Cerrando capítulos

18 0 0
                                    

Después de tres años me había hecho la idea, me había casi convencido y tragado el cuento de que no éramos el uno para el otro, me repetía una y dos mil veces que lo nuestro fue un error de coincidencias, estaba casi segura, pero ahora...
Recuerdo el primer año, que ilusa fui, viví feliz borrando cualquier rastro tuyo en mi vida, fingiendo que nunca exististe, actuando como amnésica respecto al pasado en el que estabas tú, y al acabar el tiempo que dura un año, orgullosa, me decía que te había superado, que no fuiste tan importante en realidad, solo alguien más en el camino del destino, ni siquiera llegando a ser un hito; pero luego...
Viene a mi mente el segundo año, en el que por alguna razón que desconozco, me sentí nostálgica, consiente de mi soledad, prisionera de mis memorias, y comencé a extrañarte, a recordar lo que un día vivimos, a pensar en que hubiera sido, buscaba escusas para rondar los lugares en los que pudiera hallarte, casualmente claro. Rogaba a Dios que me permitiera verte a lo lejos, saber que estabas bien, feliz y vivo, no quería que pensases en mi o que me recordaras, ni tenía en mi mente la idea de acercarme de nuevo. No. Solo quería verte. El tiempo que había transcurrido era tanto que solo me quedaba aceptar la realidad que eso significaba, no eras para mí, eras imposible desde siempre, yo no signifique tanto en tu vida como tú en la mía, debía superarte y aceptar que te habías marchado, entonces ya sabía que amabas a alguien y aun así, aun así...
Pero ahora, pienso en este año en el que viví sin ti, sin pensar en ti, sin ti en mis recuerdos, entonces hago memoria de los duros momentos por los que pasé, las nuevas personas que conocí. Y fui feliz, dentro de lo que se puede. Me olvidé de ti, dejé de rogar, dejé de aferrarme, deje de soñar. Te superé.
Sí, cómo no, el destino cruel jamás me dejaría, pero eso quiero creer. Te superé.
De pronto, en un día cualquiera, apareciste. Entraste por aquella puerta sin que me diera cuenta hasta muy tarde, cuando ya estabas dentro; y entonces fingí no verte, no oírte, no saber de ti, aunque sabía que me podías ver pero no me importaba que lo hicieras, baje la mirada para evitar todo contacto visual y me perdí en mis reflexiones, quería creer que no era cierto, que no estabas otra vez ante mi presencia, fingí, no te hablé, te ignoré, tú no me hablaste, entonces lo entendí, no era tan importante. La segunda vez yo fui hacía ti, sabía que te encontraría, esta vez estaba preparada, aún así no pasó nada, no fui capaz, te vi a los ojos pero no pude decir algo, yo no era importante para ti sino, ella, la que estaba a tu lado sonriéndote y cogiendo tu mano, lo sabía porque me hacía sentir dolor. El tercer encuentro solo era una cuestión formal de un hola y chao que desafortunadamente demoró más de lo debido, no tuve escapatoria y esta vez te saludé, un simple: hola, a los tiempos, dijiste; mientras que yo: hola, sí; de esa forma sucedió, breve, simple, fugaz, sin enredos ni oportunidades. Pero qué podría decir, que después de todo este tiempo aún se me agita el corazón, que la fortaleza de mi mente no es tanta para dejar de pensarte, pues no, no hay algo que pueda decir porque tienes a alguien y soy consciente, cualquier cosa que diga resultaría incomoda. Pero si pudiera, quisiera decirte que lo siento mucho por no ser valiente antes, lo siento mucho por quererte antes y no saberlo, lo siento por alejarme de ti, te quise mucho, eres una persona valiosa para mí y espero que tengas una vida satisfactoria. Gracias por ser mi primer amor.

Nota: Este escrito está dedicado a alguien diferente al que me inspira siempre.
Fue mi primer amor ideal, alguien por quien me habría atrevido a intentarlo, pero se acabó antes de que me diera cuenta.

Confesiones de una desadaptadaWhere stories live. Discover now