Capítulo 4: Disputa.

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Habían estado peleándose por tener privacidad con el castaño de sus sueños, era cierto, pero respetaban hasta cierta medida el tiempo que cada uno usaba para eso. Sin embargo, en cierto punto sus planes empezaron a chocar y, por ende, la rivalidad que tenían les afectó y con ello el caos nació. Todo estalló en cierta mañana cuando, con los primeros rayos de sol, ambos hermanos se miraban fijamente mientras en sus manos portaban sus armas.

Estaban apuntándose, listos para batirse a "duelo".

—Lo marcaré en su celo —Renato fue el primero en mostrar sus intenciones.

—Me colaré en su cuanto en mi celo —Reborn no se quedó atrás.

—¡Carajo, Reborn!

—Alfa idiota.

—Omega sin gracia —sonrió con burla.

—¡Ahora si te pasaste!

Una plática corta, una bala que rozó la mejilla del hermano mayor, una risa burlona que causó la ira del menor, un combate "a muerte" común en ellos, el desastre en la mansión, los gritos de quienes estaban alrededor y no deseaban morir en medio de la balacera, y los insultos en idiomas variados. Al menos decidieron hacerlo en el jardín porque obviamente ninguno de los dos quería perder los puntos ganados con su cielo.

Lo que pasó después fue una maraña de gritos por parte de una tormenta, los cuales alertaron a un medio dormido cielo que los encaró casi al instante. Se salvaron —por muy poco—, de ser convertidos en paletas humanas pues se justificaron con una de esas típicas riñas entre hermanos. La orden de su jefe por detenerse fue acatada, pero no fue todo lo que tuvieron que hacer. Ambos hermanos fueron solicitados para una charla en privado y por eso se dio una caminata silente entre pasillos hasta la oficina del cielo que aún estaba en pijama.

Tsuna maldecía entre dientes porque el estrés de esos días lo tenían con los ánimos grises, además estaban sus pocas horas de sueño porque pasó arreglando algunas cosas a usar en una importante reunión. Sí, decidieron molestarlo en un día inoportuno, pero ya no había marcha atrás. La mirada retadora del castaño —quien al parecer se cansó de las peleas dadas a sus espaldas y de las que de alguna forma se enteró—, hizo que ambos tutores se sintiesen orgullosos de cierta forma porque ellos fueron los que forjaron ese carácter, pero aun así tuvieron que someterse ante el regaño dado.

Anotación mental para ambos ex arcobalenos: descubrir al soplón y exterminarlo. Probablemente fuera Lambo.

Una pequeña charla se dio entre ellos, mejor dicho, Tsuna fue quien les sermoneó por un rato. Sin embargo, ambos azabaches estaban un poco distraídos por el pijama azulado que se mecía con la brisa de una ventana entreabierta y entornaba ciertas partes del cuerpo frente a ellos, el cual caminaba de un lado al otro mientras movía esos labios color cereza. «Curvilíneo, firme y hermoso» en lo único que coincidían ocasionalmente eran en sus pensamientos. Lo bueno fue que escucharon lo suficiente para responder las preguntas del castaño y de esa forma terminaron por exponer sus ya muy claras intenciones.

Se jactaron de su triunfo, ignoraron que Tsuna se masajeaba las sienes con constancia, y al final sólo una frase resonó en aquella oficina.

—Estoy cansado de esto.

Vieron como su cielo se sentó en uno de los sillones de la oficina, suspiró profundamente antes de mirarlos a los ojos a ambos y negó unas tres veces. No se disculparon, ambos azabaches eran demasiado orgullosos para eso, pero intentaron menguar la furia ajena diciendo cosas positivas del mismo; como que les encantaba su mirada achocolatada o que desde su forma pequeña se dieron cuenta de las miradas mutuas que tenían, que el amor era algo que aprendieron en los años que compartieron con el décimo cielo y que no estaban dispuestos a dejar su pelea.

Destino en marchaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora