—Estoy cansado —expresó mientras cerraba la puerta.
Sus palabras se quedaron suspendidas en el aire y sólo sentí una enorme rabia bajar desde mi cerebro hasta la punta de mis pies ¿cómo podía estar cansado? No podía sacarme el grito de mi amiga de la cabeza y sólo bastó una frase estúpida para hacerme gritar.
— ¿Cansado? ¡Yo estoy cansada de todo lo que nos está ocurriendo! —grité, él me observó con sorpresa.
—Sí que eres muy expresiva, Alice —rio por lo bajo y caminó hacia su colchón.
—¿Nunca te sacarás esa estupidez de la cara?
—No, puedes encandilarte con mi hermosura.
Rodé los ojos, no me hacía gracia. Y lo peor de todo era que sentía todo muy a flor de piel. A ratos quería golpearlo y a los minutos quería sólo conversar con él para no volverme loca.
—Tienes razón, ahora me lo sacaré —comentó —. De todas maneras, hoy era el día para sacarnos esta mierda que ya me tiene aburrido —cogió el pasamontaña con una de sus manos y se lo quitó dejándome ver por primera vez su rostro.
Su cabello era negro, al menos así se veía dentro de cuatro paredes. Sus facciones parecían sumamente definidas y, la verdad, me pareció un chico guapo que no me explicaba por qué demonios se encontraba ahí, secuestrando personas.
Su mirada se fijó en la mía, creo que lo miré demasiados segundos sin pestañear, él sonrió de inmediato. Una sonrisa que me paró los pelos.
—¿Te encandilé con mi hermosura? —alzó las cejas.
Me quedé en silencio y él sólo me observó divertido. Después de todo, lo único que podía rescatar era que era un tipo relativamente normal, algo bipolar, parecido a mí. Pero era lo mejor que podía pasarme ahí adentro, al menos no quería golpearme o abusar de mí frenéticamente.
—¿Puedes averiguar qué le están haciendo a mi amiga? Por favor —le pedí, lo que sonó más como una súplica, y la verdad no me importaba que sonara así.
—En la mañana lo sabremos, ahora duérmete —ordenó y yo obedecí en silencio.
Desperté una hora antes que él, lo sabía porque miraba la hora con obsesión en el reloj que me había facilitado. Él dormía como si fuese su cama y su hogar, pero yo no podía pegar un ojo. Además, mi cuerpo dolía como el infierno y la preocupación me causaba graves problemas de ansiedad.
Ashton despertó solo. Ni siquiera quería moverme para no hacer ruido, no quería que comenzara a amenazarme con que iba a matarme ni tampoco que me llenara de groserías antes de tiempo.
—Despertaste —escuché detrás de mí.
Asentí. Lo vi ponerse de pie y comenzó a vestirse con rapidez, me pidió que me pusiera de pie y amarró mis muñecas en mi espalda, luego salimos de la habitación.
—¿A dónde vamos? —me atreví a preguntar, pues el camino no lo conocía y aunque fuese de día parecía fúnebre y oscuro. El camino era de tierra y cada paso que daba me hacía sentir más próxima a la muerte.
—Cállate —soltó frío.
Por supuesto que me callé y sólo continué caminando a su lado. Anduvimos por unos pasillos que me marearon y luego nos encontramos con un pastizal en medio de la nada. Siendo honesta, era más tierra que mala hierba. Estaba oscuro, pues eran alrededor de las cinco de la mañana.
Poco a poco comencé a divisar que algunas compañeras venían acompañadas de otros hombres que ya no traían su pasamontaña. Los miraba uno a uno, intentando memorizar cada detalle de sus rostros. Luego sólo me dediqué a buscar a mis amigas y a la única que vi fue a Lía. No tenía golpes visibles, al menos, eso me alivió, pero ella se alarmó al verme a mí. Supongo que mi rostro estaba más morado de lo que yo pensaba.
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SECUESTRO. ©
Acción"Una venganza, treinta chicas desaparecidas, soldados por todo el mundo, un loco fiel, desquiciado y obsesionado y una sola esperanza" Todo parece ir bien con la vida de Alice, hasta que de un momento a otro se ve enfrentada a cuatro deterioradas pa...