Año nuevo

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Fue su primer año nuevo sola. Desde que vino a esta ciudad, siempre la pasó con la familia de él. Mucho ruido, mucha sonrisa, incontables sobrinos y conversación vacía, segura. Su madre, la única familia que tenía, murió hace cinco años, así que tampoco tuvo la obligación de hablar con ella. No que lo fuera a hacer... al morir, hacía años que no existía ninguna relación, pero, mientras estuvo viva siempre estaba esa culpita, pellizcando.

Al comienzo fue una sensación ligera, de liberación... un año nuevo sin ropa, sentada en la cama, con varios paquetes de papitas fritas, la computadora y Netflix... puro placer. A medida que avanzaba la tarde, comenzó a volverse cada vez más densa. La invadieron tímidamente pensamientos marketeros de gente feliz alrededor de la mesa. Se sintió mal por sentirse bien. Lloró un rato. No fue mucho, pero le alcanzó.

Pensó en sus años nuevos pasados. En 2017 posaba para las fotos familiares multitudinarias mientras tipeaba apurada y a escondidas mensajes para él. Él que ese día se dio por enterado de que era casada y que le proponía ser amantes oficiales. Ella, con media sonrisa y cierta cosquilla en la entrepierna, aceptando. Ahora él estaba con su esposa y su pequeño, el muy hijo de puta, después del escándalo que hizo porque era ella la comprometida. Él no la eligió. A pesar de temblar con ella, de tener orgasmos de los que te llenan los ojos de lágrimas, de las manitos sudadas al verla, no la eligió. Prefirió a su hijo. Entendible. Se sintió "la otra" como nunca.

Respondió un par de mensajes con muchos signos de admiración y vocales, como para parecer entusiasmada por el nuevo año. Cuando su ex llamó para avisar que no vendría por una excusa pelotuda, ese "estar sola" comenzó a adquirir un significado diferente, más denso, más real. Tampoco él la había elegido.

Las doce le dieron preparándose algo de comer. Se preguntó si sería una especie de presagio. Así como se empieza el año es como será, dicen... pisando una palta con el tenedor para untarlas en esas tostadas de salvado que tenía hacía varios días. Trató de interpretarlo. No pudo. Brindó solita con una cerveza y se quedó hasta las 5 chateando con alguien que conoció el día anterior. Un desconocido que sí la eligió. Paradójicamente y con cuestionable libre albedrío, la eligió.

Antes de rendirse ante el sueño, pensó en la trascendencia, en la soledad que también la había elegido. Miró su espacio, elegido por ella cuidadosamente en la penumbra de la madrugada. Pensó en todo lo que por muy loco o vergonzante nunca se animó a contar. Los cuarenta son edad suficiente para hacerlo

Historias de una separada.  I. Año nuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora