Where am I?

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He estado pensando en renunciar. Llevo ocho días aguantando el llanto en el escenario. Llego a casa, me encierro y todo se detiene por un instante. El dolor es insoportable en la garganta y el corazón me escuece todo el tiempo.

Hablo de algo metafórico, casi simbólico. Quiero decir que no puedo ir al médico por algo así, porque me encuentro en un estado mental a punto de convertirse en cenizas.

No siempre fue así de complicado. Al principio había una especie de armonía entre los demonios y los ángeles en mi cabeza. Así como había paz, había tormentas muy fuertes que terminaban por extinguirse.

Pero ahora es diferente, porque entre más altos son los escenarios más vacía es mi existencia, más rápido se precipita el agua.

Hakyeon ha entrado al cuarto de ensayo. Yo he llegado primero y desearía que me dijera que lo estoy haciendo bien, que ver mi rostro a la primera hora del día es alentador. Pero sé que va a llevarse una sorpresa desagradable, porque mi cara no es más que una expresión llorosa.

Lleva audífonos, la luz del teléfono se refleja en su cara y mueve los hombros y los labios al ritmo de la canción. Hasta ahora no ha reparado en mí. Deja sus cosas en una esquina y se sienta frente al equipo de sonido, conecta algunos cables y aleja los auriculares para dejar que la música fluya por toda la habitación.

No es una canción que conozca. Ni siquiera es nuestro idioma. Lleva el ritmo en un tic de sus piernas y no deja de mirar el celular. Hay algo que me vacía el alma, me vuelve añicos los nervios desde hace algún tiempo, y es verlo tan distante, desconocer qué lo hace sonreír a la pantalla que excluye al resto del mundo. Quizá se trata de celos. No tengo idea de qué tipo. Pero a veces anhelo la felicidad e imploro por ella como en un rezo.

Podría ser invisible por completo si él no dejara que la música lo sedujera hasta hacerlo dejar de lado el teléfono. Así es como llega a ser consciente de mi existencia. Cierra sus ojos mientras se pone de pie, camina hasta la marca y el coro le hace abrir los ojos para dar un primer paso. Entonces me ve sentado en el suelo, con las piernas recogidas y los brazos alrededor en una posición retraída y triste. Me ve observándole en silencio y me devuelve el gesto con curiosidad y aparente calma.

Me sonríe y paso de pensar que ya no tengo remedio a que tal vez de algo sirve soportar ese extraño dolor de la vida.

Me he estado aferrando a la vida por él y he estado viviendo para él, por la manera en la que me mira, por sus manos firmes y para ver sus pasos alienantes. De alguna forma ha logrado mantenerme con vida sin saberlo.

Hoy es un día libre, sin embargo, es martirizante y agotadoramente eterno para alguien que piensa demasiado en el fin.

Miro sus ojos a través del espejo y me doy cuenta de que usa nuevos lentes. Unos fascinantes con la capacidad de transformar a quien sea en un llamativo punto en la distancia.

Miento.

Él llama la atención por sí solo. Casi me odio por pensar en que ese artículo pueda volverlo a él más brillante de lo que ya es.

La forma de sus ojos me gusta, y sus pómulos altos. Si hay algo que me atraiga más, es su piel cuando está mojada.

Me gusta verle moverse por el departamento, sentarse en el sofá a mirar la pantalla de la televisión en silencio. Tiene esa extraña costumbre de encenderla y no ver nada interesante. Tal vez le tranquiliza, lo desestresa, como pasa con la gente y los baños calientes y el vino espumoso. Es raro, pero es diferente y no porque sea un hombre gloriosamente bello, sino porque su mente es brillante y compasiva.

Cuando es verano (Neo-Vixx)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora