Tenía catorce en ese entonces la chica que conoció a ese chico de veinte, con el cabello largo, ojos claros mortales, boca rosada, complexión fuerte, piel que hace llorar a cualquiera, no, exagero, era de buen parecer de eso no hay duda, pero tenía la manía de ser extraño, mentiroso, patán, frívolo, egoísta, entre muchos objetivos calificativos malos. La noche que lo conocí, el venia conduciendo una Bobber obscura, fumando un rojo, recogía a su hermana de clase de teatro a la cual yo asistía, todas las chicas sabían que claramente no era buen tipo, al verme, de reojo solo se notó que era la persona más vanidosa con tan solo mirar, me dijo que si era amiga de su hermana, le dije que sí, no para quedar bien, era la verdad, lo cierto es que Camila era la única chica con la que me llevaba del curso, ella era linda ojos miel, alta para sus 13 años, demasiado extrovertida, y alegre, jamás podías decirle que no a esa sonrisa
Una noche común, ella me abrazaba con fuerza, su perfume a lilas siempre era delicioso, teníamos tres meses de conocernos pero ser amigas era lo mejor que me había pasado, siempre estaba feliz, lo cual era genial porque su sonrisa me encantaba, Camila era la chica más linda que he conocido, tan risueña, tan ingeniosa, era la única que podía hacerme sacar siquiera una mueca de felicidad verdadera, yo cursaba en ese entonces tercero de secundaria, pero sinceramente estaba aburrida de mis amigos por parte de ella, cansada también, odiaba ir, solo quería pasármela en teatro quizás con ella mientras me cantaba canciones de una banda que ni siquiera conocía llamada Nirvana, bueno esos deseos no eran los más buenos, puesto que empecé a tener problemas con mis calificaciones pero no me importaba, yo solo quería sentirme feliz, una vez, en un día cualquiera la maestra de teatro no fue, dijo que ensayáramos la obra sin ella, el hermano de mi mejor amiga paso temprano por ella, pero no era normal, ella no estaba, ni siquiera había ido en dos días, entonces le pregunte cual era la razón y porque pasaba por ella, a lo que me respondía -Está enferma, vine por ti-
Con tranquilidad dije que -sí- monte a su motocicleta, lo tome de la cintura, iba muy rápido, o quizás no, pero como era la primera vez que me subía a una cosa así, pues no sabía que sentir pero él me decía que no tuviera miedo, que jamás me dejaría caer, llegamos a su casa, de pronto vi a mi amiga, me abrazo, estaba en pijama con short, algo despeinada, con las rodillas rosadas y la nariz resfriada.
-Hola- dije bajo y suave, mientras me abrazaba aun con más fuerza
-Te extrañe- dijo feliz
Comimos mucho helado esa tarde como la clase era de seis de la tarde a nueve de la noche, pude quedarme a jugar videojuegos en la consola con su hermano, el siempre estaba serio, pero feliz, mostraba emociones pasajeras a cortos momentos, Castlevania era nuestro juego preferido de los tres, fue la primera vez que me sentí como en casa, como en familia
-Gracias por venir- dijo con una mueca sería- aquel chico
-No hay porque, me divertí- dije sonriendo
-Camila se quedó muy dormida, pero en serio gracias por venir a verla - dijo mientras me daba el casco de la motocicleta indicando que me llevaría a casa
La quiero- dije mientras me ponía el casco
-Lo sé.- Dijo en tono feliz
Mientras hacíamos el viaje para llegar a mi casa, el solo manejaba pero también me decía que era buena chica, y que en serio agradecía que hiciera feliz a su hermana, cuando llegamos solo me beso la mejilla, despidiéndose.
Todo era como un gran sueño, en vez de ir a clase de teatro siempre iba a ver a Camila, ella me enseñó a hornear galletas, pero no solo me gustaba ir en la tarde para verla, también me gustaba saltarme las clases de la secundaria para ir al cerro con ella, ver las nubes, los animales, tomar fotos, desayunar, todo con ella era lo mejor del universo, era la protagonista de mi cuento, la chica de mis sueños, tenía las ojeras más hermosas que jamás había ignorado, la que bailaba con Floyd de fondo en su habitación mientras yo prendía un paquete de incienso olor a Jamaica y forjaba un cigarrillo bien ancho de maría que conseguía de un tipo de la escuela que conseguiría de mi nada más que una sonrisa, era ella, la chica que se metía a todo, menos a mis drogas, la amaba, era perfecta en todas sus facetas, me gustaba besarla mientras me veía preocupada por mis ojos que se tornaban rojos, y su sonrisa me decía que algo no estaba tan genial, mientras me decía que dejara de fumar cigarrillos malos, mientras me decía que me dejaba por fumar cigarrillos malos.
YOU ARE READING
Memorias catastróficas, verdes y empapeladas
Teen FictionDecisiones de mi vida con un toque poético, extrovertido, y ligeramente disfuncional, quién lo lea pensará qué es bastante anormal según su conocimiento o bastante aburrido, si quieres imaginar una historia solida, esta no lo es, más sin embargo si...