•もう一つの春• 「 Edward Elric Y Oc 」

Capítulo I.

「 Otoño. 」

El sol en lo alto del cielo, brillaba muy intensamente aunque no tanto como para calmar el frío que hacía en las calles a esa hora. Los únicos que se levantaban a esa hora eran los comerciantes y algunas mujeres mayores que regaban las flores o simplemente se ponían a barrer la acera, y los Hermanos Elric que se dirigían a una "reunión" con el coronel Roy Mustang tambien conocido como el "Alquimista De Fuego" al parecer tenía algo muy importante para decirles ya que los había citado a una hora bastante temprana.

- ¿Por qué el Coronel nos habrá citado tan temprano? -lanzó Alponshe.

- No lo sé pero espero que sea algo realmente importante -mencionó Edward, soltando un bostezo y posicionando sus dos brazos detrás de su cabeza.

- Oh, ya es otoño hermano. Mira las hojas ya se pusieron naranjas y están cayendo de apoco -comentó el menor de un tono alegre y señalando un árbol que estaba medio calvo ya.

- Qué Interesante -respondió de forma sarcástica ignorando a su hermano.

De repente se oyó un grito proveniente de unos metros más adelante de ellos, los dos se miraron para luego largarse a correr hacia el origen del sonido.

- ¡¡MI BOLSO!! -gritaba la mujer señalando la dirección en donde había huido el ladrón con su bolso.

Los dos hermanos localizaron al villano con la mirada mientras corrían tras él. Una mujer adulta de cabellos rubios de corta longitud, lentes oscuros y un saco que llegaba hastas sus rodillas de un como bastante obscuro se paró enfrente del ladrón y le disparó en una de las piernas de éste, al parecer el ladrón trató de defenderse con un arma pero alguien le impidió que sacara ésta golpeándolo en una parte específica de la nuca. La misma persona que le pegó al ladrón llevaba un abrigo, por así decirlo, de color rojo con una capucha que llevaba puesta y no se podía ver su cara claramente fue la que tomó el bolso de la señora y se lo entregó.

- Muchas gracias, joven -soltó la mujer al tomar el bolso y mirar a su héroe.

- No hay de qué, después de todo es nuestro trabajo. Hágame un favor Señorita, llame a la policía para que se lleven a ese -señaló al hombre que yacía tirado en el suelo despidiendo sangre de su pie.-. Adiós -dicho esto corrió hasta la mujer que le había disparado al hombre y se fueron caminando.

- Nosotros lo llevaremos, no se haga problema -dijo Al posando una de sus manos en el hombro de la mujer y de un tono alegre como si estuviera sonriendo por dentro suyo.

En cambio Edward se quedó mirando el andar de aquella persona, se había sorprendido de la cooperación de esas personas y el rápido reaccionar de la persona del abrigo rojo. Se había quedado en el mismo por casi cinco minutos hasta que lo despertó la voz de su hermano menor.

- Hermano, se nos hace tarde y ya sabes qué hará el coronel si llegamos tarde -dijo caminando hacia su destino y haciéndole señas al de cabellos dorados.

- ¿Eh? Ah, sí -corrió hasta estar a un lado de la gran armadura para caminar junto a él.

Cuando llegaron a la oficina del Coronel Mustang se encontraron a él sentado en su asiento apoyando los brazos sobre el escritorio con un aura obscura rodeándolo, alzó la mirada hacia los hermanos y sonrió mientras tenía un tic en uno de sus ojos.

- Hola Acero, llegas tarde -soltó el Coronel.

- ¿Ah? Sí, eh... lo siento -respondió Edward de mala gana y se sentó en uno de los sofás de allí. Alphonse lo imitó sentándose a un lado de él.

- Tienes Suerte Acero, ellas aún no han llegado -mencionó el Coronel mientras estiraba sus brazos y apoyaba su espalda en el respaldo de su asiento.

- ¿Ellas? -preguntó Edward con una de sus cejas levantada mientras se acomodaba en el sofá para estar cómodo.

- Sí, el Füher me indicó que te otorgara esta misión. Una misión realmente peligrosa y por eso necesitas un compañero -decía ahora con los ojos cerrados y sus dos brazos atrás de su cabeza.

- ¡¿Eh?! Pero yo ya tengo un compañero-señaló a la gran armadura a su lado haciéndole poner una expresión nerviosa y cómica.

- Alphonse no es un alquimista estatal, no cuenta -dijo de modo relajado.

- Tsk -volteó su rostro molesto.

Después de unos segundos se escuchó unos golpes en la puerta bastantes fuertes que sorprendieron a los chicos, se oyó un "pase" de parte del Coronel. Ésta al instante se abrió dejando ver a la mujer de abrigo obscuro sosteniendo la puerta para que la de menor estatura entrase. Después de que la joven ingresara prosiguió a pasar ella cerrando la puerta.

- Con su permiso -decía la mayor mientras se inclinaba con la menor en signo de respeto.

- Oh, son las que vimos en la calle. Las que detuvieron al ladrón de bolsas -comentó Al señalandolas.

Las dos miraron con confusión a la armadura, parpadearon un poco, miraron hacia arriba tratando de recordarlos, lo recordaron largando un "Ah". Posteriormente la mujer se retiró los lentes obscuros y la menor retiró su capucha.

- Soy Haruka Tachibana, la alquimista de agua. Un gusto conocerlo Alquimista de Acero -se inclinó en dirección a Edward.

- Señorita, creo que es el de armadura -le susurró la rubia a la castaña.

- ¡¿Eh?! Lo siento -se inclinó en dirección a Alphonse.

- Esto... Yo soy su hermano menor -dijo agitando sus manos en forma de negación.

- Okey, ahora ya se conocen así que les daré las indicaciones que me dejó el Füher para ustedes. Mañana a primera hora entrenaremos para lo que se puedan encontrar -empezó a hablar el Coronel Mustang.

- ¿Entrenar? -cuestionó Edward.

- Sí, no sabemos a la perfección lo que puede llegar a pasar. ¿Ustedes tienen dónde quedarse? -se dirigió a las de sexo femenino.

- Mi escolta consiguió un cuarto para ella sola así que yo no tengo un lugar dónde quedarme -señaló a la de cabellos cortos.

- Esta bien, te quedarás con Acero -dirigió la mirada a los hermanos Elric con una sonrisa de lado.

- ¡¿Eh?! -soltó de repente Edward, sorprendido y aturdido por la reciente noticia.

Continuará...

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¡Yo!
Aquí con una nueva historia UwU.
Así que eso, apreten esa estrellita si les gusta :v así poder seguir escribiendo uwu.