Ámbar|Ahora soy distinta

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Ámbar mira la mansión por enésima vez. La sala seguía tal y como la había dejado, su madrina no la había cambiado. La había dejado con tan solo doce años para ir a Nueva York, y ahora volvía por voluntad de sus padres.

—Sharon: Ámbar.—llama Sharon bajando las escaleras con la elegancia que acostumbra a mostrar—. Sabía que volverías.

—Ámbar: Si lo hice no fue por gusto, madrina.

Sharon baja el ultimo escalón y se detiene frente a Ámbar. A pesar de la elegancia, la distancia seguía persistente. Ella nunca mostraba lo que sentía, y Ámbar no esperaba ningún tipo de cariño.

—Sharon: Lo sé, pero puedes usar el taller Smith para tus colecciones. Tu madre siempre fue...

—Ámbar:...madrina, no quiero que mencione a mi madre, y sí, he pensado quedar en el taller, en algún lugar tendré que poner mis diseños, pero...el nombre del taller va a cambiar a Ámbar.

Sharon se encoge de hombros en lo que camina hasta el sofá a sentarse y cruzar las piernas, una encima de la otra.

—Sharon: Está bien, fue el taller de tu madre y solo tú decides que hacer con él.

—Ámbar: Estoy cansada, iré a darme una ducha.

—Sharon: Enseguida te suben algo para almorzar.

—Ámbar: Gracias, madrina.

La frialdad en ambas es más que obvia, sus tonos distantes, fríos. Ambas actúan como si tuvieran en el pecho una piedra en vez de un corazón.

Ámbar subir a su habitación. La habitación obviamente era la misma, pero la decoración era distinta. Con menos muebles, sólo lo esencial. Un enorme retrato de ella ocupaoa una pared. Ámbar respira hondo y los recuerdos de su infancia llegan a ella.

Las lágrimas bajan por sus mejillas pero ella se las seca rápidamente aclarándose la garganta. Se deshace de las ropas y los tacones y se dirige al cuarto de baño. La tina estaba llena de agua con rosas, como la gustaba. Se recoge el pelo y se mete en ella. Se recuesta unos minutos intentando digerirlo todo. En Nueva York su marca era una de las mejores, y su vida era perfecta, no sabía si volver a Argentina era buena idea.

Después de su larga ducha, se levanta, se rodea con la toalla y sale del cuarto de baño hacia la habitación secándose el pelo con otra toalla. Para su sorpresa, Luna se encuentra de pie en medio de la habitación mirando de un lugar a otro,como si se hubiera perdido en un inmenso edificio y estuviera buscando una salida.

—Ámbar: ¿Necesitas algo?

Luna se sobresalta ante la voz de Ámbar y voltea a mirarla.

—Luna: Yo...le traje el almuerzo. La señora Sharon me pidió que se lo trajera.

—Ámbar: Ponlo en el escritorio.

Luna camina hacia el escritorio para dejar la bandeja, pero Ámbar se da cuenta de que hay tres vasos. Uno con agua, otro con  jugo de piña y otro exprimido de naranja.

—Ámbar: ¿Y todo eso?

—Luna: La señora Benson dijo que le trajera un exprimido, pero recordé que de niñas siempre tenías problemas para elegir.—dice Luna con una sonrisa—. Por eso le traje distintas variedades.

—Ámbar: No sé qué piensas, pero nada de lo pasó anteriormente me interesa. Ahora soy distinta, y tú solo eres la hija de los empleados si mal no recuerdo.—Luna baja la mirada —. ¿Es así?

—Luna: Sí, Ámbar, soy la hija de Miguel y Mónica, los empleados. —dice con tristeza.

—Ámbar: Bien, ahora ponte en tu lugar y retirate.—Luna asiente.

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⏰ Última actualización: Jul 08, 2018 ⏰

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