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El tren avanzaba con velocidad por el manto verde y azul del paisaje, llamando la atención y la mirada cálida de Jihoon que reposaba la cabeza sobre el vidrio. Hoshi dormía sobre su hombro, despreocupado, con sus ojos en forma de 10 10 cerrados y claros. Suspiró con una fogata en el corazón, sintiendo de nuevo aquellas mariposas que juraba haber controlado hace tiempo.

Giró un poco para encontrarse con la cabeza de Hoshi y solo se dedicó a mirarlo por largos segundos, ignorando el mejor paisaje que ocurría a su derecha. Sonrió un poco dejando caer su mejilla contra la cabeza del mayor, amando como la mano de Soonyoung seguía aferrándose a la suya.

¿Por qué no solo olvidar lo que fue y comenzar desde cero? Si la oportunidad se le había sido otorgada aprovecharla tomando un camino diferente no sería un pecado. Pecado, vaya que sabía de eso.

Es pecado amar a otro hombre siendo hombre, es pecado desear a otro hombre, es pecado acostarse con otro hombre. Es pecado. Las leyes de Dios no son leyes del hombre, las leyes de Dios no deben incumplirse, porque al final de la vida no irás a una cárcel por algunos años, no, irás al infierno.

Yo solía agachar la cabeza en las misas, mirando mis manos, mientras que Seungcheol alzaba la cabeza y miraba hacia el padre que recitaba unos cuantos versículos de la biblia. Seungcheol siempre estaba a un lado de su madre, y yo me colocaba a un lado de la mía, ambos separados por cinco o seis filas, yo atrás.

—Pide perdón todos los días, incluso cuando no sea domingo— Me susurró Seungcheol en el estacionamiento, entre toda la gente distraída. —Quizás Dios nos perdone si ve... que no hay promiscuidad en nosotros, tal vez nos perdone si ve que solos nos amamos y no le hacemos daño a nadie. Si somos buenas personas tal vez él nos deje subir al cielo y perdonara nuestro pecado.

Tomó mi mano de manera fuerte por unos segundos, esforzándose para que nadie notara su inocente gesto. Yo cerré los ojos y suspire. Mi cabello corto interponiéndose entre mi mirada y él.

—Seungcheol— Le susurre suave. —Ya me resigne a ir al infierno cuando muera. Por eso déjame ser feliz mientras este contigo...

Pecar, me acostumbre tanto a pecar por Seungcheol, y yo lo obligue a pecar por mí. Pedí perdón mil veces, pero ninguno alivio mi culpa, asi que solo acepte pecar de por vida.

Cuando Jihoon volvió en si ya estaba en un taxi, recorriendo un largo camino de árboles, una carretera apenas pavimentada mientras que la mano de Hoshi permanecía sobre su muslo, tomándolo con naturalidad. Suspiró con cansancio apartándolo, huyendo al otro lado del coche para recargarse con desinterés en la ventana. Su rostro estaba rojo imaginando la mirada del conductor, tal vez juzgándolo.

Giró para poder ver a Soonyoung, encontrándose con su encantadora sonrisa y ojos achicados, como si nada estuviera pasando, su mano sobre aquel espacio vacío que quedaba entre ellos. Seungcheol jamás hubiera hecho eso.

Llegaron con la luz de la mañana comenzando a calentar el día, bajándose del auto y pagando. Jihoon dio una vuelta sobre su propio eje examinando cada centímetro del denso bosque, los arboles altos y verdes desde el moho hasta las hojas, una hermosa vista que contrastaba con sus recuerdos de la ciudad. La tierra bajo sus pies era suave, humada y desprendía un aroma a naturaleza.

Prestó atención a la gran casa poco despues, fascinado por la madera y las hermosas ventanas, encantado por lo natural que combinaba a la perfección con su entorno, una armoniosa vivienda. Soonyoung pasó un brazo sobre sus hombros, con su sonrisa achicando sus diminutos ojos. Jihoon suspiró por el aire puro que entraba a sus pulmones.

Renacer [Jeongcheol/SoonHoon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora