ु❀ Epílogo.

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El viento soplaba con suavidad, como un suspiro, acompañando con su sonido la melodía de las cigarras.

—¡Yuta!

Vi su deslumbrante melena ondear al aire y moverse casi con alegría, como si acaso tuviese vida propia, y la vi luego corriendo hacia mí, sujetándose el sombrero que le cubría la cabeza con la mano diestra. Sonreía, tan deslumbrante como siempre, y me miraba con aquellos ojos que cada día me hacían enamorarme más de ella.

—Hanan.

La recogí, cuando me alcanzó, entre ambos brazos, y la abracé contra mi cuerpo. Sentirla tan cerca era mi mayor bendición, y poder tenerla en mi vida el mayor de los regalos. La amaba con todo mi corazón y sabía, al verla, que jamás hubiese tenido la fortaleza necesaria para dejarla marchar, si se iba, sin llorarla durante el resto de mi vida.

—¡Quiero ir a comer algo! Llevo toda la mañana esperando...

Hizo un mohín y yo, como solía hacerlo, no pude hacer más que acceder. La cogí de la mano y la llevé conmigo a un restaurante cercano al que solía ir de niño con mis padres, esperando que le agradase lo que allí ofrecían. Le había prometido que la invitaría a comer aquel día, y yo jamás faltaba a mis promesas.

—Siéntate y pide algo para ti cuando venga el mesero, ¿de acuerdo? Yo voy al baño. A mí pídeme ramen, hoy quiero algo sencillo. —Le dije, para luego besar su cabeza e irme hacia el baño.

Nuestra relación había mejorado con el tiempo más de lo que cualquiera hubiese podido esperar: desde que habíamos decidido comenzar a salir habían pasado ya cerca de tres años y medio y ambos habíamos terminado ya la carrera. Aunque haber perdido su estatus de diosa había sido duro al principio y había tenido que sufrir burlas y críticas constantes, la situación se habría relajado por fin tras un mes y, por primera vez en su vida, Hanan había decidido esforzarse en mejorar sus notas. Aunque ya estábamos en el segundo año de carrera y durante el primero rara vez sus calificaciones habían superado el cinco, la ayudé a centrarse en la medida de lo posible y logró cumplir sus objetivos con bastante facilidad. Aunque todo el mundo se sorprendió, yo no hice más que alegrarme; me llenaba de felicidad ver a la mujer a la que amaba demostrando a todos aquellos que veían en ella poco más que a una mujer guapa y estúpida que, lejos de ser un simple cascarón, era inteligente y capaz de hacer lo que se propusiese. Aquello también ayudó a mejorar sobremanera nuestra relación, pues ni ella estaba acostumbrada a tener alguien en quien confiar a la hora de recibir ayuda, ni yo a tener a mi lado a alguien que me escuchase y admirase como ella llegó a hacerlo, de modo que logramos convertinos el uno en el mayor pilar del otro.
Por otro lado yo a penas conocía a sus padres, pero no llegaba a ser importante pues a ninguno le interesaba en absoluto el bienestar de sus hijas; sin embargo, ella conocía a los míos y se había vuelto desde el primer día "la novia favorita de mi madre". Su hermana había terminado aceptando lo ocurrido y encontrando a otro muchacho, en aquella ocasión de su edad, al que amar, de modo que acabó volviéndose una buena amiga para mí y un gran apoyo para Hanan.
¿Y respecto a Hanan y a mí? Ambos habíamos cambiado, pero siempre para bien; tenernos el uno al otro nos había ayudado a mejorarnos a nosotros mismos como personas y, con el tiempo, había logrado borrar la sombra de nuestros problemas como universitarios. Ambos teníamos un trabajo estable y completa independencia respecto al otro, con lo que siempre habíamos logrado evitar que nuestra relación se volviese tóxica o que nos volviésemos controladores o manipuladores. Había vivido mucho con ella en muy poco tiempo y, aunque la conocía mejor de lo que me conocía a mí mismo, los nervios no parecían dispuestos a abandonarme.

Salí del baño y vi a Hanan, tan preciosa como solía verla, sentada, esperando. Tomé una larga bocanada de aire y me aproximé a la mesa, dejándome caer sobre la silla a su lado y entablando una conversación con ella sobre cómo le había ido en el trabajo el día anterior. Tras un buen rato de cháchara informal llegó nuestra comida, acompañada de un delicioso olor que despertó de forma repentina el hambre que hasta entonces había disimulado. Vi luego a mi acompañante a punto de comenzar a comer, pero no llegué a permitírselo. No aún.

—Oye, Hanan.

Cuando hinqué la rodilla en el suelo, su rostro ya había comenzado a llenarse de lágrimas y sus finas y delicadas manos ya cubrían sus rosados labios.

—¿Quieres...?

Murmuré, abriendo la caja de terciopelo rojo que ocultaba el anillo que había comprado un mes atrás.

—¿... Casarte conmigo?
—Yuta... Claro que quiero.

Me abrazó entonces con fuerza, obligándome a erguirme con ella entre los brazos hasta que ambos acabamos de pie. Un cálido beso en los labios que me tomó por sorpresa me hizo dejar la caja sobre la mesa y, tal y como había esperado que ocurriese, oí aplausos y vítores a nuestro alrededor de los clientes del establecimiento. Se separó de mí con lentitud y me sentí afortunado al verla sonriente, con los ojos vidriosos y el rostro levemente ruborizado pero, sobre todo, hermosa.

—Eres el mejor prometido que podría haber pedido. —Susurró, con dulzura.
—Y yo no puedo creerme que mi prometida sea la mujer de mis sueños.

Solté a regañadientes su diminuto cuerpo y cogí una segunda vez la caja, esta vez retirando el anillo. La miré a los ojos, tomé su mano entre las mías y, con decisión, introduje el anillo en su dedo anular.

—Te quiero. —Me dijo, con sinceridad.
—Y yo a ti. —Repliqué, sonriente.

Verla de aquel modo, tan radiante y emocionada, me hacía recordar por qué la amaba con tanta fuerza. Jamás había querido a nadie como la quería a ella y sabía que nunca podría reemplazarla si me dejaba. Se había convertido en mi luz, en mi alegría, y no me arrepentía de haber decidido pasar el resto de mi vida con ella.

"Te amo y siempre lo haré. Gracias por ser quien eres y por amarme como soy. Gracias por los buenos y los malos momentos y, sobre todo, gracias por estar ahí."

Shoot Me. 〖Nakamoto Yuta ♡ NCT〗 Where stories live. Discover now