— Te vas a caer, chamaco del demonio, ¡bájate de ese árbol!
Reía viendo a mi abuela como me amenazaba con la chancla desde abajo, estaba trepado en un árbol. No me era difícil bajar, por algo me decían "el chango", pero ya me había dado miedo, mi abuela enojada no era muy buena que digamos.
— CON UNA CONDICIÓN, BAJA ESA CHANCLA.
Me la estaba jugando, pero el que no arriesga no gana.
— LO ÚNICO QUE VA A BAJAR A AQUÍ, ERES TÚ.
— MARÍA, SÚBETE A EL ÁRBOL Y BAJA A TU HERMANO.
La joven niña de trece años asintió decidida, comenzó poniéndose arriba de las raíces de aquél viejo árbol, lista para empezar a escalar el gran árbol donde me encontraba yo.
— ESTÁ BIEN, ESTÁ BIEN. ME BAJO YO, PERO DÍGALE A MARI QUE SE DETENGA.
Suspiré y me tiré para atrás, cayendo perfectamente en la tierra.
— Ahora verás, condenado chamaco. Orale, para la casa. Bajate de ahí Mari, la cena ya está lista.
Mi abuela me tomó de la oreja y me llevó a la casa que se encontraba ubicada a unos pocos metros.
— Auch, auch, auch, auch, abuela.
Mantenía mi cabeza pegada a su mano y aun así me dolía horrible. Okay, tal vez yo me lo había ganado por haber retarla, pero me dolía.
— Síguete quejando, que te voy a dar motivos para que de verdad te quejes.
Cerré los ojos fuertemente, esperando a que llegáramos a la casa, no quería quejarme más ó ahí sí me iban a dar con la chancla.
Sentí como el dolor disminuía considerablemente, ya me había soltado.
— órale, entra y vete a lavar las manos que ya casi está el caldo.
— ¿Otra vez caldo?, abuela, ya no quiero caldo.
— Si abue, el chango tiene razón. Nos la pasamos comiendo caldo.
— Antes digan que tienen para comer. A parte, ya van tres días que no comemos caldo, no exageren.
Mi hermana y yo bufamos, ya estaba harto de caldo, pero era eso ó quedarme sin comer.
— Mari, unas carreritas, quien llegue al último es un huevo podrido y paga los chescos.
Señalé el lavamanos que estaba junto al baño, el cual estaba en el patio.
María asentió retante y nos preparamos para correr.
— Okay, a las tres. Una, dos, tres.
Salí corriendo como alma que lleva el diablo, María venía tan solo unos metros atrás de mí.
— TE GANÉ, HUEVITO.
Mi hermana reía y reía, ella había llegado primero. Ni modo, pagaría los chescos. Rodee los ojos y suspiré, yéndome a lavar las manos.
— Listo, vámonos.
Tomé la mano de la mayor y fuimos juntos a la casa.
— Listo, siéntense qué vamos a comer.
Todos nos sentamos y como siempre agradecímos a Dios.
Miré el plato mi plato, donde estaba servido el caldo. Yo no quería pero tenía que comerlo si quería dormirme con algo en el estómago. Suspiré y tomé la cuchara llevando un poco de la comida a mi boca. Estábamos comiendo tranquilamente cuando de pronto un ruido en el patio de atrás nos distrajo a mí, a María y a mi abuela.
— Abuela, mira.
Señale la gran figura negra que se encontraba junto al árbol al que me había trepado tan sólo unos minutos atrás. Esa cosa no tenía ojos pero juraría que nos estaba viendo directamente, en especial a mí.
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La Sombra Del Diablo
Paranormal¿Lo sientes?, esa mirada que profana hasta lo más profundo de tu ser. Esa sensación de no poder dormir y no saber el por qué. El sentimiento de no estar sólo ó sola. Bueno, querido amigo, no son imaginaciones. ❪ Historia basada en un vídeo del DoQme...