Sin esperanzas.

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Una vez más, la misma rutina de siempre. Eran ya las siete de la mañana cuando Amy se había vuelto a quedar dormida y los primeros rayos de sol empezaban a colarse entre las rendijas de las persianas de su cuarto. Ella, aun adormecida, se levantó de la cama perezosamente y se dirigió instintivamente hacia la puerta del baño que conectaba con su cuarto, a la vez que olía el dulce olor de las tostadas recién echas con mermelada por encima que le había preparado su madre para desayunar. Abrió el grifo de agua fría del lavabo y empezó a echarse agua en la cara para refrescarse un poco. Se miró en el espejo, cogió un peine y empezó a peinar sus suaves cabellos rizados del color castaño que brillaban por la luz mañanera, y se fue nuevamente hacia su cuarto para vestirse. Aquella mañana optó por ponerse una de sus camisas favoritas de color blanco con topos rosas en tono pastel metida por dentro de sus típicos pitillos de pantalones ajustados negros con sus deportivas de siempre. Desde la cocina, su madre Christelle, ya comenzaba a reclamar a Amy de que bajara a desayunar.  

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⏰ Última actualización: Jul 17, 2014 ⏰

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El Suicidio SilenciosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora