Parte Única

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Mark descendió por el valle cubierto de pasto, plantas, y por sobre todo lápidas. Abrazaba con sus delgados brazos una amplia variedad de flores frescas compradas tan sólo hace unos instantes. Flores de todo tipo y formas, gamas de colores, aromas.

Debía admitir que no le agradaba mucho visitarlo, era demasiado susceptible a las energías negativas, pero con el pasar del tiempo no le había quedado de otra más que acostumbrarse.

Bajó la vista hacia sus flores cuando se percató de que, nuevamente, la señora que regaba el pasto decía cosas malas sobre él con otra mujer. Estaba acostumbrado a que pasara, pero no cambiaba el hecho de que recibir deseos directos de muerte bajara su humor conciderablemente. Era una desgracia en aquellos casos  tener oído de lobo, y dolía mas pensar que a pesar de su trato, él no les había hecho nada. Lo único que quería era saludar a la gente que quería ¿Qué tan mal podría estar eso?

A lo lejos y en completa soledad pudo divisar una lápida. Se apresuró en llegar a destino poniendo su mayor esfuerzo en ignorar las palabras descorazonadas de las mujeres, corriendo con las flores apretadas fuertemente contra su pecho. Al llegar tomó asiento junto al nombre del chico y comenzó a crear por si mismo un arreglo floral, conversándole sobre cosas triviales que nunca recivirían respuesta. 

Al perfeccionar unos últimos detalles y, no sin antes decir unas palabras de despedida que prometían amor eterno, se marchó con unas inaguantables ganas de llorar. Descendió por otra parte del cementerio y repitió aquel proceso en una lápida distinta, pronunciando al final similares palabras de amor, como un patrón; luego hizo lo mismo con otra, luego otra, y otra.

Tal vez Mark no sentía ganas de llorar por las personas muertas o por la energía del lugar, quizás lloraba por si mismo. 

♢♢♢

— ¿Visitaste a tus novios? —preguntó Jackson, colocando un plato de comida frente a él.

—Sí, lo hice.

Tomó el tenedor con sus manos y lo ensaltó en los fideos, pero fue incapaz de llevarselo a la boca. No tenía hambre. Había estado así desde su regreso del cementerio y aunque su ánimo no era el mejor en aquellos días no comprendía qué le pasaba. Era como si su lobo estuviera lamentandose permanentemente.

Desde el momento en que ingresó a su casa Jackson pudo notar que había algo extraño con él. Sus ojos no tenían vida y tenía la mirada perdida, pero no se alarmó. Mark solía ponerce así cuando acudía a un funeral, y aunque hacia varios meses que nada pasaba, supuso que era normal para una persona como él deprimirse con fácilidad y para eso estaba Jackson; para cuidarlo, levantarle el ánimo y obligarle a comer bien todas sus comidas, sin exepción.

Sirvió un plato para si mismo y se sentó frente al de cabello rubio, notando que a penas había tocado la comida.

— ¿Sabe tan mal?—dijo probando un bocado por si mismo. No era lo más delicioso del planeta, pero tampoco era incomible— Markie, lo hice con cariño. Por favor come.

Pero no hizo caso, de hecho, hizo exactamente lo contrario. Alejó el plato de su alcance y bajó el rostro para comenzar a morder sus labios, jugando con sus pulgares bajo la mesa visiblemente nervioso. Tenía algo que decir pero no estaba completamente seguro de hacerlo, Jackson era experto interpretando su lenguaje corporal, así que le dio su tiempo.

— Jack, tú... — levantó el rostro con algo de timidez— ¿Piensas que soy cruel?

El chico que estaba a punto de meterse un bocado a la boca se detuvo, haciendo el tenedor a un lado para observar al rubio con ternura.

— ¿Por qué dices eso?—cuestionó acercandose a Mark para apretar sus mejillas— ¿Cómo esta cosita bonita podría ser cruel?

Se quejó de dolor cuando su mejor amigo comenzó a mover y estirar sus mejillas de un lado a otro, deformando su cara. Lo golpeó bajo la mesa soltándose de sus garras y volvió a su postura original, intentando volver al ambiente serio que su mejor amigo se había encargado de matar con su actitud. 

Lethal. 마크슨 / Markson OSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora