Sostengo mi pesada respiración, a pesar de todo. Mi pecho sube y baja con ímpetu y por alguna extraña razón creo que se saldrá de mi pecho, no estoy segura, pero lo considero. Quizás sea el sentimiento de apnea o simplemente sueño, sí, debe ser que estoy soñando. Mi corazón pide a gritos un descanso o terminará estallando, pero no lo hago, lucho contra todo.
Mis piernas pesan y duelen hasta la médula, mis muñecas y tobillos pelean a todo poder, pero es imposible, es una pérdida de energía y yo lo sé. El sudor corre por toda mi espalda y está estático en mi cuello y nuca, lo siento en mis senos y es incómodo, pero mi verdadera preocupación no radica en él, no ahora.
La falta de espacio me provoca una sensación aterradora y un nudo se forma en mi garganta, no puedo siquiera pasar saliva y eso está atormentándome, pataleo con mis tenis el material duro que se lanza sobre mí, pero este ni se inmuta.
Estoy a oscuras y me es imposible ver algo, pero sé que estoy en el baúl de un auto. Mi cabeza duele hasta el infinito, siento como si hubiese sido martillada y tuviera clavos en ella.
—Tranquila, estás bien.
Trato de hablarme a mí misma, pero me aterra la sensación de estar encerrada, sin aire, sin luz. Justo cuando hablo siento el sabor metálico que se cuela por mi lengua, y cuando me doy cuenta de que llevo sangre en los labios, pataleo, otra vez más.
Estoy llena de miedo, es enfermizo. Mi cuerpo duele, llevo un largo rato en la misma posición, incómoda y muriendo de ansiedad.
Con mis muñecas atadas tomo mi boca con frenesí como si quisiera arrancar la sangre de mí y solo logro gemir de dolor, de impotencia. Me quejo de dolor, me arde el labio y grito frustrada.
Vuelvo a mi cabeza y solo hace doler más cada vez que el auto gira o avanza de golpe, sé que vamos en la autopista porque llevamos un rato parados y seguramente el semáforo va en rojo, grito —sacando fuerzas desde mi garganta—, pero está parece quebrarse en el intento.
Pataleo repetidas veces y luego —con las lágrimas amenazando a mis mejillas—, grito y ni siquiera sé cómo lo logro.
—Ayudénme, por favor, alguien ayúdeme —pero en el momento en el que algo logra salir de mi garganta, sé que es inútil.
Los cláxones empiezan a sonar, bulliciosos, desesperados y constantes y provoca entonces las lágrimas que anteriormente habían amenazado con salir.
Sé que nadie me escucha, sé que todos están sumergidos en el tránsito y no se percatan de nada de lo que sucede a su alrededor, creen que son solo ellos.
Mi estómago se retuerce, está lleno de ira y nauseabundo, al igual que yo. El hedor a sudor se impregna por mis fosas nasales de una manera sumamente desagradable y me dan ganas de vomitar.
Con las piernas dobladas y los tobillos atados forcejeo contra la cuerda que hace un hoyo en mí, lo siento, no tengo que verlo.
Con cada movimiento que hago y tiro de ella quema en mi piel y me quejo de dolor, pero eso no me impide que continue golpeando la caja del auto.
El roce me está cociendo los tobillos y las muñecas también, pero estas últimas tienen un dolor un poco llevadero. El auto arranca de golpe y me sacude con frenesí haciendo que gimotee por el golpe que me he pegado.
Mi respiración decide bajar su intensidad y tratar de ir al compás conmigo, el sudor que hacía que el cabello se me pegara a la nuca de manera incómoda, ya se ha secado y las náuseas han mermado. Trato de calmarme porque sé que no veo nada, no ver me resulta mejor.
Sé que cuando vea la sangre de mis tobillos y muñecas me echaré a llorar como una bebita y todavía no estoy preparada para eso, desde que tengo uso de razón la sangre me ha mareado, siempre lo hace y solo llevar el pensamiento o la sensación a mi cabeza me produce un sabor amargo en la boca y lo escupo.
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Perversus
Mystery / ThrillerTodo empezó con un siniestro secuestro, lo que pasa después, no es casualidad.