réquiem

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[ f a d e   t o   b l a c k ]






“Y aquellos orbes celestes eran un bello cielo.
Mi cielo”.






March, 1983.

— ¿Por qué no vamos? —Kirk estaba sentado en el otro extremo del banco. Hice un gesto que denotaba mi astenia—. Vamos, Jase, hace tiempo que no vamos a una.

Recién habíamos salido del conservatorio y como siempre, nos deteníamos en aquel lugar para conversar un poco.

Era una tarde casi al final de marzo, una tarde cálida; la primavera recién nacía, alejando los gélidos vientos y entregando un bello panorama de vivas flores que nacían entre los arboles y arbustos, todas de infinitos colores.

— Bueno, me agrada la idea —sonreí—, ¿es la banda de Lars?

Dejó escapar una risita nerviosa antes de contestar. Su nerviosismo se reflejó como un leve sonrojo sobre sus mejillas y con esa sonrisa que daba paso a bellos hoyuelos.

— Sí —afirmó—. Les he escuchado en un par de ensayos —jugó con sus dedos—, son buenos.

— Lo sé —le miré—, lo repetiste hasta que te cansaste.

Ambos dejamos escapar una risa.

Kirk era mi compañero en las clases de música, él tomaba lecciones de guitarra y yo de bajo. Al principio no nos hablábamos con frecuencia ya que nuestros cursos estaban separados; hasta que su profesor y mi profesor decidieron realizar una clase para aprender distintos estilos con ambos instrumentos, fue en donde Kirk solía sentarse a mi lado durante las lecciones. De ahí, habíamos establecido una gran amistad que creció durante casi dos años.

— Me gusta él —mencionó con tono bajo luego de un par de minutos en silencio.

Le miré, intuyendo a quién se refería.

Kirk hablaba de Lars muy a menudo durante los últimos cuatro meses; le había conocido por otro amigo, Gary Holt, un chico que también iba con nosotros al conservatorio. Era muy obvio que no había una amistad solamente.

— Lo sé —sonreí. Se le veía nervioso, pero sabía que no era la primera vez que le gustaba un chico—. Hablas de él todo el tiempo, Kirk.

— Es que, es difícil no recordar esas verdes irises atacándome —dejó escapar una risa.

— No hay problema con eso —miré hacia un lado.

— Bien —miró su reloj de mano—, la tocada comienza a las diez y son las seis con treinta —me miró—, ¿quieres ir por una hamburguesa antes? —sonrió.

— Por supuesto.

Nos levantamos del banquillo de metal y caminamos hacia mi auto.

Era sábado por la tarde, había niños y adultos mayores en el parque, comprando caramelos o helados de vainilla y chocolate.

Fui con Kirk hasta una pequeña cafetería en donde vendían gran variedad de postres y comida rápida. Era un lugar especial, ya que solíamos ir ahí casi cada sábado luego de nuestras lecciones. Las camareras que trabajaban en el lugar nos conocían ya y algunas veces conversaban con nosotros, especialmente Rebecca, una chica de cabellos negros que siempre coqueteaba con Kirk. Era muy linda, pero Hammett nunca sintió algo profundo hacía ella.

Una vez en nuestra mesa, ordenamos lo de siempre: un par de hamburguesas con papas, latas de soda y helado de yogurt con nueces, chocolate y avellanas.

one last time; jamesonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora