El chico de la camioneta negra.
El sol rozó su mejilla como una suave aunque doliente caricia. Se despertó bañada en el agrio olor a sudor seco mezclado con lágrimas saladas.
Le tomó unos minutos saber dónde estaba. Pero reconoció el fuerte traqueteo y el molesto sonido de un viejo motor. Cuando levantó apenas la vista, procurando no moverse, se encontro con un asiento negro que tenia pequeñas roturas en la tela. Estaba invadida de terror, no queria hablar por temor a quien se podia encontrar sentado delante de ella.
No podian ser ellos, no podian haberla encontrado tan facilmente. Despues de todo lo que habia pasado, despues de correr tantos kilómetros. No. No podía haber sido en vano.
Sin siquiera respirar estiró su brazo derecho que reposaba bajo su cuerpo. Se percató en ese momento que una cálida manta la envolvia, y sin provocar ningun sonido la empujó hacia atrás mientras el frio comenzaba a abrazar su piel.
No llevaba puesta su campera, y la remera que la cubria definitivamente no era suya. Sin hacer movimientos bruzcos deslizó su mano hacia la puerta, procurando no levantar la cabeza. Podía distinguir los huecos de la fría chapa con sus palmas. Sus dedos bailaron hasta llegar a la perilla. Y sin pensarlo dos veces levantó la traba y abrió la puerta.
-¿Qué diablos?- gritó una voz grabe y seca.
El vehículo frenó de golpe mientras ella trató de saltar de él, pero algo la sostuvo y no pudo liberarse.
Escuchó cómo se abría la puerda del conductor, y los torpes pasos que este daba al acercarse le resultaron desesperantes. Giró todo su cuerpo mientras buscaba qué era lo que la tenía amarrada, y para cuando entendió que se trataba de un cinto de seguridad, era demasiado tarde.
Unas manos se deslizaron delante de ella y quitaron el cinto a presión. Sin mirar intentó escabullirse, pero un cuerpo la frenaba bruzcamente. Comenzó a gritar y a patear, ni siquiera podía enfocar su vista absorta en esa impotencia.
-Oye, oye, tranquila- le dijo aquella voz. Y unos fuertes y ásperos brazos la rodearon.
Dejó de resistirse, estaba inmovil. Y fué ahi cuando se dió cuenta de que no estaba siendo sujetada, sino que estaba siendo contenida en un torpe abrazo.
-¿Quién eres?- preguntó ella en medio de sollozos.
Él la soltó, y al mirar hacia arriba se encontró con un muchacho de cabello rubio oscuro, pómulos marcados y una sonrisa torcida. Sus ojos, que eran de un café intenso y amargo, la observaron tranquilamente. No la miraban con pena, ni con curiosidad. La miraban con distancia y neutralidad.
-Me llamo Jorge Gueller, me dicen Jeg.
Ámbar estaba desconsertada, no sabía quién era, o qué quería. Pero su cuerpo no resistía dar un paso mas por aquel camino.
-Ámbar.- le dijo ella fríamente.
-Bueno Ámbar, siento que te hayas asustado- las palabras que salían de su boca no modificaban aquella expresión dura y fija a la que evidentemente se aferraba- Te encontré desparramada en el suelo y me pareció prudente recogerte.
Ella le agradeció sin destruir ni una pizca de frialdad en su rostro. Pues también se aferraba a esa dura y fija distancia. Jeg cerró la puerta y ella recogió la manta verde para cubrirse del frío.
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C e n i z a s
RomanceÁmbar quiere escapar de un pasado que la persigue y de una oscuridad que la atormenta desde su interior. Jeg es una bomba de tiempo que puede explotar mediante un simple roce. ¿Serán fuego? ¿Serán cenizas?