A primera vista

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Jacob POV

— ¡Jacob! — Escuché el grito mental de Sam.  

¿Ahora qué quiere? 

Antes éramos muy buenos amigos, todo cambió cuando entré en fase y me convertí en el alfa de la manada.  Sé que él está celoso de mí porque quiere serlo, pero eso no es culpa mía.  Yo no pedí ser el hijo de mi padre, no es que me esté quejando, lo amo muchísimo, simplemente me enfurece que él no lo pueda aceptar.

Me transformé y corrí lo más rápido que pude, no quería recibir una riña de Sam por llegar tarde.  Cuando llegué al prado donde siempre teníamos nuestras reuniones, me di cuenta que ya todos estaban ahí.  

— ¿Qué pasa? — Pregunté.

— Acabamos de llegar Seth, Leah y yo de una revisión de área y nos encontramos con algo... inquietante.

— ¿Qué es? — 

— Un vampiro.  Mejor dicho una vampiresa. 

— ¿Los Cullen rompieron el tratado? — Me sorprendí.  

No era un secreto para nadie de la tribu que los Cullen, a pesar de ser vampiros, tenían mucho honor y no romperían su tratado no importa lo que pasara.

— No, ellos se fueron hace unos 3 años, no van a volver hasta dentro de unas décadas, o tal vez siglos.

— Entonces ¿Dónde dejaron su cadáver?

— De eso queríamos hablar.  No la matamos, aún.

Decir que quedé perplejo era eufemismo.  ¿Sam no mató a un vampiro cuando tuvo la oportunidad?  

— Lo mejor es que la vengas a ver tú mismo. 

La manada entera nos siguió hasta el bosque.  En lo más profundo del bosque pudimos escuchar el llanto de un bebé.  En ese momento no me importó en lo más mínimo, estaba concentrado buscando al vampiro que estuviera cerca.

— ¿Dónde está? — Pregunté frustrado.  Podía escuchar los pensamientos de los demás, todos preguntándose lo mismo.

— Sigue el llanto, estoy seguro que la verás. — Me dijo Leah.

¿Acaso la vampiresa iba a matar a un bebé? De ser así... ¿Por qué habría un bebé en el bosque? Y lo más importante... ¿Por qué no la habían matado?

Con esos pensamientos corrí tan rápido como un alce hasta hallar el origen del llanto.  Por ningún lado encontré a ningún vampiro pero su olor me delataba que todavía estaba ahí.  No había visto al bebé aún pero cuando bajé la mirada todo cambió en mí.

De pronto, se calmaron las preocupaciones que me embargaban. Me inundó una nueva oleada de calor, pero era una nueva clase de fuego, uno que no quemaba.

Un destello.

Todo lo que me había hecho ser como era —mi amor por la chica de la secundaria que me engañó, mi amor por mi padre, mi lealtad hacia mi manada, el amor hacia mis hermanos,el odio hacia mis enemigos, mi casa, mi vida, mi cuerpo, desconectado en ese instante de mí mismo— clac, clac, clac... se cortó y salió volando hacia el espacio.

Pero yo no flotaba a la deriva. Un nuevo cordel me ataba a mi posición. Y no uno solo, sino un millón, y no eran cordeles, sino cables de acero. Sí, un millón de cables de acero me fijaban al mismísimo centro del universo. 

Y podía ver perfectamente cómo el mundo entero giraba en torno a ese punto. Hasta el momento, nunca jamás había visto la simetría del cosmos, pero ahora me parecía evidente.

La gravedad de la Tierra ya no me ataba al suelo que pisaba.

Lo que ahora hacía que tuviera los pies en el suelo era la niñita que estaba en las gruesas raíces del árbol que tenía en frente.  Esos cabellos color cobre, esa piel pálida y esos ojos rojos (los cuales no les di importancia) fueron lo único en lo que me podía concentrar en esos momentos.

Sabía lo que me había pasado, acababa de imprimirme en esa niña.

Y también sabía que la manada se dio cuenta al oír mis pensamientos.

Solo pude escuchar a Leah soltar una maldición y no me importó.  Los demás estaban entre asombrados y curiosos.  Todos excepto Leah, Seth y Sam.

— ¿Ahora qué se supones que vamos a hacer? — Preguntó Seth. 

— ¡Jacob!  Mira atentamente.  Ella es la vampiresa, aunque ya no podamos hacer nada. — Musitó eso último.

Y fue cuando me di cuenta. 

¡Claro! Por eso tenía los ojos rojos y desprendía ese olor, pero no era una peste igual al de un vampiro normal, tenía la esencia vampírica pero en un aroma dulce.  ¡Era perfecta!

— ¿Quién convertiría a un bebé en uno de esos monstruos? — Escuché quejarse a Embry.  Y fue cuando mis instintos saltaron.

— No voy a dejar que la lastimen. — Rugí protectoramente frente a la niña.

— Conoces las reglas Jacob, aunque sea nuestra enemiga no la vamos a matar. — Me tranquilizó Sam.  

No me sorprendió que tuviera ese tono amable porque él sabía lo que era imprimarse en alguien.  Él me comprendía.  

— Va a quedarse con nosotros. — Ordené.  

No tenían mucho que discutir.  Me transformé de nuevo en humano y me vestí para alzar a la niña y llevármela en mis brazos. 

Sabía que algunos pensaban que era una especie de pedófilo, pero no era mi culpa.  No puedo controlar mis sentimientos.

Cuando volvimos a la tribu tuve que pensar qué hacer.  Mis dos mejores amigos, Quil, Embry y Seth, junto a Sam, se acercaron a mí.

— ¿Va a quedar como una bebé por toda la eternidad? ¿Cómo la voy a cuidar? ¿Dónde se va a quedar? —  Sollocé.  Estaba muy feliz pero a la vez muy preocupado.

— Solo el tiempo nos dirá cómo vamos a mantenerla como bebé durante toda la eternidad, pero sabes que se va a quedar con nosotros en la tribu, estoy seguro que a Sue no le haría mal tener compañía.

Me consoló Quil.

La niña todavía estaba llorando en mis brazos.  Fue cuando me di cuenta de algo... ella debía tener hambre.  

—  Tenemos que llevarla a la tribu y hablar con los jefes.—  Dije, aunque no me gustara la idea, sabía que tenía que hacerlo.

— Tranquilo, nada le va a pasar a...  ¿Cómo se va a llamar? — Preguntó un curioso Seth.

Recordé el nombre de mi abuela materna, ella siempre fue muy hermosa, bondadosa y cariñosa conmigo, sabía que su nombre le quedaría perfecto a la niña.

— Se va a llamar Isabella.

No soy de dejar notas al final, solo quería aclarar que la parte en la que Jacob se imprime de Bella es un 95% tomado de la obra original. 

Hasta la próxima.  

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⏰ Última actualización: Jul 07, 2018 ⏰

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Criada por hombres loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora