Capítulo 3

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Abigaíl está decidida y hará lo imposible por recuperar a su bebé. Incluso golpeara al idiota que está frente a ella, a quién tuvo que seguir hasta el piso de su departamento.

—Me llevarás a la sección C de la sede "Cimientos Fuertes" —habla remarcando cada palabra mientras Marco es sacudido de los hombros.

—Pero... Yo no... Es im-posible. —Él la detiene tomándola de sus brazos y un segundo después le pide disculpas por haberle puesto un dedo encima.

—Quiero a mi bebé. ¿Por qué no quieres ayudarme? Yo te ayudé —contesta ella avanzando mientras le da empujones.

Marco choca contra la puerta de su departamento, rápidamente toma sus llaves y quita el cerrojo para terminar cerrando la misma en la cara de la mujer. Ella da golpes y patadas a la puerta desesperadamente hasta que sus fuerzas se acaban y cae arrodillada. Él está del otro lado, escuchando los sollozos de Abigaíl, haciendo que sienta pena por ella.

—Me lo quitaron a los minutos de haber nacido —murmura con la voz distorsionada.

—Sé que el principio es difícil pero seguramente tienes trabajo y no tendrías tiempo para cuidar a un bebé. Así es mejor —contesta Marco apoyando su frente por la puerta. Ella suelta un suspiro para dar un último golpe de puño contra la madera.

—Todos ustedes son iguales. Le pedí este maldito favor a cada hombre de la sección C que encontré en mi camino y todos se negaron como tú. Me dieron las mismas escusas... los odios.

Si hay algo que más odia un hombre en la vida es que lo comparen con otros hombres, así que Marco suelta un suspiro mientras revuelve su cabello y decide abrir la puerta para hablar con más calma con la muchacha, pretende convencerla.

—Pasa, te daré un café. S-Sólo si quieres, no t-te estoy obligado a nada —murmura mientras ella da unos pasos dentro al mismo tiempo que limpia sus lágrimas bruscamente
—. ¿Gustas amargo o dulce? —pregunta cuando la guía hacia la pequeña cocina.

—Lo que sea —responde manteniendo la mirada abajo—. ¿Me ayudarás? —insiste haciendo que Marco casi se queme con la plancha de su cocina eléctrica, ya que estaba apoyado por ella.

—Hablaremos un momento —contesta él mientras espera que el agua se caliente—. Quiero hacerte entender que criar a tu bebé por ti misma es un delito —dice rebuscando las palabras más amables para dar su punto de vista de la situación.

—No me importa. —Ella continúa inflexible y hasta casi arroja las tasas de porcelana que están sobre la isla de la cocina. Marco suspira para luego servir el café caliente en las dos tasas, él toma asiento frente a ella y la mira a los ojos.

—¿Qué edad tienes?

—27 años.

—Tenemos la misma edad —él le da una pequeña sonrisa—. Ya somos adultos y ya estuvimos en la cárcel una vez, no quiero regresar. Además estoy seguro que tampoco lo quieres —agrega mientras toma su tasa y le da un sorbo al café.

Abigaíl mira su tasa y niega lentamente.

—No me importa. Tú dices todo eso porque no sabes por lo que pasé.

—Cuéntame si quieres, ayudará a desahogarte. —Marco asiente para luego tomar otro sorbo. Pero por alguna razón sus ojos bajan hacia los pechos de Abigaíl. Él se siente avergonzado por esto e intenta mirar otra cosa rápidamente. Su vista se clava en el pote de azúcar mientras su subconsciente le dice que esos son los pechos más grandes que ha visto hasta ahora.

—Trabajo en una empresa de construcción, soy una obrera y no me pagan nada mal. Incluso esa misma empresa hizo este edificio en donde vives tú —comienza a explicarle mientras él presta atención y bebe café—. Es una empresa familiar, los Herrero somos muy reconocidos y mis hermanos y yo trabajamos en las construcciones más grandes y ambiciosas del país.

—¿Hermanos? —cuestiona Marco ladeando la cabeza. Usualmente una pareja solo tiene un hijo único y los casos de hermanos son muy escasos.

—Si, somos 5 hermanos que dirigimos a los demás empleados. Pero últimamente me había sentido incompleta, así que decidí pedir un préstamo para realizarme un procedimiento de fertilización asistida. Quería un hijo al cual visitar y hacerle regalos, me informé bien sobre eso y pasé los 9 meses. Ya no podía trabajar a causa del embarazo y cuando el momento llegó me realizaron una cesárea —le cuenta con calma. Marco entiende el porqué de la operación, los bebés deben nacer a través de cesáreas para que no lastimen el cuerpo de la mujer al nacer. Sin excepción.

—Luego se lo llevaron, ¿no? —supone levantando una ceja. Entonces ella le dirige una mirada cortante.

—Aún no termino, no me interrumpas —habla seria para luego continuar—. Mi bebé nació y lo envolvieron con una manta para dejarlo en un pequeño carro a un lado de la cama. Las enfermeras debieron correr para asistir a otras tres mujeres que debían dar a luz ese día, así que lo dejaron conmigo. Pero el bebé comenzó a llorar, así que me estiré para tomarlo en mis brazos. Mis heridas ya estaban vendadas y me daban medicamentos a través de una vía. Yo llamaba a alguien para que lo tranquilice pero nadie me escuchaba, no sabía que hacer hasta que sentí como mi bebé buscaba en mi pecho. Tenía hambre.

—No, no me digas que tú... —Marco niega dejando su tasa sobre la mesada sin poder creer lo que está escuchando.

—Si, lo hice. A mi alrededor había varios carteles que explicaban las desventajas de amamantar y que está prohibido hacerlo. Pero no tenía otra idea para calmar a mi bebé —se defiende Abigaíl dando un golpe a la mesada—. Le di el pecho y sentí algo cálido en mi corazón, como si estuviéramos conectados. Suena ridículo pero eso es lo que sentí, mi bebé dejó de llorar y unos minutos después ya estaba dormido en mis brazos. Fue... Una sensación increíble.

—¿Luego qué pasó? —pregunta él ya imaginando la situación y lo sucedido.

—Las enfermeras regresaron y me regañaron por haber recogido a mi bebé. Me dijeron que no estaba bien y que eso no ayudaría en nada a mi desapego, incluso me dieron una pastilla para "secar" la leche de mis pechos mientras se llevaban a mi hijo a la sede. Apenas pude darle un nombre y saber a qué sección lo enviarían. —Abigaíl se siente muy angustiada ya que ha pasado dos semanas separada de su bebé y tampoco ha sabido algo de él en todo ese tiempo.

—Pero si lo encuentras no podrás alimentarlo, en la sede está bien, créeme. —Marco intenta convencerla una vez más pero falla miserable. Ella sonríe de lado y le da un dato muy importante.

—No tragué esa asquerosa pastilla porque pienso amamantar a mi bebé de nuevo —la sonrisa de Abigail se mantiene al ver la cara sorprendida de Marco en ese momento. Lo ha dejado sin palabras—. Incluso me duele porque están muy cargadas y necesito encontrar a mi bebé urgente. Por favor.

Él niega con la cabeza y se muerde el labio al encontrarse acorralado, siente mucha tristeza ahora que conoce la historia de Abigaíl. Pero también su conciencia le dice que estarían rompiendo las leyes al buscar a ese bebé y sacarlo de la sede.

—Yo... yo... t-te ayudaré.

Cuando el mal del mundo dejó de existirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora