- ¿Qué sucedió? Se escucharon gritos. – dijo una señora rubia que llevaba un vestido ajustado negro como si antes había estado en una fiesta.
- Hmmm, Mathew... se cayó. – solté.
- ¿Qué? ¿Pero cómo? – preguntó Alex, el chico de la silla de ruedas.
- Una explosión movió el planeta y resbalo, o sea que no existe gravedad aquí. – respondí
- Oh, si, estábamos intentando conectar unos de estos cables del maletín que dejó el presidente y salió una llama de fuego, suerte que nadie resulto herido, pero el muchacho sí. – informó un hombre bajo y corpulento que recién levantaba la cabeza, ya que se encontraba encorvado sentado en el piso intruseando en el maletín negro.
Me pasé cerca de una hora charlando junto a Alex a unos metros del grupo, Alex por lo qué vi o conocí de el era un chico super intelectual e inteligente que también le gustaban los deportes, pero no podía caminar, le agradaba jugar basquetbol y leer libros, me contó muy secretamente de que la próxima semana lo operarían. Nos sentamos, al menos yo, a ver donde estábamos específicamente, hasta que divisamos la luna que no estaba tan lejos y atrás de esta había una grisácea nube negra, que supusimos que era la tierra «cayéndose a pedazos».
- ¿Por qué crees que haya ocurrido esto? – me preguntó seriamente mientras ambos teníamos nuestros ojos apuntando hacia la Tierra.
- No lo sé, tal vez el fin del mundo decidió salvar a unos poco.
- ¿Crees en Dios? – me volvió a hacer una pregunta.
- Mmmm, realmente nunca asistí a una iglesia, no. – respondí sinceramente, teníamos que ser sinceros de alguna forma, era el fin del mundo después de todo.
- Bueno, esa es tu forma de ver las cosas, en cambio mi familia y yo éramos muy religiosos, asistíamos todos los días a la iglesia, siempre creímos que Dios era nuestra salvación y respecto a esta situación, yo opino que el nos ha salvado y nos ha enviado hasta aquí. - mencionó, su voz era intelectual al igual que él.
- Excelente opinión. – me limité a decir con mi voz aguda.
Alex luego se fue y me dejó a mí sola, me recosté y reflexioné lo que ocurría, siempre fui una persona reflexiva.
Desperté a las horas, supongo, ya que estaba claro y el sol alumbraba desde atrás. Fui a donde creí que estaban todos, pero no, no había nadie. Mi estómago me limitaba a avanzar más, busqué por todos los lados de Burgosia, después de todo, el planeta era casi plano.
Llegué a donde el planeta comenzaba a tener inclinación, ahí fue cuando escuché unos gritos desde abajo.
- ¡Hey! ¡Hey!, ¡Julianne! – decían los gritos de las voces ya conocidas. - ¡acá abajo!
Miré hacia abajo y exacto, estaban en otro pequeño planeta que al menos yo no había visto, este era morado y tenía pequeños anillos transparentes, ahí estaban todos más otra persona que me costó reconocer: Mathew. Cuando cayó en realidad no había caído al infinito, sino que había aterrizado en aquel cuerpo espacial.
- ¿Cómo llegaron hacia allá? – grité.
- Salta, sólo debes saltar. – dijo el caballero corpulento seguido por unos gritos animosos de parte de las pequeñas niñas mellizas pelirrojas que había visto antes.
- Pero... ¿cómo? – no me atrevía a hacerlo.
- Sólo salta, no es mucha la distancia. – mencionó Alex.
- Bueno, lo intentare. – grité sujetándome el cabello para que no me tapara la cara y así poder ver.
Tomé un poco de distancia hacia atrás, mi idea era correr, tomar impulso y saltar, si ellos habían podido saltar como dijeron, yo también podría.
Corrí, hasta que estaba a unos centímetros de caer y me detuve, sin embargo, mi cuerpo ya se había ido lo suficientemente hacia adelante que sentí como mis piernas se volcaban.
Su escritora, Julianne Del Río.
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Una Caída Estrellada [Borrador] [Trilogía Juegos Mentales]
Short Story¿Qué pasaría si algún día, la tierra amaneciera sin gravedad? ¿Quiénes se salvarían? ¿Qué ocurriría con los políticos? ¿Con los creyentes de Dios? ¿Y nuestra h...