Hell

Toda mi vida siempre he estado ligado a Craig. Desde el incidente con las niñas asiáticas en cuarto grado hasta la preparatoria; y aun cuando lo del asunto del yaoi pasó a segundo plano, él y yo seguimos juntos. Nunca he estado actuando por mí mismo, siempre pensando en lo que Craig, mis padres, mis amigos y todo South Park quería, pero... ¿Qué es lo que yo quiero?

Solo soy un chico paranoico adicto al café con drogas. ¿Qué se podría esperar de mí? Ni siquiera entiendo por qué las asiáticas me emparejaron con Craig. No tengo nada de especial y casi ni convivía mucho con él, hubiese entendido que lo quisieran con Clyde, Token o hasta Jimmy, incluso hubiese comprendido mejor si fuese con alguno como Stan o sus amigos, pero ¿Yo?

Soy un monstruo con paranoias, adicto a la cafeína y sin poder detenerme, y si hay algo o alguien que me provoque no dudo en golpearlo hasta dejarlo inconsciente. Tal vez tenga buenas calificaciones y sea bueno en algún que otra deporte, o incluso cocinando, pero... ¿eso de qué me sirve? Mis cualidades son más bien defectos. Quizá debería estar en algún manicomio.

La soledad siempre ha sido mi amiga, en casa y en la escuela. No me malentiendas, tengo amigos, y convivo con ellos, pero la sensación de vacío no se va nunca. Sé que mis padres me quieren y eso, pero tampoco es como que sienta todo el amor de su parte. Todo lo que siento es presión sobre mí, desde los diez años y ni hablar de los putos gnomos que se roban mis calzoncillos ¡Agh!

Pero ¿Sabes qué es lo que más me fastidia? Que realmente esta soledad es una vil mentira, nunca estoy solo, nunca lo he estado, siempre has estado ahí aun cuando yo no te viera. Esa presencia que sentía, de la que culpaba al gobierno, aliens o incluso los mismos gnomos –aunque ya te deje en claro que esos sí entraban a casa– no era de ninguna de esas cosas.

Eres un hijo de puta, y no me importa que puedas matarme si quisieras, hace mucho dejé de temerle a la muerte; mis paranoias han aumentado por tu culpa, y ya nadie me toma en serio. He aprendido a valerme por mí mismo, e incluso llegué a pensar que estaba loco, o esquizofrénico en todo caso; no importaba donde fuera, siempre estabas ahí.

Y lo peor de todo es que no puedo alejarte, no solo no puedo, sino que tampoco quiero. Para bien o para mal, eres el único que ha estado ahí, mi única compañía. Sin ti me hubiera desmoronado de tanta soledad, tú me enseñaste a vivir con ella, a adaptarme, y sobre todo a nunca ceder en algo si quería, por más estúpido que sonase. Ya no le temo a nada, más que a que te vayas.

Sé que esto es muy marica, ¿y qué? Desde los diez años fui catalogado así, al igual que Craig. Pobre Craig, realmente no sé si me ama o solamente cree amarme, igual es un buen amigo para mí, siempre ha estado a mi lado, y no sé qué pasaría si se enterara de tus visitas. Probablemente terminaría mal para él, pero no quiero verle herido. Prometiste no lastimarlo.

Aunque sí, sé que no cumplirás esa promesa si Craig se interpone. Haces lo que quieres, sin importarte nadie más que tú mismo. Y por eso te admiro, eres todo lo que yo desearía ser pero que jamás me atrevería. Tú solo tomas lo que quieres, y solo quieres lo que tomas. Eres egoísta pero solo con las cosas que realmente te importan. Tan incomprendido.

Todas las noches vienes a casa, casi cerca de las 3:33a.m. "La hora del demonio" y aunque quizá anteriormente te temía, ahora espero tu visita con ansias. Nadie sabe de esto, y aun si les dijera no me creerían. Mejor para nosotros. Siempre te quedas ahí, en la silla de mi escritorio, yo en mi cama, ambos mirándonos fijamente, hasta que te pido sentarte junto a mí.

Lo que pasa después es nuestra rutina, tan abrasadora y placentera como el mismo infierno, aquel que te consume lenta y dolorosamente. No siento culpa, tampoco te tengo rencor. Tú mismo fuiste quien me abrió los ojos la primera vez. Yo no tengo escapatoria. Estoy ligado a ti. El hilo rojo que nos une esta enredado en mi cuello, y no hay ninguna posibilidad de cortarlo. ¿Por qué luchar?