Capítulo 17

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–Que los cumplas feliz, te lo deseamos a ti y a ti. Que los cumplas, que los cumplas, que los cumplas feliz. –Marco canturrea la canción mientras acerca un pastel hacia los pequeños, quienes han cumplido su primer años de vida y todos, en especial sus padres, están rebosantes de alegría. Daniela lleva un bonito vestido, el cual Bástian confeccionó especialmente para ella con los saberes de un libro de costura y confección. Además, como regalo, también creó un bonito traje para Benjamín. ¿Cómo podría olvidarse de él?

–No sabía que hacías ropa –comenta Abigaíl mientras tiene a su pequeño en brazos. Él está muy emocionado por comer pastel, hasta extiende sus manitas hacia Marco.

–Sé muchas cosas que desconoces –responde Bástian sonriendo. La rubia roda los ojos y hace lo mejor que sabe hacer; criticar.

–¿Un vestido? Y además rosa, que imbécil.

–Tal vez debería hacerte uno a ti también, para que dejes de sentir envidia –responde el hombre en un ataque de rabia. Ella siempre sabe como sacarlos de sus casillas.

–¿Envidia? –Abigaíl hace una mueca y le da la espalda a Bástian–. Sigues siendo el mismo de siempre, creí que cambiarías un poco luego del tiempo que pasamos juntos y... por los niños.

–Yo pienso lo mismo. Sigues siendo igual de insoportable, incluso criticas la ropa de una niña pequeña.

–¿A caso eligió ser una niña? –cuestiona la rubia, dejando a Benjamín en los brazos de Marco para tener la libertar de discutir. Bástian mira a Delfina y también la deja con el castaño.

–No, porque aún es pequeña y no sabe lo que quiere. Sólo le doy seguridad, una identidad.

–Así no son las cosas, ¿ya lo olvidaste? A los 18 años elegimos que sexo tener, todos somos iguales antes de eso.

–¡Claro que no! Nacemos teniendo un sexo. –Bástian baja la mirada al notar que acaba de hablar de más. Abigaíl se cubre la boca con las manos, indignada, sorprendida y confundida. Es difícil para ella comprender lo que está sintiendo en este momento.

–Eso es imposible.

En ese momento ambos notan que ni Marco ni los pequeños están en la sala. Él, al ver la rabia de ambos padres crecer, tomó a los niños y se los llevó a un lugar más tranquilo. Una vez en su habitación, dejó a los bebés sentados en la cama y a cada uno empezó a darles una probada del pastel.

–Ellos sólo están haciendo un berrinche, mientras tanto nosotros seguiremos con la fiesta –les dice a ambos, provocando que estos rían. Sus mejillas se encuentran cubiertas de azúcar–. Estos son mis regalos para ustedes. Para Benjamín una muñeca, tuve una igual cuando era pequeño, y para Daniela un automóvil de juguete. Lo saqué del museo subterráneo. Es un secreto. –Marco le entrega su obsequio a cada bebé y ambos se ven muy felices. Excepto la muñeca, su cabeza está siendo masticada por Benjamín.

–Aquí están. –Bástian abre la puerta y camina hacia Marco para darle un zape en la cabeza–. No te lleves a los niños así, casi me dio algo –se queja. Luego ve a su pequeña con su nuevo juguete, cosa que elimina toda molestia de su ser.

–Ben, deja eso. No debes lastimar a la muñeca. –Abigaíl saca el juguete de la boca del bebé e intenta arreglarle el cabello–. Si trata así a un juguete, no me imagino como tratará a una niña de verdad. Marco suelta una risa al escucharla.

–¿Es un chiste? Eso es... –Bástian vuelve a golpearlo y le da una mirada de advertencia. Sus cejas fruncidas y labios apretados incluso inquietan a Daniela.

–Marco a veces habla sin pensar. ¿Seguimos con los regalos? –propone sonriendo. Abigaíl recuerda que no ha comprado nada para Daniela, sólo hizo un pastel para su bebé.

