Sonrisa tan brillante como el mismo sol.
Mirada tan penetrante que puede detener un corazon en segundos.
Voz tan armónica como una canción de cuna.
Hoyuelos tan tiernos que pueden hacerte sonrojar con solo verlos.
Labios tan dulces como mil cubos de azúcar.
Pecho tan cálido en el que podrías pasar todo un invierno sin pasar frio.
Ese eres tu, tu y tu maldita forma de ser. Tu, un engreído realmente inteligente que puede tener a la chica que quiera a sus pies y mantenerla allí, enamorada por una eternidad; un insensible que disfruta de ver caer lágrimas solo si son por él y para él. Un monstruo que desayuna las mariposas muertas del estómago de alguna princesa, que cena los corazones rotos y lo acompaña todo con una enorme copa de sangre ya fría de tanto que hirvió en vida.
Y aun después de saber todo aquello...
Sigo besando cada fotografía en la que estamos juntos, lloro con cada canción que en mi cabeza lleva tu voz, deletreo tu nombre cada que estoy leyendo, te miro justo sobre mi hombro cada que me reflejo en las ventanas, deseo con toda la fuerza de mi corazón que sueñes conmigo esa noche.
Y cómo carajos quiero dejar de hacer todo aquello si los recuerdos de tu calor me invaden?
El como con tu mano acariciasté mi rodilla mientras mis piernas estaban sobre tu regazo; como acariciasté con ternura mi cabello mientras descansaba en tu hombro; como acariciasté esa zona en mi cuello tan sensible que ni yo misma sabia que existia.
O como tus manos encajan perfectamente en mi cintura, como me miras cuando finjo estar distraída, como ries de manera burlona después de jugar con mi cabello.
Y si me dieran a elegir una sola cosa cual olvidar, seria aquel momento en el que tus brazos me rodeaban y, sin estar preparada, besaste mi frente de una manera tan dulce que me ardió.
Aun hoy tengo la marca de tus labios sobre mis ojos, siempre que la miro me pregunto...
Por qué tienes que ser así de venenoso?
