Más que acostumbrado a esa escabrosa rutina, el oficial de policía disfrutó de la última calada de su cigarrillo antes de apagarlo en el cenicero de su coche patrulla y saboreó el último trago de la infusión que descansaba en su termo envejecido.
Cada cigarrillo que se desvanecía entre sus labios era como un soplo de aire fresco en esos días de verano en los que el sol derrite tu piel, fundiéndola con tu ropa; ahogando tu cuerpo con el sudor que supura y convirtiendo cada movimiento en un castigo infernal que te hostiga sin mostrar ni el más mínimo signo de piedad. Acompañando al humo del tabaco se encontraba la teína que recorría sus venas cada mañana, como un puntual gallo cantor que despierta al horizonte con su desafinada serenata. Un mísero abogado del diablo que con sus zarpas te obliga a cumplir con tus obligaciones y te mantiene en pie durante el día.
Al salir de su vehículo pisó la tierra reblandecida por la lluvia y captó ese olor tan peculiar. El petricor le impregnó las fosas nasales del fuerte aroma proveniente de la espesura. Embelesado por ese magnífico perfume y por el cantar de los pájaros que acompañaba al, ya conocedor para él, lastimero sonido que originaba el estruendo de las sirenas de policía de los demás automóviles aparcados junto al suyo, casi no reparó en el llanto desvivido de una mujer que yacía envuelta en una roñosa manta mientras el detective a cargo del caso intentaba, aparentemente sin éxito, apaciguar sus alaridos.
Una majestuosa casa se erguía ante el oficial con su imponente y sombría presencia. Con la misma reputación que la de un gato negro, el edificio que algún día llegó a ser un hogar se mantenía inmóvil ante la escrupulosa mirada de los hombres y mujeres que la rodeaban, empañando su fría personalidad rebuscando entre sus misteriosas paredes que albergaban más vivencias y secretos de las que una persona podría llegar a experimentar jamás.
Lamentablemente su estado dejaba que desear. La maleza amenazaba con ocultar la puerta principal mientras que la mugre en los cristales opacaba por completo el misterioso interior de la vivienda. Su deplorable apariencia reflejaba la dejadez del propietario.
Aún estando en esas condiciones, su imponencia no se veía afectada e infundía respeto al que tuviera la suerte de contemplarla.
Al entrar en la desvencijada mansión se encontró la escena más macabra que sus ojos hayan captado jamás. La sangre en las paredes se confundía con el color carmesí de las mismas y un riachuelo interminable de ese líquido escarlata surcaba el pasillo hasta el salón principal. Las muecas de horror y repugnancia de sus compañeros no hacían más que aportar un toque de realismo a aquella tragedia.
Dios sabía que no era el crimen más despreciable que la casa tuvo la oportunidad de presenciar, pero sí el único del que se tuvo constancia en más de una década.
Cada grieta y mota de polvo que la mansión albergase era un recuerdo de algún alma en pena incapaz de desprenderse de la realidad, dejando correr el tiempo mientras su cuerpo se deshacía entre esos tabiques. Vivir lo llaman algunos.
Un número interminable de agentes de la ley se encontraban destruyendo esos momentos esenciales en la vida de alguien con la excusa de investigar y recopilar alguna que otra prueba incrinatoria de un pobre ser con el corazón podrido y embargado por la soledad y tristeza. Porque no hace falta que tus ojos lloren para saber que tu interior se está inundando con las lágrimas retenidas. También llora el sol al darse cuenta de que nunca podrá alcanzar a la luna.
La arcada que tuvo que retener el oficial al divisar el cadáver mutilado y despojado de atuendos aún sin identificar no pasó desapercibida para su subordinado, el cual respondió al gesto con una mirada comprensiva.
Tras decidir no tentar la delicadeza de su sistema digestivo y dar total libertad al forense que se ocupaba de examinar y dictaminar el estado del fallecido. Optó por ascender las chirriantes escaleras que se encontraban a su mano izquierda y continuar con la inspección del domicilio.
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Té Negro
Mystery / ThrillerEzra no consigue integrarse, es incapaz de hacer amigos porque todos le consideran un bicho raro. Y lo cierto es que no es un niño normal, pero él no consigue comprenderlo, no es capaz de asimilar la retorcida mente de las personas que sólo le han...