Tsunayoshi, desde niño, escuchó que cuando cumpliera sus diez años se definirían dos cosas muy importantes en su vida; la primera era que en alguna parte de su cuerpo aparecerían las iniciales de su pareja destinada, y la segunda, que definiría a qué clase de humano pertenecería. Vivió entonces esperando ansiosamente, deseando con intensidad descubrir aquel par de cosas, acumulando mucha ilusión, esforzándose en convertirse en una buena persona para enorgullecer a sus padres y en un futuro a su destinada o destinado. Y a pesar de que las cosas no se le dieran demasiado bien, siempre intentó conservar su sonrisa.
En su décimo cumpleaños, cuando su madre le cantaba una canción, su padre —quien había llegado a casa sólo para esa fecha—, le tomaba una fotografía con los regalos, y en conjunto le vitoreaban por su gran paso; las mariposas en su estómago debido a la emoción crecieron hasta tal punto que tuvo que cantar para aliviar un poco su malestar. Sonrió, sopló las velas, pidió como deseo el hacer feliz a la persona destinada para él y mordió el pastel con ganas.
En ese día se la pasó muy bien, olvidando por completo su malestar inicial, envidiando a un par de sus amigos que siendo sus vecinos y amigos de infancia habían terminado siendo destinados y en ese punto empezaban una relación divertida y feliz. Esperaba que su persona destinada también estuviera cerca, pero por sobre todo no quería ser de los casos en donde jamás se podía encontrar a su alma gemela.
—Tsu-kun —susurró su madre cuando recogían la mesa—, mira tu muñeca.
—¿Qué? —dejó todo de lado para revisarse los brazos.
—Vi una marca —sonreía con ilusión por compartir aquel momento tan especial con su pequeño y único hijo.
En ese día Tsuna se sorprendió al ver las iniciales de su pareja destinada, mismas que se tatuaron en su piel con una forma particular, pero claramente se diferenciaban los trazos "RA" en donde cada letra tenía un relieve extraño. No le tomo mucha importancia al ardor que la marca le produjo, tampoco la rara forma o la caligrafía en diferente idioma, no sería la primera persona cuyo tatuaje estaba algo deformado por casualidades del destino o cuyo destinado no compartía raíces japonesas, sin embargo, Tsuna también sabía que esa rara forma de escritura debería ocultar un significado especial.
Omega...
Tsuna cumplió sus catorce años sin pista alguna sobre su destinado, sin lograr mayor éxito que aprender algo básico de un idioma extranjero en donde las iniciales tatuadas en su muñeca cobraron algo de sentido, ocultando su marca por seguridad o tal vez alguien lo tomaría como objeto de más burlas, enfrentando su condición omega que le generaba múltiples desprecios y maltratos, soñando con estudiar fuera de su país para mejorar alguna habilidad que descubriera algún día.
Era mediocremente feliz, y a más de eso, estaba incompleto.
—Algún día lo encontrarás —sonreía su madre quien lo alentaba en ese día en donde sólo ellos dos miraban el atardecer al regresar de hacer las compras para la cena.
—Quiero créelo, pero a veces me es difícil.
—Tenemos una vida por delante, Tsu-kun —su madre no se equivocó porque después de eso conoció a su nuevo y extraño tutor y a la mafia más importante en el mundo.
Tsunayoshi aún recuerda cada día junto a aquel bebé que hizo de su vida un caos, un hermoso caos. Pero había cosas que recordaba con mayor claridad que otras, y la razón era porque él las consideraba importantes en demasía. Como que el café bien cargado era el favorito de Reborn, que gustaba de disfrazarse y adquirir diferentes personalidades, que tenía un malsano gusto por torturar a Skull... o que era un enigma tal que descubrirlo se volvió su obsesión en cierto punto de su miserable vida.
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Destino en marcha
FanfictionDicen que todo es mejor por partida doble. Tsunayoshi Sawada no lo cree así, mucho menos después de experimentar a dos tutores espartanos que desearon entrenarlo hasta volverlo el sucesor perfecto, pero admite que cada uno tiene su encanto. R27 Ome...