Mas allá de tus ojos (primera parte)

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Todo lo que vemos día a día, todos los conocimientos que posee el ser humano, se transformen en un hecho de antónimo. ¿Se ha preguntado qué sucedería si los desiertos se inundasen? Tal es una idea descabellada y lejana para muchos, es como si en todo lo que se cree se torne en todo lo contrario, en un sentimiento de asfixia que inicia de los pies hasta llegar a el cuello, el hecho de sentirse ahogado, desanimado, sin esperanza de vida, sin ilusión, sin ese brillo de felicidad que permanece hasta en el corazón más oscuro, tenebroso y putrefacto de todos. Ese brillo que hay siempre en los ojos de un niño cuando se ve jugar, creer que todo en la vida seguirá siendo igual de tranquilo y sencillo como lo es en aquel entonces, ese brillo que se esconde en cada sonrisa, en cada esperanza, en cada “te amo”, ese brillo que pide auxilio tratando de no morir, de seguir en la vida de aquel niño que juega en los columpios, sí, ese que dice que ser piloto aéreo cuando llegue a adulto, que viajará por todo el mundo y los más importante que será una persona de bien, trabajadora, horrada y de buenas costumbres, dice que se ha de casar con una bella mujer que lo ame, claro es a él y a sus hermosos hijos.

Lo que niño no tuvo en cuenta fue el tiempo que se encarga de destruir o reparar todo a su paso, pero en este caso era una excepción no era destructivo, pero mucho menos de bien, simplemente se encargó de esconder, guardar y ocultar esa luz que con los días, las semanas, meses y años se desvanecía, como si solo dejara de existir.

También existe lo contrario a esa luz, ese brillo, esa esperanza, ese “te amo”. ¿Se imagina el cielo sin nubes, sin sol, sin estrellas?

Sin ningún indicio que te dé una señal de vida, literalmente ver los arcoíris de color negro, que el cielo esté siempre nublado, ver la nube negra todos los días que lo sigue a “él”.  

Su padre era fotógrafo, se cuenta que era feliz, una buena persona que amaba a su esposa y a su pequeño hijo, era honesto, alegre trabajador, para el pueblo era conocido como una persona ejemplar, para todos era el amigo, el consejero y el psicólogo de muchos, en especial el de su hijo.

Todas las tardes iba a el patio de juegos del puedo, acompañado de su camarada Peter. Hans miraba el atardecer, le encantaba ver como el sol entraba en la tierra, comparaba el brillo del sol con el brillo de los ojos de su hijo, lo podía ver jugar durante horas y horas  pero jamás se cansaba, sonreía con cada una de sus ocurrencias de infante, lo que más le gustaba era ver salir de los labios de Peter una palabra que quizá para muchos no signifique nada, pero para él era ese preciso momento donde todo quedaba congelado, donde el mundo dejaba de existir, donde sus ojos se cristalizaban, esa palabra que le erizaba la piel al indicio de oírla, ese “te amo” el más puro de los sentimientos, el más sincero amor.  

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⏰ Última actualización: Jul 20, 2014 ⏰

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