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–Bonito trasero.

La sangre me sube a las mejillas y a la cabeza.

¿Acaso me metí al pabellón de psiquiatría?

Vuelvo a la realidad y recuerdo que lo único que cubre mi cuerpo es una bata muy transparente que deja parte de mi trasero y espalda al descubierto, mierda, siento una mezcla de vergüenza y enojo. Por acto reflejo trato de cubrirme y me vuelvo para mirar al desquiciado que me está hablando de esta manera, cuando me doy la vuelta mi semblante cambia de la ira a la sorpresa al ver a una chica cubriéndose la boca con una mano mientras se ríe tímidamente como si no hubiera soltado tal comentario.
Termina de reírse e imita la acción de secarse una lágrima.

–Tranquila, debiste haber visto tu expresión, fue muy gracioso, pero, no te preocupes en este hospital solo hay mujeres.

Qué demonios le pasa a esta loca ¿por qué me habla como si nada?  Seguro la anestesiaron y no carbura muy bien, si, eso debe ser.

–Por cierto, soy Camila –extiende el brazo para estrechar mi mano, dudo en corresponder, pero me parece una falta de educación no hacerlo así que la saludo.

–¿No te parece una mala manera de presentarte? –le pregunto mientras corto el contacto de nuestras manos.

Me muestra una sonrisa muy brillante que hace que sus ojos se hagan pequeños, cuando los abre por completo veo que son de un color café muy oscuro, tan oscuros que parecen negros como su cabello, es largo y un poquito ondulado, al igual que yo lo lleva suelto.

–No, me pareció una excelente idea para advertirte que cualquiera que pasara por aquí podría ver tu trasero.

«Demonios creo que nunca había tenido una plática tan incómoda»

–Bueno, supongo que gracias entonces –no puedo con la vergüenza que estoy sintiendo, quiero salir corriendo hacia mi habitación pero no recuerdo donde está.

–Si, por nada... No me has dicho cuál es tu nombre.

–Ah, cierto, me llamo Amanda.

–Bonito nombre –¿todo le parece bonito? Me regaño por ser tan grosera con esta chica, quien sabe porque razón está en este lugar, y dudo que haya estado de acuerdo en venir aquí.

–Gracias... ¿Cuántos años tienes? –le pregunto.

–18 ¿y tú?

–Tengo 17, pero pronto cumpliré 18.

–Y, dime ¿por qué estás aquí? –me pregunta con curiosidad.

–Me caí de las escaleras de mi casa, pise mal un escalón, rodé y me pegue en la cabeza, estuve inconsciente y ahora estoy aquí –termino mi relato con una sonrisa fingida y los pulgares arriba.

Mi gesto hace sonreír a Camila, tiene una sonrisa muy linda.

–¿Y tú? ¿Por qué estás aquí?.

–Mi historia es un poco menos de telenovela –dice entre risas mientras se burla de mí– bueno, me detectaron piedras en los riñones, así que me tuvieron que operar, y pues he tenido que estar en recuperación y esas cosas, pero ya me podré ir de aquí dentro de dos días –dijo, muy emocionada casi dando saltitos de alegría.

–Me alegro por ti, yo ya estoy harta, y eso que salgo hoy mismo.

–¿Hoy mismo? –pregunta con cero entusiasmo en la voz– ah, pensé que ya no estaría tan sola, mis amigos no vienen a visitarme por la universidad, tu eras mi única esperanza –dice haciendo pucheros.

Es increíble la capacidad de esta chica para hacer amigos no han pasado ni 20 minutos y ya le quiero.

–Ouh, no importa que ya no esté aquí, podemos seguir en contacto, ¿en cuál facultad estudias? –le pregunto.

–Estudio en el IUBA –me dice con ánimo en la voz.

–¿En serio? ¡Mi novio también estudia en bellas artes! –le cuento entusiasmada por la coincidencia.

–Eh... ¿T-tú novio? –dice con un tono de decepción en la voz, que rápidamente cambia a la curiosidad– ¿cómo se llama?, tal vez lo conozco.

–Bueno, no está de lleno en bellas artes ¿sabes? Él solo va algunos días por las tardes, toma clases de violín, así que creo  que es más complicado que lo conozcas... Se llama Demian, es de piel pálida, fornido, mucho más alto que yo y pelirrojo –termino de decir y se me escapa un suspiro.

–Ah, no, no me resulta conocido, pero espero que algún día me lo presentes.

–Sí, claro que si.

–Bueno y tú ¿qué estudias?

–Estudio contabilidad.

–¿Contabilidad? Woow ¿quieres dedicar tu vida a ser contadora?

Claro que no, la contabilidad es estresante, y no quiero vivir estresada el resto de mi vida.

–Bueno, pues mi papá tiene un despacho, así qu-.

–¿Tu padre te influyó a estudiar esa carrera? –dijo con molestia interrumpiendome.

–Sí, pero a mi también me gusta, osea, soy buena en ello –dije con desinterés.

–Lo dices como si no importara vivir toda tu vida dedicándote a algo que no te gusta... Pero, es tu decisión –dijo Camila, tratando de encaminar nuestra conversación a un ambiente más tranquilo– sí dices que tu novio no está de lleno en el IUBA, entonces supongo que estudia contabilidad ¿no?

–Sí así es –asintió mientras se quedaba pensativa.

–¿Por qué me preguntaste en que facultad estudio? –dijo con curiosidad.

–Ah, quería saber si tu facultad está cerca de la mía, en campus central, por lo que dijimos del contacto y eso.

–Oh ya veo, tengo una solución que es más fácil, dame tu número de teléfono –dijo de una manera coqueta.

Trague saliva sorprendida por la manera sugerente con la que subía y bajaba las cejas, esto está volviendo a ser incómodo.

–Estoy bromeando chica –dijo con diversión.

–Bueno ¿cómo te doy mi número?, yo no tengo ni lapicera, ni hoja y mucho menos un celular, supongo que tu tampoco.

–Acertaste –me dijo mientras observaba nuestro entorno tratando de encontrar algo que fuera de utilidad.

Un segundo después su rostro se iluminó y salió corriendo en dirección de los rosales.

–¡Oye, no creo que sea recomendable que corras! –la seguí y vi como arrancaba una espina y una hoja, mientras se disculpaba con la flor.

–Ten aquí tienes, lapicera y papel –dijo mientras me entregaba la espina y la hoja de rosa.

Sonreí al entender lo que pretendía que hiciera.

–No sé si esto pueda funcionar, la espina es muy pequeña.

–Vamos Amanda, intentalo.

–Bueno –me dispuse a escribir mi número de celular en la hoja, era un poco difícil pero lo logré, observé como se quedaban mis trazos marcados en la piel de la hoja– ¡aquí está! –le dije a Camila con entusiasmo– ahora esperemos que no pierdas la hoja.

–¡Claro que no! La cuidaré como un tesoro –nos miramos con sonrisas en el rostro.

Siento una conexión con esta chica, espero que seamos muy, muy, muy buenas amigas.

–Esperare con ansias tu mensaje, creo que ya me tengo que ir, me dijeron "ve a dar una caminata pequeña", parecerá que he caminado 10 kilómetros –dije sonriendole a Camila.

–Está bien ¡no olvides cubrir tu trasero! –lo último lo dijo gritando, ya que yo ya me había puesto en marcha.

Rayos, deberían hacer un mejor diseño para las batas de hospital, pensé entre risas mientras me despedía con la mano y sacaba la lengua en dirección de Camila.

Remember «Amando a Amanda».Donde viven las historias. Descúbrelo ahora