Capítulo IV.

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«Having wounded each other thus, deeply, almost mortally, the two sat quietly side by side on someone's sunny grave, haemorrhaging»

Arundhati Roy, The Ministry of Utmost Happiness

Deathstar Apothecary

20 de enero de 2000

Isabelle había visto a Harry Potter preocupado porque siempre que aparecía en esa tienda estaba preocupado por algo, pero nunca como cuando apareció Draco, en medio de la noche, herido e inconsciente. Llevaban dos días sumidos en investigación sobre cómo se podría contrarrestas la maldición improntis con la ayuda del patronus, pero no habían llegado prácticamente a ninguna parte. Y Draco no les contestaba las cartas o aparecía por allí, así que simplemente habían asumido que estaría de mal humor —siempre estaba de malhumor—, quejándose con Pansy o algo parecido. Theodore ni siquiera se había preocupado, diciendo que solía desaparecer cuando estaba de malhumor: «Deberían haberlo visto el verano que intentó planear como matar a Dumbledore, desaparecido». Isabelle le había dirigido una cara de circunstancias, recodándole que Potter los estaba oyendo, pero Theodore claramente no sabía cuándo callarse.

Cuando apareció quedó claro que no los estaba ignorando sólo porque estaba de malhumor, sino que alguien lo había atacado y bastante mal.

—Joder, no sé cuántas veces repetiré que no soy enfermera personal —se quejó Isabelle tomando ya un par de pociones curativas de debajo del mostrador—. Llévalo arriba —le dijo a Potter.

»Y despierta a Theodore, si ya se quedó dormido en mi cama.

Vio a Potter alzar la varita para hacer levitar un poco a Malfoy y conducirlo escaleras arriba. Buscó otra poción debajo del mostrador que sabía que tenía, para las cicatrices. Y se tardó deliberadamente. Theodore tenía un pésimo despertar. Mejor que fuera Potter el que se encargara de eso.

—¡Joder, Potter!

Sí. Theodore tenía pésimo despertar. Isabelle había aprendido que lo mejor era no despertarlo en medio de la noche porque, si ya estaba dormido, cualquier cosa que ella le dijera iba a ser olvidada completamente y que la única manera efectiva de mantenerlo despierto era hacer nudismo. Subió después de oír el pequeño estrépito y encontró a Draco Malfoy inconsiente, en su cama, manchándole las sábanas de sangre, a Theodore recargado contra la pared con cara de desagrado y a Potter con una expresión sumamente preocupada.

Qué le preocupaba tanto, a saber.

Ella creía que Potter y Malfoy eran enemigos. Pero bueno, la vida daba vueltas extrañas y de repente uno estaba ayudado a los que habían sido unos idiotas en sus años del colegio a sobrevivir.

—No sé si eres demasiado noble o qué, Potter —le dijo cuando entró a la recámara.

Él desvió la mirada.

—Yo sólo quiero saber por qué carajos Malfoy está... así... —Nott señaló el cuerpo tendido en la cama—. Digo, lo he visto más jodido... —Se encogió de hombros, sin aclarar a que se refería realmente—. Pero, ¿qué carajos?

Isabelle se encogió de hombros.

—No tenemos ni idea.

—Empiezo a hartarme de que me saquen de la cama a la mitad de la noche porque Malfoy está jodido —comentó Theodore.

—Esta es la segunda. —Isabelle hizo bastante énfasis en «segunda»—. Y la última fue hace veinte días, Theodore, carajo, veinte. —Nott se encogió de hombros, como si le diera igual—. Bueno, antes de que se desangre... —sacó la varita, acercándose hasta el pecho de Malfoy—. Episkey —musitó.

Maldito [Drarry] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora