La gran incógnita del rosa

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Disclaimer: Dragon Ball, sus secuelas y sus personajes no me pertenecen, son obra de Akira Toriyama y la Toei.

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Suspiró, sintiendo algo de coraje al mirar a Kakarotto dormido tan repentinamente, sin siquiera haber terminado de escuchar lo que le estaba diciendo. Soltó un gruñido, algo bastante común en alguien como él, raspando su garganta incluso por el fastidio con el que lo había dejado ir, estaba irritado, realmente volvía a sentirse presionado más de la cuenta, y ese día había resultado por demás agotador.

Se sentó en la orilla de su cama un momento, esa que acaba de patear con vehemencia hasta que topara con pared; se acomodó ahí unos instantes, sobre el colchón, sobre aquella suavidad que al tacto lograba que su cuerpo gritara desesperado rogando descanso, un placer que no le permitiría. No, no podía permitírselo, no cuando Kakarotto ya estaba ahí, subyugando, presionando tan duro en una guerra desesperada y ridículamente enfermiza en la que se sumían que un descanso significaba perder la ventaja, y perder con ello todo lo demás.

Era cierto que llevaba tiempo de ventaja entrenando por sobre de Kakarotto, pero eso no significaba que debiera confiarse, eso sólo significaba que debía esforzarse al doble, o al triple, o a una potencia que ni siquiera fuese posible contar, daría todo de él, incluso si eso significaba morir en el intento..., o perder el orgullo, en su defecto.

Negó, enfebrecido esta vez por otro gran puñado de razones, por recordar el orgullo que había perdido a puños últimamente. ¿Necesariamente? Sí, tal vez, ahora por desgracia o fortuna, tenía muchas cosas que perder que cuando era un mercenario del ejército de Freezer, en aquel entonces el orgullo era lo único que tenía, y por ende, lo único a lo que podía aferrarse demencialmente. Hoy había muchas cosas por las cuales valía la pena luchar, por las que incluso para alguien como él valía la pena dejar su orgullo de lado con tal de protegerlas.

Suspiró, fastidiado, era cierto que no le importaba perder el orgullo con el fin de que su familia estuviese a salvo, pero eso no quería decir que no le doliera, después de todo, Vegeta amaba su título y su raza, y estaba a gusto con todas esas cosas que lo caracterizaban, perder su dignidad frente a todos como lo hizo de una forma tan desesperada y vil, lo asqueaba. Pero no, no podía hacer nada, y estaba seguro de que lo volvería a hacer si fuese necesario.

Sobre de eso, parecía que a su alrededor trataban de burlarse de él, sobajándolo, demostrándole que era inferior y que debía doblegarse ante los otros, ¡Doblegarse! ¡Él! Cómo odiaba el tener que reclinarse frente a alguien, el saberse inferior, el saberse por debajo de los demás y dedicarse a obedecer, ¡No quería eso! Estaba harto de eso..., ya no quería ser de nuevo una mascota como lo fue para Freezer.

Aunque, por supuesto, ésta vez era diferente, estaba ahí 'doblegándose' porque quería, porque a cambio obtendría lo que él demandaba. Tendría poder. Así que ahí estaba, soportando humillaciones una vez más. Su frente se surcó en un mohín molesto cuando recordó el día que llegó ahí, cuando le dieron las instrucciones de cumplir con tareas de limpieza y servidumbre, y sobre todo, recordó cuando Wiss le entregó aquel mandil rosa.

Sí, el muy maldito se lo extendió y se sonrió, malicioso, divertido, con todo el afán de mofarse de él, de querer verlo más abajo del suelo. A Vegeta, claro, no le importó, ¡Era lo que menos le importaba de todo eso! Había aceptado aquel mandil sin rechistar, sin cambiar su expresión, y muy claramente había notado la decepción en el rostro de su ahora maestro al notar que a Vegeta le importaba la mitad de un cacahuate el diseño o el color de aquel pedazo de trapo.

La gran incógnita del rosa (Goku x Vegeta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora