¡Hora de reunirse!

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En una gran sala se encontraban los cuatro espíritus. Yangchen, Roku, Kyoshi y Kuruk. Quienes se encontraban discutiendo como si la vida les dependiera de ellos, lo hacían tan intensamente que no se daban cuenta que estaban provocando un huracán en aquella sala, ya que no se daban cuenta que por la intensidad en que lo hacían sus poderes salían a resaltar su estado de ánimo. Y no era para menos.

Ya casi iban a ser 100 años desde el primer aparecimiento de un titán, y en todo ese tiempo no pudieron encontrar una solución ni recudir el número de ataques o de muertes. Por lo contrario, cada vez se hacía más corto el tiempo en que los atacaban, lo que claramente preocupaba mucho. Al punto de que, después de todo ese tiempo, se volvieron a reunir.

Pero no eran los únicos en aquella sala, debajo de ellos se encontraban, dentro de un escudo de aire, cuatro hombres, quienes los observaban discutir.

-Esto es malo-comento un hombre anciano de cabello completamente cano, al igual que su barba y su bigote; sus ojos eran hundidos y de aspecto cansado, y sobre ellos llevaba siempre unas gafas; rostro cubierto de arrugas y baja estatura.

-Y que lo digas...Darius...-le siguió otro hombre de edad avanzada, sin cabello y con un bigote gris; ojos color miel, y con notables y numerosas arrugas en su rostro, alto y delgado. Quien a juzgar por su apariencia, se encontraba algo mareado.- Tantos años sin verse... y lo primero que hacen es discutir...-dijo eso para después beber de la botella que tenía en la mano.

-Ni en un momento así puedes estar sobrio, Pixis-se quejó un tercer hombre, algo más joven, diferencia de los dos primeros, alto, con el cabello negro y corto rapado en los costados, pequeños ojos negros y una barba y bigote muy cortos.

-Si voy a morir por esta discusión...-volvió a darle otro largo trago a su botella-...moriré haciendo lo que me gusta.

-Nile, Pixi. Cálmense. Nadie morirá, o al menos eso espero-Darius no se movía, solo tenía sus manos cruzadas detrás de su espalda y mantenía la vista hacia arriba mirando la discusión de los espíritus-Si alguien desea interrumpirlos o tiene alguna idea para que sigamos con vida, es bienvenida-comentó ya un poco harto.

La mirada de Nile y Pixis se dirigieron al cuarto hombre que estaba ahí. Era un hombre de casi la misma edad de Nile, de estatura alta y contextura semi-delgada, cabello rubio y con flequillo adecuadamente peinado a un costado de su cara. Sus ojos eran de un tono azulado y sus cejas eran notablemente espesas y tupidas. Quien movía sus brazos porque de eso dependía la formación de aquel escudo que los seguía protegiendo, pero al sentir las miradas de los demás volteo un poco la vista.

-¿Qué?-pregunto al no entender lo que sucedía.

-Erwin, de los cuatro, provienes de la Nación más sabia. Así que te dejamos la tarea de calmarlos-le dijo Darius.

Nile y Pixis no dijeron nada solo asintieron.

-Muy bien-Erwin también asintió-Aunque lo hubiera hecho de todas maneras-al terminar de decir eso, movió sus brazos para que el escudo pasara a ser como una gran tabla sobre ellos, luego cruzar ambos brazos para lanzarlo hacia arriba y de esa forma conseguir la atención los espíritus. Quienes se veían sorprendidos y un tanto molestos. Aun así, Erwin mantuvo la calma y decidió hablar- Señores espíritus, lamento haber tenido que interferir de este modo. Pero su discusión por poco y hace que este lugar se derrumbe.

Con esas simples palabras los cuatro espíritus vieron el lugar y se dieron cuenta que, claramente, su discusión había sido muy intensa.

-Entiendo que se encuentren frustrados al no encontrar una solución a estos seres que nos han estado atacando hace casi un siglo, pero pelear entre ustedes no solucionara nada.

Nuestra Ultima EsperanzaWhere stories live. Discover now