscura. A sus espaldas una criada gritó al ver la escena.

Instintivamente, Thorn corrió y se puso a cubierto detrás de una columna. Miró el cuerpo ahora sin vida de Weyland y luego la flecha. A juzgar por el ángulo debían de haberla disparado desde arriba.

Efectivamente. Por un momento logró atisbar un movimiento mientras el agresor se agachaba: una figura vestida de negro con un yelmo metálico.

Arriba. Un solo tirador. Vestido de negro.

No había tiempo que perder. Tomó su espada amarrado a su cinturón y hecho a correr a toda velocidad tras el asesino de su amigo.

MAGIA DEL REFLEJOWhere stories live. Discover now