¿A dónde vas cuando no tienes un punto de partida? ¿A dónde vas cuando no tienes ni siquiera un destino concreto al cual llegar? Tus pies caminan, como descalzos, hiriéndose entre las piedras que reposan en las veredas sinuosas que, encima, a veces te pierden. Tus pies caminan, y muchas veces te extravían en un mundo repugnante que no parece ser el tuyo. Y por más que caminas más te pierdes. Y entre más te pierdes, más confusa se vuelve la vida. A tus lados camina gente como muerta. Digo muerta porque va, pero no te saluda, no te mira. Solo camina como una manecilla de reloj cuyo único propósito es marcarte el puto tiempo. La gente va como estúpida delante de ti, aunque quizá, como tú, tampoco tiene un destino.
Es tres de septiembre.
El uber me ha dejado en la estación de la montaña, misma que está en las faldas del Ajusco. La estación es una especie de primera parada antes de ascender hasta la cima donde está situado el enorme palacio virreinal que ahora funge como universidad. Según puedo distinguir, la estación es un gran edificio blanco con cristales en los cuatro puntos cardinales que contrasta violentamente con la infinidad arbórea que se distingue detrás de él con miles de pinos y árboles de grandes texturas verdes.
En las inmediaciones de la estación Wuivre yacen estacionadas al menos una treintena de camionetas negras que serán las que nos lleven hasta el palacio.
Esos son los protocolos de la universidad. Ningún vehículo ajeno a la institución puede subir. Una de las razones es que el camino es un tanto sinuoso y accidentado, y las camionetas cuatro por cuatro que están allí cumplen con los requerimientos para escalar sin dificultad.
Por lo que he investigado, las autoridades universitarias brindan el privilegio, a algunos alumnos selectos, de ascender en helicóptero hasta la cima y aterrizar en una de las plataformas de aterrizaje que hay cerca del palacio. Pero como digo, son exclusivos quienes tienen estas concesiones.
—¿Y ahora a dónde voy? —me pregunto, indeciso, mirando hacia todos lados.
Camino un poco nervioso hacia la estación, donde ya veo una gran concentración de estilizados estudiantes que caminan por los jardines esperando instrucciones para abordar las Lobo que los llevarán al palacio. En cambio otros, como yo, apenas nos dirigimos a la estación, donde los oficiales nos darán el pase de abordaje una vez que nos hayan realizado el protocolo de revisión.
—Sí, porque de pronto podemos traer drogas o bombas en el culo —susurro para mí.
Aunque traigo una chamarra de cuero, el frío es insoportable. Así que no me quiero imaginar cómo estará el clima en la cima. De hecho está nublado y pareciera que lloverá. Como decía el reglamento que nos enviaron a los alumnos de nuevo ingreso junto a la carta de aceptación, todas nuestras pertenencias debían enviarse en dos maletas negras quince días antes del inicio del curso, así que espero que la mía haya llegado sana y salva y sin contratiempos.
—¡Jóvenes, les pido de favor que pasen por su pase de abordaje lo más pronto posible! —grita una mujer respingada que viste saco y falda de satín blanco, acercándose al recibidor de la estación—. ¡Muevan esos piececitos rápido, porque si cae la tormenta, las condiciones de traslado en la montaña del Ajusco podrían poner en riesgo el ascenso!
Se arma una barahúnda y yo corro para formarme en una de las primeras hileras que están más cerca de mí. Todos llevan trajes finos, y yo apenas unos pantalones de mezclilla un tanto desgastados que no combinan con ningún chico que esté cerca de mí. Las chicas visten elegantes faldas y vestidos (sí, con todo y el jodido frío que nos ciñe), y están peinadas y maquilladas como si su fin fuera participar en un desfile de modas.
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LA ÉLITE DE LO PERVERSO ©
Novela JuvenilSobre lo alto de las cumbres del Ajusco, alejado de la urbanidad, rodeado por un cinturón húmedo y boscoso, se yergue un antiguo Palacio virreinal que ahora es la sede de una de las instituciones más prestigiadas de Hispanoamérica; la universidad pr...