La noche.

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-¡Que tarde es!" Exclamó Naruto estirándose con pereza luego de ver su reloj de pulsera. Eran las dos de la mañana. Soltó un sonoro bostezo, la tarea de hokage era tan agotadora... -Será mejor dejarlo por hoy, Sasuke, el cifrado va a tardar bastante- Le dijo a su silencioso acompañante, quien se limitaba a observar el holograma donde estaba descifrándose el pergamino de Kaguya. -Iré a casa. Hinata dijo que prepararía ramen casero, y seguro me guardó un plato- Concluyó con una sonrisa de añoranza al pensar en la dedicación con la que su esposa pensaba en él.

Sasuke no lo miró en ningún momento, pero asintió secamente, sin intención de moverse de allí. Claro que él querría volver a su casa, pero era su deber de ninja el descifrado de ese pergamino. Estaba tardando demasiado y eso le quitaba el sueño.
Naruto frenó su retirada y lo miró, estaba tan enfrascado en su labor, que quizás ni siquiera recordaba.
-Sasuke, sabes que día es hoy?- Le preguntó -Deberías estar con Sakura-chan- dijo con un guiño travieso.

El aludido se tensó al oírlo. Claro que sabía que día era hoy, pero no esperaba que Naruto lo supiera, al fin y al cabo era un tema concerniente a su privacidad. Quizás Sakura se lo había dicho, y eso le desagradó. Ella sabía que a él no le gustaba que se supiesen esas cosas.
-¿Ella te lo dijo?- Preguntó él.

-Claro que no, me subestimas como hokage. Debo saberlo todo sobre mi aldea- Dijo Naruto con orgullo, por supuesto que nadie podría ganarle en ser una vieja cotilla. Mentiría si dijese que no buscó hasta el hartazgo el documento que probase lo sucedido para saber la fecha. Es que moría de curiosidad, Sasuke era tan privado que no hacía más que aumentar su intriga.

Sasuke suspiró, debía haberlo supuesto, al fin y al cabo, hokage o no, era Naruto.
-Usuratonkachi- murmuró, con una sonrisa torcida. -Me iré. Llámame si hay novedades- Dijo antes de salir de la habitación, ignorando las miradas burlonas de su amigo.

Ya yendo tranquilamente hacia su casa, disfrutó lo vacía y silenciosa que estaba la calle para enfrascarse en sus propios pensamientos. Una vez Sakura le dijo que era igual a un iceberg. Lo que podía verse apenas era una pequeña parte de todo lo que había en el interior. Y él sabía que ella tenía razón.

Entró a su casa por la ventana. No tenía llave, por una cuestión de practicidad. ¿Para que la querría si apenas estaba en su hogar? Pensó con amargura.

Sakura siempre le dejaba la ventana abierta, aunque nunca llegaba a entrar por allí. Ella estaba despierta y sabía cuando llegaba, dándole la bienvenida. Pero esta vez era mucho más tarde de lo habitual y estaba seguro que su esposa estaría ya dormida. Lo último que quería hacer es molestarla, así que siendo sigiloso, entró a la habitación que ambos compartían y se descalzó con cuidado.

No se equivocaba, Sakura estaba durmiendo, abrazada a una tela que no pudo identificar. Pero había algo diferente en la habitación. Pudo ver velas que habían sido apagadas por su esposa, consumidas ya por el final. Y Sakura no estaba usando uno de los típicos camisones de algodón que solía usar. Esta vez vestía un precioso camisón de seda verde, que contrastaba maravillosamente con su piel. Sasuke quedó boquiabierto, hacía tanto tiempo que no veía a su mujer tan... erótica. Podía ver casi en su totalidad las torneadas y elegantes piernas de Sakura, que descansaban grácilmente entre las sábanas y apreciar su fina silueta. Era una imagen preciosa.

Se acercó para poder admirarla mejor y apreciar su belleza, pero pudo ver que en las mejillas de Sakura había restos de lágrimas. Ella había estado llorando, y la tela que estaba abrazando era una camisa suya. Y allí cayó en cuenta. Ella se durmió esperándolo, por ese día especial, y nuevamente él le había fallado. Se sintió terrible consigo mismo.

La noche (One-shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora