Relato: Son... son... ¡¡Zombis!!

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—Son… son… ¡¡Zombis!!

En la desordenada habitación, iluminada por una vela a un paso de consumirse, Raúl observó la pequeña radio que descansaba sobre la mesa de estudio. Tenía que haber escuchado mal. ¿Zombis? ¿La ola de violencia que azotaba el mundo era obra de zombis? ¿Ni vándalos, ni ultra esto, ni ultra lo otro, ni guerrilleros, ni terroristas?…

 ¿Zombis? ¿En serio? ¿Peña muerta come cerebros?

Parpadeó un par de veces y giró el dial para contrastar la noticia en otra de las pocas cadenas que quedaban activas. Tras la estática, una mujer habló de forma atropellada.

—…¡No puede ser!… Son… son… ¡¡Zombis!!

A menos que los medios estuvieran aprovechando los altercados y la caída del sistema eléctrico para currarse una especie de serial al estilo La guerra de los mundos, lo de los zombis era cierto. Raúl cogió aire un par de veces en un intento por controlarse, pero le fue imposible. De un salto, dejó su asiento.

—¡¡¡Sí!!!

Su mirada se detuvo en la estantería, repleta de novelas y películas Z. Por fin había llegado su momento. Gracias a su colección sobreviviría y se situaría como líder en un mundo que nunca le había dado la menor oportunidad. Dejaría de ser el inútil de Raúl en un abrir y cerrar de ojos.

—¡Ya era hora, joder!

Sería Rick1, o Juan2, o Mark3… Y no estaría nada mal encontrarse con una Verónica3, o Lucía4, o mismo Alice Abernathy5…

Se obligó a guardar la calma. Tenía que pensar con claridad, hacer balance y adaptarse al nuevo mundo. Esa es siempre la primera lección.

Hacía tiempo que no salía de su piso. La última vez se había cruzado con el vecino del cuarto, que le dijo que se largaba a la aldea, y en la calle todo el mundo parecía muy atareado por marcharse a otro sitio. Raúl no le encontró sentido, la verdad, le pareció de película, o un acto reflejo. El típico argumento: hay un problema gordo y de pronto la ciudad es peligrosísima, mala, hay que dejarla. Arreamos. ¿Adónde? Raúl estaba seguro de que la mitad de las personas no tenían ni puñetera idea. Era como si algo saltase en el cerebro y gritara: «¡coge maletas, huye! De camino… ya veremos» Él seguro que no tenía a dónde ir y con lo que le había costado dejar el pueblo, no iba a volver ni muerto. Pero al parecer la gente no lo veía de la misma forma. Recordó que una semana atrás el silencio era una gozada… ahora llevaba días oyendo ruidos… ¿Serían zombis?… ¿Mangantes desvalijando viviendas vacías? Porque esos sí que se estaban haciendo el agosto.

Mientras agudizaba el oído, uno a uno fue cogiendo los libros para echarles un rápido vistazo. Se los sabía prácticamente de memoria, pero seguro que al ver las portadas o al hojearlos saltaría lo más relevante.

En efecto, lo básico apareció al segundo y ordenó cada matiz con sumo cuidado para trazar un plan profesional del que no se desviaría. Sería líder, sí, pero de un grupo reducido. Mucha gente es mucho ruido, mucho listo, mucho zumbado y mucho traidor. Tendría que elegir bien para evitar motines o lastres, pero también para hacer frente a los fanáticos y a los chalados, que los habría. Con un poco de suerte se encontraría con algún piloto ucraniano4, sería un puntazo…

¡El traje de neopreno4! Indispensable. El tejido liso impedía que las manos putrefactas se agarrasen a uno, y no era fácil hincarle el diente. Una suerte haberse comprado uno en eBay. No es que él fuera aficionado al submarinismo, pero no pudo resistirse porque estaba leyendo justo ese libro… Providencial. Sería un líder cojonudo, el destino estaba escrito.

Por si acaso decidió ir poniéndose el traje. Vivía en un piso interior y le era imposible comprobar el estado de las calles. Igual la plaga ya estaba en su ciudad. Es una cosa rápida, otra lección importante.

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⏰ Última actualización: Oct 31, 2015 ⏰

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