Capítulo 1

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Adrien

La he mirado por meses, ¡qué digo meses! La he mirado durante todo el primer año de preparatoria y nunca me he atrevido a hablarle. Ya olvidé el número de veces que he intentado acercarme y fingir una plática casual. Hasta he imaginado todos los posibles escenarios en mi mente:

-Hola, soy Adrien.
-¡OMG! ¿Adrien Wood?
-El mismo, nena.
-¡No lo puedo creer! ¿quieres ser mi novio?
-Hmmm, déjame pensarlo... está bien.

Bueno, debo admitir que eso fue demasiado optimista, pero ¿y qué? Es mi imaginación y ahí puede suceder todo lo que yo quiera.

La realidad es un poco más cruel, me recuerda lo inalcanzable que son los sueños si no se hace nada por conseguirlos.

Como dice mamá 'Los sueños dejan de ser inalcanzables cuando empiezas a hacer todo lo posible por llegar a ellos. No dejes que el miedo te detenga para conseguir lo que quieres, el éxito no se logra cuando ya conseguiste lo que buscabas, el éxito lo alcanzas, cuando empiezas a caminar hacia tu meta'.

Ese definitivamente ha sido el mejor consejo que alguien ha podido darme. Así que, con las palabras de mamá retumbando en mi mente, decidí empezar a caminar hacia mi meta: poder hablarle a mi crush sin morir en el intento.

¿Qué más puede pasar? Es solo una chica, por todos los cielos.

Sigue diciéndote  eso, Adrien, tal vez algún día te lo creas.

No es solo una chica. Al menos no para mí. Victoria Lee es mi prototipo de chica perfecta: es hermosa e inteligente. Su cabello es largo, ondulado y castaño, sus ojos son de un café que demanda atención. Su sonrisa es tan perfecta como ella. Cuando sonríe, ilumina todo en mí. Podría verla sonreír toda mi vida y nunca me cansaría.

Tal vez no es la chica por la que todos se mueren, pero para mí, ella es todo lo que siempre le he rogado a los cielos que me concedan.

Mi escuela es un tanto extravagante y poco común. Cada catorce de febrero, los alumnos y maestros vienen disfrazados de lo más inimaginable posible. Es una tradición aquí. Hasta el director participa en todo, porque según él, ser 'normal' es demasiado aburrido (aclaro que es un señor de casi sesenta años, así de locos están todos aquí,  esto me hace amar más esta escuela).

Una semana antes de la fecha, los estudiantes que se encargan de organizar la fiesta, pasan a los salones con un buzón, para que aquellos que quieran enviar una carta , ya sea de forma anónima o no, lo hagan, y ellos mismos se encargan de entregarlas a las personas a las que van dirigidas.

Este año, decidí que dejaría de estar cerca de ella de manera "accidental". (Siempre procuro estar en su radar, uno nunca sabe cuándo tu crush puede voltear a verte y descubrir mágicamente que quiere casarse contigo), ya que me di cuenta de que esa técnica no funcionó, ella ni siquiera sabe que yo existo. Creo que ni siquiera sabe que estamos en la misma clase. Pero no más, nena, este año conocerás a tu futuro marido.

Cuando los chicos del comité pasaron a nuestro salón con el buzón de cartas, no me atreví a pararme y meter la mía, a veces la timidez me gana y lo odio.

-Bueno, chicos, este es el último salón al que pasamos, por lo que dejaremos el buzón aquí, hasta un día antes de San Valentín, tienen hasta entonces para animarse y meter sus cartas. ¡Ánimo chicos! Atrévanse a confesarle su amor a esa persona especial. La vida es demasiado corta para tenerle miedo al amor.

-Gracias, Julia. - La profesora le da una sonrisa amable a la encargada del buzón.

-De todas formas, ya avisamos a los demás salones de que el buzón se quedará aquí. Por cualquier cosa.

La maestra le sonríe en agradecimiento, y Julia y sus acompañantes salen del salón.

-Bueno chicos, ya lo oyeron. Aún están a tiempo de empezar a escribir sus historias de amor. ¡Anímense! Lo peor que puede pasar es que les digan que no.

¿No quería nada más?

¿Acaso esta señora nunca ha escuchado la frase 'miedo al rechazo'?

A la hora del receso, me escabullo y entro al salón en donde dejaron el buzón de cartas, y la meto antes de que empiece a pensar demasiado y me arrepienta. Listo. Lo hice.

Sonrío con orgullo, pero la felicidad me dura muy poco. El pánico empieza a apoderarse de mí y ahora lo único que quiero es abrir este bendito buzón y sacar mi carta de ahí.

-¡¿Qué rayos hice?!

Intento descubrir una manera de abrir esta cosa pero está más asegurada que una caja fuerte.

-¡No! ¡no! ¡no! ¡ábrete por favor!

-¿Adrien?

Doy un gran salto, volteo y veo a la Srita. ( ni tan señorita, eh, ha de tener como sus cuarenta y tantos años) Berenice. Me mira como si estuviera intentando adivinar qué hago en su salón de clases.

-¿Se te perdió algo, Adrien?- Por el tono de su voz, distingo que intenta ser amable conmigo pero sin perder su autoridad.

-No... este... yo...

Me hago a un lado, intentando alejarme lo más posible del buzón y al  verlo, la maestra sonríe.

-Ah, ya entiendo. Viniste a dejar tu carta.

Intento sonreír también, pero soy un manojo de nervios.

-Eh... yo... sí- me aclaro la garganta

-¿La has depositado ya?

-¿Eh?

-Tu carta,  ¿ya la metiste al buzón?

-Ah, sí. Ya lo hice. Lo que intentaba hacer ahora,  es sacarla.

La maestra da una palmada.

-Me parece excelente. Eres muy valiente, Adrien. Todo saldrá bien, ya verás.- Su sonrisa es genuina.

-¿Se te ofrece algo más?- Su amabilidad no desaparece.

-¿Qué? Oh, no. No, eso era todo.

-Bueno, ¿por qué no vas con tus compañeros?  El receso está por terminar.

Me abre la puerta y antes de irme, miro de reojo hacia donde está el buzón. Suspiro. Bueno, ya está hecho.

-Gracias, maestra.



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