Tres

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-Se lo que sentís. Se tu enojo y tu desesperación. -Hablo Lexa.
La mirada, aun sin creer que estaba ahí, al lado mío, ni que me estaba hablando con un tono suave.
- ¿Por que tener piedad? ¿Ella se puso a pensar eso cuando los asesino? No. Su castigo tiene que ser la misma muerte e incluso peor por matar a los futuros Heda's.
- Clarke me hace ver las cosas de otra forma, Henna. La sangre no pide mas sangre. La debilidad no es amor. -deje de mirarla.
Clarke, Clarke, Clarke. Solo era ella.
Quise decirle que, Clarke no conocía nada nuestro, no de nuestras tradiciones, esas cosas no podían cambiar, nunca. Se levanto en cuento vi una cabellera rubia, ni siquiera la mire cuando llego.
- Henna, por favor, reacciona, ¿Que ganas con mas sangre? ¿Ganas que vengan devuelta aquellos niños? -Ahora estaba mas que desconforme con ella.
- ¿Que gano? Gano el respeto de mi pueblo, sigo las REGLAS que están desde antes que ustedes. Gano la venganza.
Cada palabra era echada con mas veneno de mi parte, no podía creerlo, ella no era de acá, no podía cambiar todo con solo palabras, y aunque fuera la pareja de la Heda, no podía.
- Mas respeto hacia Wanheda. -El tono de Lexa me hizo temblar internamente, pero no baje la cabeza como siempre lo hacia, si no que la seguí viendo fijamente.
Vi como se marcaban juntas, camine hacia el otro lado, dispuesta a pasar todo el día con las familias.

Una semana habia pasado desde ese día. Mis entrenamientos aumentaron, son mas exigentes, sentia la presión de todos hacia mi, la futura Heda hasta ahora.
La nación del hielo se hizo presente, la sangre nocturna había confesado todo, desde quien la mando y por que la mandaron. Todo era para que la nación del hielo sea el clan más poderoso, teniendo la alianza de su lado. Como me habían prometido, su muerte fue mía, la había echo sufrir hasta casi matarla y luego, corte su cabeza así como ella había echo.
La nación del hielo fue echada de nuestra alianza, incluso estábamos prepararnos para acabar con ellos.
Heda y Wanheda seguían juntas en todos lados, desde ese día, lo único que sigo son órdenes de Lexa y Titus, el maestro.
Se aproximaba una guerra, contra la nación del hielo por la traición que habían cometido. 
Estaba entrenando con mi espada, cuando me tocaron el hombro y puse mi espada en su cuello, sin ejercer fuerza ni ver quien era. Mi mirada cayo sobre Lexa, quien me estaba llamando, aleje mi espada de su cuello y la mire fijo esperando mas ordenes.
- Salimos apenas salga el sol. -Asentí ante sus palabras y vi sus ojos verdes.
Es tan perfecta, sus ojos verdes, da la misma paz que la naturaleza. La forma de su rostro, es perfecto, como tallado a mano.
No me había dado cuenta, pero me quede mirandola, no fue hasta que alguien tosió que deje de verla para ver quien había sido. Entonces me percaté que estaba Clarke, a su lado, matandome con la mirada.
La salude con la cabeza, disculpandome.
- Voy a continuar. -Murmuré cabizbaja.
- Tenemos una asamblea con todos los lideres, debes estar a mi lado.
Obedecí a las ordenes y las seguí de atrás. Veia como Clarke le murmuraba cosas y ella sonreía apenas.
¿Algún día voy hacer causante de esas sonrisas?
¿Algún día podrá amarme como la ama a ella?
Esas preguntas estaban siempre en mi cabeza, no podía no pensar, en no fantasíar.
Llegamos a la sala donde todos estaban y mientras que Lexa se sentaba en su trono, mire a todos los representantes de los clanes, incluso uno me llamo mas la atención. Me puse a su lado, en guardia por las dudas, no confiaba de aquel hombre y la junta empezó.
Veía como algunos se quejaban, otros ni siquiera la miraban y después estaban los del cielo, intentando solucionar todo.
Vi como uno de los representantes se acercaba a Lexa, el mismo que me había llamado la atención desde el principio, actuee de manera rápida y me puse en el medio, apuntándolo con mi espada, apuntó de clavarsela.
Todo era silencio, en ambiente se torno tenso, Lexa no se movia, podía ver el miedo en Clarke, podía ver el arrepentimiento del hombre enfrente mío.
- Alejate. -mi voz salio mas gruesa de lo normal, haciendo que tiemble el hombre y se aleje, disculpándose por acercarse tan rápido a ella. Aunque sabia que sus intenciones eran otras.
Dos guardias se pusieron al lado de Lexa y mio, para mas seguridad y me puse nuevamente a su lado.
La asamblea siguió normal, aquel hombre no dejo de verme, como si fuera un obstáculo para llegar a la Heda.
Y no se equivocaba.

LexaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora