Cap. 2: No esperes nada a cambio

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(Esa es Quina, ahora continúen con su lectura)


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— Armate bien, los de mi clase no les prestamos atención a los que no tienen colmillos.

— Nueva Arisen.... levantate.

— ¿¡Ah!? - Había despertado por una terrible pesadilla en la que un dragón destrozaba el pueblo y ella se enfrentaba a él, decia cosas raras. Levantándose bruscamente quedando sentada en la manta debajo de ella.

Observó la sangre de sus vestimentas enfocándose en su pecho llevando su mano a ese punto, tenia una gran herida la cual habia cicatrizado; pero, ¿Cómo se la había hecho? ¿Qué había pasado mientras estaba inconsciente? ¿Cuánto paso como para no tener vendas cubriendola? Tenia la mente con muchas preguntas sin respuesta.

— Ven... a mi...

— El dragón— Murmuró. Recordó lo que sucedió en la playa, la aparición del dragón, su posterior enfrentamiento con él y el momento en que le quito su corazón—. Pero debería estar...muerta— No podía comprender nada, admiró sus alrededores y dedujo que se encontraba en la casa del jefe Adaro, el mandaba en Cassardis además de ser el padre de Quina. Pudo ver a otros heridos en la habitación. Aun estaba procesando todo lo que estaba pasando cuando escucho a la misma voz.

— Nueva Arisen...camina..

Cuando escucho esa voz su cicatriz empezó a brillar. Debia recuperar su corazón, pero era solo una simple pescadora habiendo hecho lo que hizo para defender a los que queria, ni siquiera sabia donde se encontraba en esos momentos el dragón y si aun así supiera su ubicación él de seguro se la terminaria de comer.

Aunque quizás habría otro modo de recuperarlo sin buscar al dichoso ser... ¡Pero de igual forma seria igual una odisea buscar otra solución! ¡Demonios! Ya ni sabia que podría hacer; su cabeza estaba hecha un completo caos tratando de formular una solución, esto fue hasta que escucho un par de voces que reconoció al otro lado de la pared.

— ¿Me estas diciendo que tiene una cicatriz y brilla?

Levantándose como pudo procuro no hacer ruido. Al menos no sentía dolor alguno. Se puso al lado del arco hacia la otra habitación dedicandose a escuchar.

— Si padre. Su herida se ha cerrado, por lo menos se puede decir que lo peor ha pasado..., pero su corazón permanece en silencio como si no estuviera, eso es lo que me preocupa. No sabría como explicarte su brillo.

— Si te atreves a enfrentarme...— ¡Brillo otra vez! Con esa voz la cicatriz brillo con un ligero color anaranjado, le había dirigido una mirada de confusion, aunque prefirió escuchar la conversación ajena.

— ¿Estás segura de eso?

— Si.

— Un tipo de maldición ha caído sobre ella— Dijo sereno el hombre cruzandose de brazos—. Las personas están preocupadas y asustadas por ese dragón— Dejo salir un suspiro—. Con él nada bueno viene— Dirigió su mirada a su hija—. Tengo que ver a los demás Quina. Me buscas si algo sucede, por favor.

— De acuerdo— Con esto ultimo Adaro se retiro de su casa dejando sola a su hija enfrente de la puerta por donde se fue, aprovecho que ya se había ido el jefe y salio de su "escondite" para hablar con Quina.

Solo El Amor Es EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora