DEL 05/07/2018

379 39 8
                                    


"Esto parece un circo de engendros y yo ahora formo parte de la función. No tengo nada en contra de ellos, no tienen culpa alguna por haber acabado siendo abandonados aquí: en medio de la nada, entre dos bosques y un lago. El pequeño (y de tan pequeño que ni en mapas aparece) Oakwood, un pueblo de mierda, literalmente, porque desde que pisé esta tierra sólo he visto vacas comiendo y cagando y tierras llenas de estiércol. Cuatro casas esparcidas de madera, una iglesia sin campanario, un pozo en medio de la plaza, sin agua, por supuesto, situado delante del ayuntamiento y en el cielo siempre dos nubes. Este es el lugar más remoto donde mis padres han podido enviarme. No han encontrado otro psiquiátrico más invisible porque tampoco tienen el tiempo suficiente como para sentarse y tomar decisiones así, aunque para ser personas tan atareadas bien se las han ingeniado para deshacerse de mí tan rápido. Es normal que aquí uno acabe sin cordura; sin embargo, aunque en estas 24h de internamiento lo haya pasado mal, me siento más liberada y cuerda que nunca..."

Apartó el bolígrafo y cerró el diario. 1578, 1579, 1580... Iba contando cada segundo. Allí no podían llevar reloj pero ella era paciente. Estaba acostumbrada a vivir en su antigua mansión, donde siempre la manejaron como a una marioneta: "Ela, ven aquí" "Ela, ponte esto" "Ela, ten una sonrisa siempre en la cara" "Ela, compórtate" "¿Qué van a pensar de nosotros?" y un sinfín de órdenes y desórdenes que acabaron por consumirla, en el fondo ella también se alegraba de haber salido de aquella gigantesca cárcel.

Seguía contando acurrucada entre los cojines y mantas tratando de no perder la cuenta, hasta que Morfeo se la llevó. No se sabe cuánto tiempo estuvo allí, pero se despertó al ver un atisbo de luz a lo lejos seguido de unos pasos.

Que sean ellas, que sean ellas, que sean ellas...

El chirriante ruido que provocó la máquina al ser apartada hizo que el vello de su cuerpo se erizara todavía más de lo que ya estaba porque el desconocimiento de quién iba a estar detrás de esa madera le puso muy nerviosa. El desconcierto se disparó cuando vio a una mujer de procedencia latina detrás de la pared. Era joven, morena de piel, labios gruesos, ojos color oliva y pelo oscuro y rizado recogido en una coleta alta. Belinda, se llamaba, y tenía 19 años.

¡¿Dónde están Laura y Janette?!

-Tranquila, Ela, soy Belinda. Laura me lo ha contado todo y he decidido adelantarme. Janette está con el psicólogo, supongo que ya lo conociste, el señor Daff. Es un inútil.

Ambas rieron. Se sentía cómoda con ella: no percibía ninguna amenaza, parecía entenderla y era amable así que decidió seguirla. Belinda le ayudó a salir del hueco y, a continuación, le dio dos besos en las mejillas. Ela se extrañó, el lugar donde se había criado era frío. La gente se saludaba dándose la mano o simplemente inclinando la cabeza. A penas había contacto físico y mucho menos rozando la cara. Se quedó unos instantes envuelta en una burbuja y en seco se dio cuenta...

¿Pero cómo sabe mi nombre?

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jul 12, 2018 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

GRIT(O)Where stories live. Discover now