–Lo lamento. Iré a comprar uno ya –dice para luego salir de la casa con suficiente dinero en su bolsillo. En el camino se pregunta qué regalo sería el indicado para Daniela. Pero sus pensamiento son desvanecidos por un silbido. La rubia gira de inmediato y se encuentra con la mirada de un hombre alto, esos ojos azules llaman en especial la atención de Abigaíl.

–Escuché que eres la nueva mercancía que ofrece Duquesa –habla, su voz profunda hace que ella se sienta extraña. Aunque pone su mejor sonrisa y se acerca a él. El auto del sujeto es muy lujoso, como los que usa Duquesa, lo que indica que ese hombre tiene mucho dinero. Abigaíl no puede dejar pasar esta oportunidad.

–Si, ¿quisieras comprar?

–Claro. Por toda una semana. –Él le entrega un cheque con una fuerte suma de dinero. Ella no puede creerlo–. Esta es mi dirección, nos vemos esta noche. –Antes de que Abigaíl pueda responder, el auto se pone en movimiento y se aleja. Unos minutos pasan sin que ella pueda reaccionar, el cheque en su mano derecha y la tarjeta del hombre en la otra.

–Una semana –murmura mientras baja la mirada hacia la tarjeta. En ella también hay un número de teléfono.

Al volver a la mansión con el obsequio de Daniela, Bástian queda sin palabras.

–No me lo agradezcas, son de la mejor marca y traje los colores que a ella pueda gustarle. Verde, rojo, celeste, incluso rosa para que combine con su vestido. –Abigaíl termina su discurso y frunce el ceño al ver como él se aleja con Daniela en sus brazos–. ¡Espera!

–¡Estás loca! Ella es muy pequeña para usar tintura.

La discusión no llega a otros extremos porque Marco distrae a Abigaíl.

–Mira, creó que dirá algo. –Benjamín balbucea con energía y eso llama la atención de la rubia–. Escucha...

–Ma, ma... abu-ma.

–¿Qué quieres decir? –le pregunta ella.

–Ma-ma... –Marco sonríe al escuchar a Benjamín, pero Abigaíl no muestra expresión alguna.

–¿Qué significa? –se pregunta en voz alta, sorprendiendo al castaño.

–Supongo que así es como decide llamarte –contesta Marco. Él sabe lo que significa, no por su madre, sino por la madre del Marco que escribió el libro. En las páginas dice que su mamá siempre era muy atenta con él, le preguntaba cómo estuvo su día y, lo conocía tan bien, que sabía cuando necesitaba un abrazo o unas palabras. Incluso si avergonzaba a su hijo con asuntos delicados, ella siempre estaba a su lado. Por otra parte, Abigaíl tiene ese tipo de comportamiento hacia Benjamín y es quien le dio la vida. Aunque Marco no está seguro de cómo el bebé aprendió esa palabra.

–Bástian. –Una fiera ya está calmada, falta la otra.

–¿Qué tiene en el cerebro? –pregunta este mientras deja a la bebé en la cama.

–Ella no entiende. Esto es lo único que conoce –murmura el castaño, haciendo que Bástian gire y lo mire–. Sólo sabe lo que aprendimos en la Sede –agrega, una pequeña sonrisa amable hace que el otro olvide la discusión.

–Tienes razón, es primeriza como yo. Pero conozco el museo.

–Benja dijo sus primeras palabras, fue mamá –comenta Marco y luego se sienta en la cama junto a Daniela. Ella rápidamente gatea hacia él y lo abraza. –¿Cuándo piensas decir algo tú? –pregunta sonriendo. Ella no entienden de qué hablan pero copia la acción del castaño.

–Dijo mamá, ¿verdad? –habla Bástian rascándose la nuca.

–Si, lo extraño es que Abigaíl nunca le pediría que la llame así –cuestiona Marco y se cruza de brazos–. Tal vez tengas algo que ver con eso, ¿me equivoco?

–Claro que si, ¿por qué me iba a interesar que él la llamara mamá? Ella me odia, pero yo le enseñé a hablar a su hijo y ya puedo imaginarme su cara cuando lo sepa. –Bástian suelta una risa malvada, bastante natural que hace reír a Daniela. Marco roda los ojos aunque también ríe con ellos.

Cuando el mal del mundo dejó de existirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora