Capítulo 4

1.1K 130 44
                                    


Seguí al señor Jost al entrar en su despacho y, tras cerrar la puerta, un ligero olor a pino invadió mis fosas nasales. El ambientador se encontraba en una de las estanterías de roble junto a la pared. Una hilera de libros la decoraban, unos libros que seguramente el psicólogo se habría estudiado más de una vez a lo largo de su exitosa carrera.

- Toma asiento, Bill.

El hombre me dedicó una sonrisa y se sentó en una silla que se encontraba cerca de un sofá de piel. Anduve hasta su posición y me tumbé en el sofá, como ya había hecho otras veces.

- Bien, ya sabes cómo va esto- Jost cogió su libreta de notas y un lápiz – Yo te pregunto y tú respondes; si en algún momento prefieres no hablar, ya sabes qué decir.

- Stop- una palabra un tanto ridícula, pero que a lo largo de las sesiones me había sido bastante útil a la hora de evadir alguna de sus preguntas incómodas.

- Estupendo. – Se maravilló él y de pronto pareció acordarse de algo, porque se levantó y tras abrir un cajón de su escritorio, sacó una bolsita- Ya se me olvidaba, te he comprado unos caramelos. Tu madre me contó que te gustaban.

Una vez que se volvió a sentar, abrió la bolsa y me la acercó. No dudé en coger unos cuantos, qué se le iba a hacer, eran mi debilidad.

- Entonces, sin más preámbulos, podemos empezar- Jost dirigió su mirada hacia la libreta- ¿Cómo te ha ido desde la última vez que hablamos? ¿Ha habido algún cambio?

- No, seguimos igual.

- ¿Seguís sin hablaros?

- Sí, se puede decir que nos evitamos.

- ¿Ha vuelto a tener alguna conducta agresiva hacia ti o alguien?

Entonces mi mente viajó al momento después de la fiesta, cuando Tom me acorraló en la cocina después de ver a Georg en mi cuarto. Aunque, teniendo en cuenta que había vivido episodios peores, este último no había sido nada.

- No, nos evitamos en la medida de lo posible.

- Comprendo. – Jost comenzó a escribir en su cuaderno y yo aproveché para comerme un caramelo, estaba delicioso.

- ¿Y qué me dices de tu vida personal? – al ver que yo no lo entendía, se explicó mejor- Hace un mes me dijiste que te gustaba una niña, creo que se llamaba Nadia... ¿o era Nicky?

- Nataly.

- ¡Eso! ¿Qué tal? ¿Cómo van las cosas con ella?

- Van normal, solo somos amigos.

- ¿Ah sí? ¿Y se lo has contado a alguien?

- Tan solo a mi amigo Gustav, pero solo hablamos de ella en el colegio.

- ¿Y por qué razón...? – sin embargo, antes de que continuara, me miró a la cara y pareció entender por qué le dedicaba una expresión de: “¿En serio?”- Oh, claro, Tom. ¿Todavía sigue actuando de esa forma tan posesiva contigo?

De nuevo regresaron los recuerdos de la noche anterior y un escalofrío recorrió mi columna vertebral al recordar esos ojos mieles aprisionándome en la cocina, su agarre tan posesivo mientras me tenía encima suyo al jugar con la play y, también, su mirada de advertencia dirigida a Georg. Una mirada tan mortal como su dueño.

- Más o menos.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora