Prólogo

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  Jamás me preocupó lo que pensaran de mí, tal vez porque hacía todo de manera correcta, tal vez porque, de hecho, para mí no había otra forma de hacer las cosas. Me gusta seguir la reglas, porque por algo están, y es para mantener a todos al margen, tener un orden y sí, ejercer cierto poder sobre los demás, es satisfactorio para las autoridades, el saber que pueden sentirse superiores, o quizá es sólo que disfrutan de hacer valer las normas, como yo, que en mi caso, es satisfactorio porque como estudiante, no tengo que molestarme por querer poner a los demás en su lugar, porque las normas ya lo hacen por mí. Cada quien hace lo que le corresponde, y no hay disgustos, lo que hay es un poco de orden en el interior de las personas, y ese orden es cálido, no hay nada más cálido que la paz interior y la tranquilidad que tiene uno consigo mismo. Ahora bien, yo siempre estuve del lado en el que se supone, todos deberíamos estar, el lado bueno, o como otros llamarían, el lado de los sumisos, pero no es ser llamado sumiso lo que en su momento me disgusto, ¿Es acaso que, la rebelión de la juventud me llegó demasiado tarde? ¿o sólo estaba esperando que algo hiciera click y activara la parte de mí que comenzó a querer romper las reglas? Él no sólo aceleró mi pulso la primera vez que lo vi fuera de la escuela, no le bastó con activar inconscientemente mis pasiones, me corrompió de a poco, despacio, casi fue inaudible la manera en que desató una lucha interna en mí. Mi independencia se esfumó en el instante en que sus ojos verdes se incrustaron como cristales pequeños en todo mi pecho, y se extendieron, sin darme cuenta perdí mi voluntad, y cuando me percaté de cuán perdido estaba de mi, o de lo que creía que yo era , había roto más de una regla, había acabado con mi orden y mi paz interior, había conocido otro tipo de calidez, una calidez que podía ser tan dulce como amarga, y un amargo dolor que a su vez contrajo inquietud, ¿lo peor? Yo se lo permití.  

teach me. »larryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora