Había una vez en un pequeño lago del oeste meridional una criatura de baja estatura que luchaba por mantenerse en pie, pero había mucho viento y eso le hizo rodar. Rodó como una croqueta 80 metros y nunca mejor dicho, pues la criatura era una croqueta con patas. Cuando se levantó la pequeña criatura, estaba delante de una mansión encantada que parecía estar hecha de algodón de azúcar. Cuando se giró se dio cuenta de que tenía al lado a un enorme monstruo come croquetas, entonces la pequeña criatura-croqueta corrió hacia la mansión para refugiarse del monstruo, pero cuando estaba por llegar salió su madre y le pegó fuertemente con una escoba vieja. Nuestro amigo croqueta intentó entrar en la mansión de algodón de azúcar, pero dos soldados con cabeza de caramelo dijeron "No podrás pasar". La croqueta desesperada comenzó a llorar, aunque en lugar de lágrimas salían trocitos de jamón -¡¿ESO QUE ESTÁ OLIENDO MI NARIZ ES JAMÓN?!- Se escuchó la voz del rey a lo lejos. De pronto se escuchó una risa profunda que se acercaba. Era una gigante masa de caramelo con una corona de palomitas que dijo: "Déjenlo pasar". La croqueta aún con trocitos de jamón en los ojos no se atrevía a dar un paso, y el rey le dijo: "Vamos, te presentaré a la vieja repartidora".
La croqueta sonriente aceptó la invitación y, agradecida, siguió al enorme rey hasta su gran sala de visitas. Ahí se acomodaron y el rey mandó traer un aperitivo para la pobre croqueta. Una vez ambos disfrutaron de todo tipo de dulces, el rey le pregunto a nuestra amiga croqueta qué es lo que ella traía por su castillo. Ella iba a responder, cuando se acordó que era diabética. "Mierda", exclamó. Y el rey ante tan grosero comentario, llamo a su guardia al grito de: "QUE LE CORTEN LA CABEZA". Como las croquetas no tienes cabeza, la guardia no supo cómo actuar, y se quedaron mirándose entre ellos, impactamos por lo radical de su superior. La croqueta se salvó de sus verdugos gracias a su falta de cabeza, pero acabó siendo en vano, puesto que murió de diabetes en ese mismo instante. El rey se encogió de hombros y decidió que ese jamoncito no se podía tirar. Así que el rey fue feliz y se comió a la croqueta.