((en una habitación de un hostal en el centro de la ciudad, entre callejones, a mitad de precio porque el dueño era "de szczecin, niño", ben se acurruca en sí mismo, evitando las ventanas, los espejos y las puertas. el frío del miedo contrasta con el sudor de estar bajo dos mantas. una casa vieja y típica, de las más bonitas, que se burla de él entre las baldosas negras y crema, los cuadros de perros y bodegones convertidos en una metamorfosis de su mente contra él mismo. la oscuridad le asusta, las sombras convirtiéndose en cuerpos, en caras, en monstruos alimentados por la paranoia. qué oscuro, qué oscuro, qué oscuras.
qué oscuras las noches sin jack.))
deambulan lado a lado dos almas en pena por un camino en el bosque. ben levanta la vista a las estrellas a cada paso que se alejan del callado barrio, sus nudillos chocando con los de jack son lo único que lo mantiene en el camino. brillan las estrellas, los planetas y la luna y ben con la mirada bien arriba para no ver la oscuridad del camino.
jack se lo espera, en serio: el momento en el que una mano se agarra a su brazo como si la vida se le fuese en ello, apretándose a cada ruido. mira a los dos soles pero solo ve dos párpados manchados en púrpuras y azules.
((entre los asientos de su furgoneta hay un cenicero y una verdad. la radio está en una emisora con música de hace veinte años, interceptada de muy lejos, dictando por el ruido que acompaña a la melodía. es una conversación trivial, confesiones entre risas, verdades que no quieren serlo. humor contra uno mismo que deja ver más que una noche con una botella de vodka a medio acabar.
― no te voy a quitar la oscuridad solo por estar a tu lado. no vas a dejar de ver sombras moverse, no te voy a quitar el pánico al esperar lo peor. pero al menos estoy a tu lado. tú no te preocupes.
una risa ahogada entre el silencio. el perro que adoptaron, detrás, suspira.))
llegan a la parte de detrás del cementerio favorito de ben para subirse por el mausoleo. subidos en el tejado con venus sobre la cruz, las estrellas brillan y brillan. los altavoces hacen de la canción un eco en el silencio del cementerio, más cerca de las tumbas que del bosque que han dejado atrás. jack cuelga del borde, los pies en la pared del otro mausoleo. la canción cambia, las velas encendidas en una tumba siguen bailando, jack sigue colgando.
― ¿sabes cuando te sientes patético por tener miedo? pues no lo sientas, porque yo lo soy más.
lo mira desde abajo, con los ojos brillando y muy oscuros, diciendo todo lo que calla por la boca. cuentan las estrellas de arriba una y otra vez, una y otra vez. ben le quita los suspiros de la boca, los no puedo ahogados en sus labios.
― vámonos, jack. vámonos.