No solía salir mucho y, si lo hacía, era a bares. Hoy no fue la excepción. Mañana ya tendría que tomar una nueva y gran responsabilidad en mi vida y probarle a mi padre que soy apto para lo que él necesita, así que quería pasar esta noche en paz en un lugar diferente a mi hogar. Me vestí con mis jeans favoritos, una remera blanca básica, una campera de jean oscura forrada con piel sintética de cordero en la parte interior y unas zapatillas negras; peiné mi pelo para atrás, tomé la billetera, el celular y las llaves y salí hacia mi bar favorito. Una vez allí, me senté en una de las mesas contra la pared mientras esperaba a alguna camarera para pedir lo de siempre, una cerveza negra Guinness y una porción de papas fritas.
La noche parecía tranquila en el lugar, aunque estaba atiborrado de gente. Chequeé mi celular por cuarta vez mientras movía el pie al son de la música que resonaba en los parlantes del bar; la voz de Amy Winehouse llenaba el lugar con Back to black. La camarera me devolvió a la realidad cuando apoyó mi pedido sobre la mesa. La vi alejarse guiñándome un ojo, mis mejillas tomaron un poco de color ante eso y rápidamente me escondí detrás de la botella de cerveza, dándole un sorbo. 27 años y aún me incomodaban ese tipo de cosas... Y no, no soy virgen como estarán pensando en estos momentos. Simplemente no me desenvuelvo tan libremente en el ámbito del coqueteo.
Estaba casi terminándome las papas fritas cuando una rubia de curvas despampanantes tomó una silla de la mesa de enfrente y se sentó a mi lado con una pequeña sonrisa en sus labios color carmesí.
-¿Qué anda haciendo un chico tan apuesto como tú, solo en este bar? - robó la papita que tenía entre mis dedos y se la llevó a su boca.
-Emm... Pues... Gracias, y nada, matando el tiempo un rato aquí...- maldije para mis adentros.
<< Puedes hacer más que eso, Biersack >> la voz de mi conciencia resonó en mi mente haciendo que rodara los ojos, fastidiado.
-Ajamm, ya veo...- se reclinó un poco acercándose hacia mi rostro, mis ojos pasearon por su escote y mis mejillas nuevamente se encendieron, pero gracias a Dios que la luz del bar era bastante tenue -Vamos a desenvolverte un poco...- murmuró levantándose de su asiento, se colocó detrás de mí y sentí sus manos en mis hombros.
Mi cuerpo se tensó un segundo cuando hizo presión en ese lugar, pero luego me relajé y disfruté unos minutos de sus masajes. Involuntariamente, tiré la cabeza hacia atrás y, al instante, sentí su cabello acariciar mi cuello en un lado y sus labios en el lado contrario, justo sobre el tatuaje de una pluma que me cubría parte de la piel del cuello y el hombro.
Una especie de corriente eléctrica atravesó mi cuerpo, nublando mis sentidos por un momento. Ahogué un suspiro, mi cuerpo se tensó automáticamente de nuevo y volví a levantar la cabeza para poder terminar lo que me quedaba de la cerveza. Ella se quedó observando todo desde mi espalda, con sus manos, ahora inmóviles, aún apoyadas en mis hombros.
Hice una seña a la camarera, saqué el dinero de la billetera y lo dejé debajo de la cesta de papas. Sin más, me puse de pie ignorando a la bella rubia detrás de mí y me dispuse a emprender el camino de regreso a casa. Salí del bar y sentí que alguien me seguía. Más bien, una mujer.
<< Esa mujer. >>
Sus tacones repicaban contra la acera cada vez más cerca de mí. Saqué un cigarrillo, lo encendí y le di varias caladas. Al doblar la esquina, una mano se aferró a mi brazo, el cigarrillo terminó en el piso y yo, apoyado contra la pared.
-Wow, esas piernas infinitas sí que son difíciles de seguirles el paso, eh...- resopló algo agitada la rubia del bar. De hecho, ahora estando a la luz, se podía ver que en las puntas de su larga melena tenía un degradé rosa.