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Días atrás Kishibe había recibido un molesto carraspeo que lo incomodaba en las peores situaciones. Estaba segurísimo que había cogido un resfriado y que dentro de unas semanas volvería a estar sano, no era algo de lo que preocuparse y sobre todo cerca del final de su obra maestra "Pink Dark Boy". Por ende, decidió ignorar aquella horrible tos que secaba su garganta y siguió con el manuscrito de su manga.

Luego de unos segundos de comenzar a dibujar la primera página del capítulo semanal de su obra la horrible tos lo invadió, incluso más intensa que los días anteriores, más desgarradora que jamás había sentido. Llevó su ante brazo hasta la boca, cubriendo la incesante tos que erizaba hasta el más fino bello de su cuerpo, siendo precavido para que su arte no se viese afectada, el gran Rohan no podía entregar una sola página sucia, no estaba en su ética. Sus pulmones se contraían, la garganta se le humedecía por una extraña razón y sus mejillas se tiñeron rosadas ante tal situación. Aguardó unos minutos, hasta que cesó y aliviado retiró su extremidad de sus labios creyendo que todo seguía en su lugar.... Lamentablemente se equivocaba.

En cuanto volvió su vista a la pálida hoja sus ojos se abrieron como platos, su sistema autónomo localizó temor y reaccionó levantándose de golpe de su mesa de trabajo, tropezando torpemente con sus propios pies y cayendo contra el suelo.

Sangre, hojas de cerezo.

Tal y como sus turquesas orbes presenciaban, el escritorio estaba completamente manchado con gotitas de aquel carmesí líquido y cubierto de finos pétalos rosados, como si de un jardín completo se tratase. El escenario tenía dos visiones a su parecer, verdadero arte bizarro, lleno de esplendor y calidez; agonía, temor e incertidumbre por otra parte. Dos polos que formaban diferentes significados, pero ambos ocasionaron la completa desesperación en su espectador.

Sus labios tenían una mezcla de dulzor y amargura, un sabor indescifrable para él. Sangre caía de ellos, como si de una fina cascada se tratara y llegaba a dar con las rocas, tiñendo también sus pálidos zapatos. Observó sus manos, antebrazo, ropa... Todo era sangre, sufrimiento, cólera.

¿Debería ver a un doctor?
¿Será obra de otro stand?
O quizás, ¿Estará perdiendo la cabeza?

— Tiene que ser una maldita broma.

Volteó su cuerpo hacia todos lados, tratando de buscar una "cámara oculta", preferiría mil veces que le estuvieran tomando el pelo y él pensaba que aquello era lo cierto, en cuanto atrapara al payaso le daría la paliza de su vida, su orgullo estaba siendo dañado y no podía perdonar algo como eso. Sus ojos se dirigían ansiosos hacia todos los rincones del cuarto, Heaven's Door fue invocado para el mismo uso pero éste también se encontraba en la misma situación, sorprendido y sin comprender lo que sucedía alrededor, toda su alma transmitía el mismo temor.

Nada, la habitación lucía como siempre y todo objeto estaba en su respectivo lugar, tal y como el de cabellos verdosos lo había dejado. ¿Extraño? Muy, por más que lo pensara una y otra vez no lograba encontrar una respuesta, su mente estaba en blanco y el cuerpo le temblaba. ¿Debería buscar ayuda? No, le avergonzaba demasiado todo esto. Sin embargo, si quería frenar todo debía hacerlo, agradecía tanto tener a Koichi como su confidente y cercano, quizás él sabría lo que le estaba ocurriendo y si no es así, al menos lo ayudaría, Koichi era un excelente amigo.

Se acercó al escritorio con temor, tomando entre sus manos el teléfono y marcó el número del albino con inseguridad, aún no estaba del todo convencido, pero ya era demasiado tarde, su cuerpo saltó al sentir el sonido de la línea del teléfono marcar a la casa del menor.

; HanahakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora