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esconderé partes mías en esta casa.

en cada lugar, en cada esquina, un dibujo, una carta mía. una palabra, un verso, un beso.

me encontrarás aquí, pasados los años. encontrarás mi juventud escondida en una botella vieja y en ese sobre que nunca intenté romper.

me encontrarás en las grietas pasadas, en los escombros, en los muebles destrozados. busca al cazador que hay en mí y déjate pensar como yo. aprende a mirarme, aprende a observarme. estúdiame, víveme.

me encontrarás en la esquina del primer cuarto, la más alejada de la puerta. me encontrarás allí, durmiendo con gracia. me llamarás por mi nombre, pero no sabrás que alguna vez me llamaron de otra forma. otro nombre, otra persona. nunca fui la misma.

encontrarás mis mentiras, también, y vaya que son varias. solía hacerlo para sobrevivir. no las juzgues, por favor. simplemente escúchalas, hazlas tuyas. intenta entender por qué las dije, por qué las dejé en libertad.

busca mi libertad por igual, si tienes tiempo. no la encontrarás en toda la casa, es cierto, pero la verás. está ahí, después de todo. en el armario, bajo la cama, en el vaho de la ventana.

me encontrarás allí, junto a ella, yaciendo inconciente. sola, como ves. encuéntrame y comprenderás lo que solía ser y por qué.

pero por lo que más quieras, no me mires de esa manera. no como pajarillo, no como si brillase. no me mires como me miran todos, como si pudiese volar.

no quiero que seas como ellos, que te dejes engañar por la mentira.

encuentra mis cartas. comprenderás a qué me refiero. todos solían decirme hermosa, fina criatura nacida para triunfar. la verdad, sin embargo, es que no soy un ave.

encuéntrame en la esquina de la sala, envuelta en mantas, y mira el reloj en mis ojos. observa las manecillas que gritan las cuatro de la madrugada. mírame sonreír contra la luz del cuarto, obsérvame en mi elemento, entre mis ropas. métete bajo mi piel cual amigo de toda la vida e intenta comprender.

no soy un ave, sabrás. soy un mamífero que aprendió a volar.

me encontrarás sobre el sofá en mitad de la noche, con las gafas puestas y la sonrisa recogida. verás mi cabello corto vuelto hacia el cuarto, sin cuidado, sin lamentos, sus rizos castaños enseñándote más de mí que lo que deseo que sepas. mírame ser, y ve al murciélago que engaña a todos cada día. mírame brillar de otra forma, sin plumas, sin colores. soy un mamífero que aprendió a volar, después de todo, pero no me verás allí arriba, alto, alto. mírame a tu lado, con la sonrisa puesta y los ojos fijos en ti, en tu escena, en lo que eres.

las aves vuelan, pero los murciélagos aprendieron a imitar, a comprender. a mejorar. soy un murciélago que se desliza por la línea entre el cielo y la tierra, sobre el mar y con el viento.

hija del mismo, me llaman, con dioses viejos en la espalda. me encontrarás allí, también, con el nombre del viento tatuado en los hombros, en mi risa, en mis mejillas rojizas de tantas emociones pasadas.

sin embargo, no olvides lo que soy. no olvides mis ojos ciegos y mis manos que entienden, mi sonrisa amable y esas emociones que solo lograrás ver a través de mis rizos. mira el día avanzar, por mientras, y encuéntrame allí, en tu otoño. otoño mis colores que divagaban de cálidos a fríos y mis ojos como cuencas.

encuéntrame allí, entre las hojas caídas de los árboles, entre los libros, entre las galletas de viernes por la noche y las huellas color café.

me encontrarás ahí, también, si gustas. entre tus manos, en tus suspiros, en tus memorias. en el reflejo de tu rostro al despertar. encuéntrame al alba y mientras las aves dan sus últimos sonidos de dicha. velas encendidas al azar en una escena que no es mía, sino tuya.

pero por lo que más quieras, no me busques en invierno, porque no me encontrarás. no desearé que veas eso de mí. la sangre pasada, los golpes sufridos, la mente destrozada. rota como hoja de árbol al caer el otoño. rota como taza y olivo recién cortado.

tampoco quiero que sepas lo que he hecho, que descubras cómo funciona mi mente. tengo miedo de que pienses como ellos, que me llames de esa forma. usarás mi nombre sin saber que es falso, usarás mi mente sin saber que tiene varias puertas, tantas rocas.

no quiero que recuerdes cómo me destrocé las rodillas al caerme mientras corría tras el coche de mi mejor amigo, hace ya tantos años, ni que entiendas que el corte en mi brazo me lo hice al pelear con él ese mismo día. no quiero que alguien sepa cuánto le amé, cuánto deseé salvarle. no quiero que veas los cortes en mis piernas y la sonrisa en mi vientre. no quiero que veas que he estado peleando toda mi vida.

sin embargo, dejaré que me encuentres así, con cicatrices en la espalda y humo en los ojos. lo permitiré porque sé que aprenderás a ver cada una como yo lo hago. con cariño, nostalgia. cariño por las personas y nostalgia por las sonrisas, pero es que no quiero que entiendas cuánto me amaba a mí misma. podrías verlo, después de todo, el cómo estaba primero en la lista hasta que los que amaba perdían el camino. no me mires así, por favor, caminando por el borde del abismo. te lo ruego, no intentes sentirme. si lo haces por mucho tiempo, el caminar por el borde, serás capaz de entenderlo. solo hay dos finales: o te alejas o te zambulles.

no quiero que me encuentres en el borde.

en cambio, búscame por las mañanas, con los ojos rojos del sueño y los párpados pesados, o por las noches, con las gafas sobre la nariz y el rostro vuelto hacia la ventana.

me encontrarás allí, entre los soles dorados y las castañas del árbol. búscame en el jardín, con el cabello recogido y las gafas perdidas en algún lugar de la casa. me gustaría que me vieras así, entre los árboles. quiero que veas en mi sonrisa a los dioses de la memoria, al verde del prado y el anaranjado de la mañana.

búscame entre los ladridos de mis perros, y obsérvame como realmente soy. mira al murciélago acompañado de su jauría, de su familia de cuatro patas. empatiza conmigo mientras le hablo a mi manada, mientras camino con ellos a la par. entiende por qué lo hago, por qué con ellos. comprende el porqué es más fácil para mí. los perros no hablan, entonces tampoco necesito hacerlo.

pero puedes encontrarme en otros sitios extraños, también. en el frío suelo de invierno o en los alamedos en verano. entre mis peluches o buceando entre los libros, bajo el agua o en la copa del árbol que planté cuando niña.

encuéntrame, porque serás el único. mírame estudiar la ciencia del comportamiento, de la mente, del criminal. entiende que hablar con ellos me reconforta, que las personas rotas me mantienen entera. no juzgues mis decisiones, tampoco. no necesitas hacerlo. sé cuándo hice mal, contrario a la creencia popular, como también te concedo la duda. duda de mi moral, cariño, pero no de mi conocimiento sobre ti, aunque nunca nos hayamos visto.

y eso que me dueles, a decir verdad. nunca nos hemos visto.

sin embargo, me conoces. sabes más de mí que yo de ti y si alguna vez deseas que eso cambie, me encontrarás aquí.

calamidad (premeditada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora