Elsa empujó la caja rápidamente hacia adentro y cerró la puerta de su casa. Por suerte no se cruzó con ningún vecino chismoso que sin falta le preguntaría ¿Que te trajeron?.
De todas formas, seguro diría que era algún aparato para hacer gimnasia, aprovechando que el embalaje era de cartón marrón, totalmente discreto y sin inscripciones.
Se acababa de comprar una smart spanking machine.
Recalentó en el microondas el café que se le había enfríado por atender al cartero y luego, taza en mano, arrastró con la pierna un poco más la caja y se sentó. No era muy pesada pero si incómoda de alzar por su tamaño.
Entre sorbos y sorbos fue abriendo la caja y tirando todo sobre el piso alfombrado, mirando lo que venia.
Lo primero que agarró fue el manual de instrucciones para estudiar su armado e ir familiarizándose. A primera impresión parecía complicado, pero las piezas tenían ubicaciones lógicas que lo facilitaban todo.
Esta máquina consistía en una especie de colchoneta de 2 metros de longitud y con 2 posiciones: podía estar totalmente horizontal o elevarse formando un pequeño ángulo, para dejar así el culo en pompa.
Debajo de ella habían largueros metálicos y podia verse el mecanismo que doblaba o estiraba la colchoneta.
Siguió observando el manual y así identificó las demás partes: los 2 "brazos", el juego intercambiable de manos, bolsitas con tuercas y tornillos, abrazaderas y el panel led con sus correspondientes soportes.
Lo interesante de esta máquina es que, precisamente, era smart. Poseía el Modo Normal, donde la persona indicaba la cantidad de golpes; y el Modo Tutor. Esto último la hacia totalmente distinta. Se podía configurar para editarle un rostro al "tutor" y también su voz para entablar diálogos, soportar sus regaños y recibir nalgadas en total inmovilización hasta una vez finalizado el castigo.
Miró la hora en su celular. Aun tenia tiempo para intentar armar a su robótico castigador antes de irse a trabajar a una clínica, en donde se desempañaba como doctora pediatra. Justamente gracias a su empleo llegó al spanking, descubriéndolo como terapia para bajar las revoluciones. Sus tensiones laborales comenzaron a disminuir dándose ella misma cepillazos en el trasero, el conocido self-spanking. Así, bajaba su nivel de stress. Pero deseaba recibirlas de manos que no sean las suyas. Hacía meses que su fantasía. era ser azotada, pero por temor, miedos o inseguridades prefería no llevarlo a la práctica real con personas. Y así, una buena noche, mirando videos de spanking, se topó con un par donde una spankee recibía golpes de una máquina. Ahí se le ocurrió comprarse una. Era ideal para ella.
Disfrutaria del placer de ser castigada, en solitario y con 100% de privacidad.
Buscó unas pinzas en su cajón de herramientas y se puso manos a la obra. De a poco, y leyendo el manual, fue armándola hasta finalizar. En medio de su emoción no se percató que la armó en el living y le quedaban lejos las tomas de corriente. El cable media 2 metros, lo cual estaba bien, pero la sala de recibir visitas no era un buen sitio para dejarla. Así que la levantó y la llevó a su habitación. Notó que no era tan pesada, como mucho 20 kilos. Estaba acostumbrada a alzar upa a niños de ese peso, o mas incluso.
Y de todas formas vivía sola, pero su dormitorio le parecía el lugar mas prudente para ubicarla. Además, al plegarle los brazos y el panel led, cabía perfectamente bajo su cama. Allí la guardaría cuando viniera gente. Con la ayuda cómplice de unas mantas grandes que colgaran hasta el piso ya quedaba perfectamente escondida.
Mientras tanto, la dejó a los pies de la cama, perpendicularmente. Tenia una toma a poco mas de 1 metro y no tenia ganas de correr sus muebles. Lo importante era que los brazos mecánicos no chocaran contra nada al moverse.
Encendió su televisor y buscó el primer canal donde viera la hora. Aun tenia tiempo.
Enchufó su nuevo juguete y se echó sobre la colchoneta. Era cómoda. Tras oprimir el botón Power el software inició, encendiendo al led que le dió la bienvenida. Mediante el botón táctil de la pantalla salteó todo lo que le aparecía, postergando sus configuraciones para después. Hasta que llegó a la parte importante: hacer que la máquina realice su función primordial. Pero antes, el asistente le pidió que por favor compruebe si la altura de los brazos era la correcta. Así que se levantó para mirar mejor, y dándole OK el aparato hizo una breve demostración de sus movimientos. Vió como los brazos flexionaban en ángulo de 90º hacia abajo. Parecía la altura justa. De paso aprovechó y colocó en los extremos de los brazos, que eran varillas de acero, el par de manos de goma. Quería probar esas primero. Como otra opción, también podia colocarles unas que eran de madera. Estas manos artificiales simulaban una palma con los dedos juntos y extendidos.
Una vez que las ajustó con firmeza, se tiró de nuevo en la colchoneta. El asistente volvió a consultar sobre la altura de los brazos y oprimió Siguiente, siguiente y siguiente hasta llegar a donde quería. Indicó 10 golpes de cada brazo. Ya estaba preparada para recibir... pero el menú necesitaba confirmar mas datos. Primero la intensidad. Fuerte, Moderado y Suave. Tenia esos 3 niveles. Oprimió Suave. A continuación, el intervalo entre golpes, pudiendo ajustarle el tiempo en segundos. Marcó "2". Por último, la máquina le solicitaba la orden final: Empezar o Cancelar. Ya nerviosa, apretó Empezar, y lo hizo con fuerza contra la sensible pantalla táctil, sacudiéndola un poco.
Cerró los ojos y la máquina hizo su trabajo.
Sentía deliciosos los golpes. Tanto que se dejó llevar y después de casi 1 minuto de finalizado se dio cuenta que ya había terminado todo. Quiso probar lo mismo, la misma cantidad y secuencia. Pero esta vez en Moderado.
Tuvo que navegar por todo el menú nuevamente, lo cual le generaba cierto fastidio y pensó que mas tarde iba a tener que configurarla bien para ahorrarse todos esos pasos.
Nuevamente la máquina cumplió. Ahora sí sintió el picor de cada manotazo. Y como "no hay 2 sin 3", se animó a probar en modo Fuerte.
Sin salir de la colchoneta levantó la cintura y se bajó de lleno el jogging negro de acetato junto con la bombacha. Notó que estaba húmeda.
Y su excitación fue aumentando, estando así, con su trasero desnudo y tibio, mientras recorría una vez mas el menú.
Hasta que llegó a Empezar, y comenzó a recibir sus 10 azotes fuertes en cada nalga, con 2 segundos de intervalo entre uno y otro.
Esta vez todo fue mas intenso, al punto que dejó escapar unos quejidos en voz baja. Cuando terminó, rápidamente llevó sus manos a su culo para sobarse mientras suspiraba.
Lo sentía ardiendo. Mucho mas que las veces en que se daba cepillazos. Y se calentó mas con tan solo pensar que le faltaba sentir las manos de madera. Se incorporó arrodillándose y mientras se subía las ropas vió que empapó levemente su cuerina. Es que en esa última tanda, en medio de un mar de sensaciones, apretó su pubis buscando algún roce placentero contra la colchoneta.
- Ya estás bautizado - le dijo, sonriendo, al peculiar aparato, mientras le pasaba el dedo para limpiar su pequeño manchón de flujo.
Miró al televisor percatándose de que estaba encendido y al ver la hora salió corriendo a bañarse.
Luego se cambió y se fue a trabajar, dejando la máquina ahi en su dormitorio.
Agradeció a quien sabe quien que nunca les había dado un juego de llaves a sus padres.
Continuará...
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Cuentos breves de spanking
RandomAcá podrán leer historias breves y auto-conclusivas, asi como también algunas divididas en 2 o 3 partes, siempre referidas al spanking ;)