Capítulo 1.

158 37 4
                                    

Abrí los ojos trabajosamente, usando una mano para protegerme del repentino torrente de luz que inundó mi campo visual. Intenté recostarme, pero la sencilla acción supuso un auténtico desafío: mis músculos parecían adormecidos, como si hubiesen despertado de un largo sueño y necesitaran recordar el cómo moverse. Una punzada de dolor se acumuló en mi sien, mientras poco a poco lograba incorporarme.

Por primera vez fui capaz de contemplar el lugar donde me encontraba. Se trataba de una amplia habitación pintada en tonos de blanco. Estaba vacía a excepción de mi cama personal y una variedad de artefactos de uso médico. No cabía la menor duda, acababa de despertar en una habitación de hospital.

¿Por qué demonios estaba allí?

No obtuve la respuesta de forma directa, en vez de eso una difusa concatenación de imágenes acudió a mi cerebro: un auto saliéndose de la carretera, el grito desgarrador de una voz sospechosamente parecida a la mía, la imagen de un árbol acercándose y la profunda oscuridad, un vacío que daba la impresión de extenderse por la eternidad. No supe cómo interpretar aquello, pero una sensación de inquietud descendió por mi garganta hasta alojarse an mi estómago.

Durante unos segundos permanecí allí, intentando discernir si aquello era real o un simple sueño. Aún guardaba la esperanza de que de un momento a otro aquella estancia desconocida se esfumara y estuviera de vuelta a mi habitación, de vuelta a la calidez de lo conocido. Eso nunca ocurrió. Me puse de pie, estaba descalza y el tacto tibio del piso me puso la piel de gallina. Era como si estuviese burlándose de mis congeladas extremidades.

Miré la cama en la que estaba acostada un segundo atrás; lo que allí encontré me dejó desconcertada: una chica de aspecto idéntico al mío descansaba cubierta por la larga manta blanca. Me acerqué, intentando verla más de cerca. Su cuerpo era muy similar al mío, más allá que eso, era un réplica idéntica. Conservaba los mismos lunares en el rostro; la diminuta cicatriz encima de la ceja derecha, producto de un accidente cuando era bebé; las suaves marcas de mordeduras en los labios. Me invadió la irreversible certeza de que no se trataba de una extraña, era yo. No sabía de qué forma era posible, pero sabía que aquel cuerpo formaba parte de mi propio ser.

Extendí una mano e intenté acariciar su pálida mejilla. Mis dedos traspasaron su piel como si esta no existiera, como si yo fuese poco más que una sombra intentando traspasar una barrera. Tras varios intentos me di por vencida e intenté hacer lo mismo con la superficie de la cama. El resultado fue el mismo en todos los casos. Mi cuerpo desaparecía dentro de los objetos sin lograr provocar en ellos el menor movimiento.

No entendía qué estaba ocurriendo, y mi desconcierto se hizo mayor cuando una joven enfermera irrumpió en la habitación. Ella se acercó a la cama con paso tranquilo, pasando justo por mi lado. Su rostro no demostró la mínima señal de reconocimiento. Se acercó a la cama donde la otra yo descansaba, comprobó sus signos vitales y asintió con la cabeza. Se dio la vuelta en dirección a la puerta y comenzó a alejarse. En esa ocasión me interpuso en su camino, dispuesta a detenerla y encontrar una explicación a semejante locura.

Pero nuevamente nada ocurrió según mis previsiones: ella pasó a través de mí. Mi cuerpo se deshizo en una niebla grisácea a medida que el suyo lo atravesaba. La única certeza de que aquello era realby no una simple invención de mi aún confusa mente, fue la punzada de frío que sacudió mi estómago durante el proceso.

—¿Señorita? —la llamé con voz temblorosa. Ella siguió caminando— ¿Puede escucharme?

Ella abandonó la habitación sin responder mi pregunta, ni siquiera la escuchó. Me quedé de pie, paralizada, al tiempo que la estancia a mi alrededor daba vueltas. Una marea de ideas revoloteaban en mis pensamientos y no tenía nada claro. Excepto una cosa: tenía que ver a mis padres.


Alive [Español]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora